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El archivo de Sagaseta

El archivo de Sagaseta

con el asunto Wikileaks se ha removido una importante regla de los archivos: el secreto para determinados períodos y para determinadas materias. Así como en la Biblioteca no debe ejercerse nunca la censura, tal como lo han delatado varias veces los Bibliotecarios en Navarra, porque el saber global debe llegar a todos, precisamente para contrarrestar y formar criterio por parte del lector, en archivos, en ciertas áreas como valijas diplomáticas, asuntos de política interna y exterior, documentos que podrían ser interpretados como una intrusión en la intimidad, conservaban una fecha para su exposición pública, que no en todos los países es la misma.

Pero el Archivo de Sagaseta ha roto la ley archivística, e irrumpe humilde, modesto, como de hurtadillas, en este mundo fascinante de la catalogación de la documentación manuscrita e impresa. Embutido en una humilde carpeta de cartón, había superado la prueba de casi 3 siglos de existencia, siendo reverenciado por los diversos presidentes del Consejo de Sagaseta, que se lo trasmitían al tomar posesión del mandato. Así me llegó a las manos este maravilloso archivo, y casi con un temblor, abrí la carpeta, y fui exponiendo sobre un antiguo escritorio del Archivo del Ayuntamiento de Egüés/Eguesibar, los folios y pequeños cuadernos que, desde 1720 hasta casi nuestros días, informan de varios asuntos administrativos del Concejo, de sus límites, de sus aportaciones a la diversas guerras, sobre todo las napoleónicas, hasta disposiciones, ya en imprenta, que llegan a principios del S. XX.

La letra de los escribanos es apretada pero legible. Se ha mantenido intacta la tinta de aquel tiempo. Las hojas de papel, algunas sueltas, otras en forma de libro, forrados en pergamino, conservan vida? no han amarillado demasiado. Las firmas de los escribanos y abades tienen su rúbrica especial, casi ostentosa, pero hay sobriedad en los partes. Redacción cuidadosa y un castellano impecable, según ley dictada en el Estado español, diría que en el Imperio español, que todos los escritos oficiosos fueran vertidos en la lengua de Castilla. El euskara apenas se asoma en ese lote documental? excepto en las denominaciones de los terrenos, y en la del propio pueblo de Sagaseta. Y en los apellidos de las gentes que vivieron en ese hermoso lugar de Navarra.

Con respeto, fui catalogando el material que no es abundante, y lo entregué para su digitalización a Xabier Irujo, doctor en Historia. Solo faltaba retornarlo al Presidente del Concejo, señor Miguel González Iturralde, embutido ahora el lote documental en una carpeta de archivo del Archivo Municipal, cumplida la misión de preservarlo para la posteridad. Para el estudio acucioso de nuestra historia, la de Euskadi, que es como un puzzle que aún no se ha acabado de conformar. Cada pieza histórica vale en sí misma, trozo ínfimo pero importante de nuestra memoria, y su correcto estudio nos puede llegar a una visualización completa de nuestro ser histórico? cómo fuimos, porqué pleiteamos, cómo denominamos nuestro entorno. Cuáles fueron los apellidos de nuestras casas y antepasados. Cuánto nos han costado las guerras.

La entrega del lote documental recobrado en su catalogación y digitalización para bien de todos, se realizó en un acto en el despacho del alcalde José Andía, que presidía la reunión; del secretario del Ayuntamiento, Jesús Monteano, que otorgaba testimonio de la entrega, de la teniente de alcalde, Estefanía Clavero Belzunegui, y de esta concejala, y daba muestra de lo mismo que exudaba el lote documental: sencillez. Vida municipal. Vida de pueblo. Siempre Vida. Recordé el viejo refrán de nuestra tierra: Milla urte ogaro-ta ura bere bide/ Pasados mil años, el agua por su camino. Si. Teníamos en las manos siglos de historia, de sueños, de soberbias, de enguerrillamientos? de ignorancia de lo que somos pero persistentes como los papeles, intactos en nuestra esencia, pese a tanta mutilación.

Y cuando el lote documental se alejaba de mí, sentí las palabras de Gutenberg resonando en mis oídos: La imprenta es un ejército de 26 soldados de plomo, en este caso 24 letras de tinta, con el que se puede conquistar el mundo.