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Palacios, del esplendor a la decadencia

las construcciones más emblemáticas de la cuenca esperan el rescate de los consistorios

Palacios, del esplendor a la decadenciaUnai Beroiz

Existen en la Cuenca de Pamplona cerca de una decena de palacios. Señoriales, con su porte distinguido, algunos miran desde lo alto de una colina y otros se refugian entre las calles de pequeños pueblos. Muchos de ellos apenas aparentan poco más que una ruina, con sus piedras viejas y desgastadas amenazando desplomarse, y otros tienen garantizada su pervivencia reconvertidos en lujosos hoteles rurales o elegantes bodegas.

El devenir de los años ha castigado de diferente manera a los edificios más emblemáticos de la Cuenca. Algunos, en manos particulares, conocen hoy un nuevo destino, muy distinto a aquel para el que fueron construidos, como residencia de los señores de la época. Otros empiezan a soñar con un futuro mejor tras ser comprados y rehabilitados por los ayuntamientos. Los menos afortunados esperan aún ser rescatados de ese ineludible final al que están abocados si las administraciones no se hacen pronto cargo de ellos.

al borde de la ruina Este es el caso del Palacio de Olloki, edificio barroco del siglo XVII, de planta rectangular, dos alturas y patio interior, que ocupa una superficie de 700 metros cuadrados. Su fachada, flanqueada por dos torres, es de piedra de sillería de dos colores. En el centro del frontis se abre un gran arco de medio punto sobre el que se halla un escudo con las armas del linaje Olloki.

El palacio perteneció a esta familia, en concreto a Carlos de Olloki, desde 1723 hasta 1833, según está documentado en la nómina de palacios de cabo de armería. También fue propiedad de doña Margarita de Jaso, tía del patrón de Navarra, San Francisco Javier. Las piedras del palacio encierran también un trocito de la historia de la conquista del reino, puesto que desde Olloki partieron las últimas tropas que defendieron la independencia en Amaiur.

Es por eso que, según opina José Andrés Iriarte, concejal independiente del Ayuntamiento de Esteribar y presidente de la Plataforma Cívica Vecinos de Olloki, sería una pena que el palacio se derrumbase, algo que sucederá tarde o temprano si no se somete urgentemente a una restauración.

En la actualidad, el palacio pertenece a una sociedad, que pide alrededor de 800.000 euros por la propiedad. El Ayuntamiento del Valle de Esteribar está interesado en comprarlo y reformarlo, de hecho aprobó hace unos meses una moción en este sentido, pero no dispone en este momento del capital necesario, explica Iriarte, que aboga por que se haga cargo un patronato formado por empresas presentes en el Valle, como Magnesitas o Cinfa, con la colaboración del Consistorio y la Mancomunidad de la Comarca de Pamplona.

Para este vecino, "la ubicación (en pleno Camino de Santiago), la referencia a la historia de Navarra y el edificio en sí" hacen merecedor al Palacio de Olloki de una segunda oportunidad, esta vez, por ejemplo, como centro cultural.

un futuro por decidir Más cerca de este destino se encuentra el Palacio de Berriosuso, edificio que data de mediados del siglo XV y que fue centro de influencia de la economía y la administración de la zona.

Tras pertenecer a diferentes propietarios, como la particular María Babace o la empresa Proberri, el Ayuntamiento de la Cendea de Berrioplano se hizo con la propiedad del inmueble en el año 2004, permutándolo a Construcciones Samaniego por cuatro parcelas en el término de Añézcar. La intención era rehabilitarlo y convertirlo en alguna dotación, un uso que aún a día de hoy está por determinar. "Nos parecía importante mantenerlo y que no esté en ruinas", señala el alcalde, José María Irisarri (Agrupación Ayuntamiento de Berrioplano), que no se cierra a ninguna opción ya que "el palacio tiene muchas posibilidades".

Y es que se trata de un edificio que cuenta con 458,04 metros cuadrados repartidos en la planta baja y dos alturas. El palacio, que se estructura en forma de "L", cuenta también con un patio central de 212,65 m2 y un almacén para calderas.

La rehabilitación exterior del palacio se terminó hace algo menos de un año. En concreto, se procedió a la consolidación estructural del edificio, así como a la reparación de las fachadas y de las cubiertas. Queda pendiente ahora la adecuación o habilitación del interior, que se realizará una vez se decida el uso. No obstante, Irisarri admite que de momento "no hay calendario establecido ni partida presupuestaria para hacerlo", aunque la intención del Ayuntamiento es terminar la obra "en un futuro próximo".

cambio de propiedad La historia del Palacio de Subiza, edificio del siglo XVIII que constituye la obra patrimonial más importante de la Cendea de Galar, se encuentra en estos momentos en un impass, a la espera de que los herederos del último dueño del inmueble, fallecido hace dos años, acepten la propiedad, un asunto nada sencillo ya que a la herencia va aparejada la deuda con al Ayuntamiento por las reformas en la cubierta llevadas a cabo el pasado año, que asciende a más de 220.565 euros. El Consistorio, por su parte, descarta hacerse cargo del palacio, ya que su ubicación, en una localidad de menos de 200 habitantes alejada del núcleo donde se concentra la mayor población de la Cendea, no lo hace adecuado para albergar un posible centro cívico o cultural.

La reforma, que consistió en consolidar la estructura del edificio con apuntalamientos y solucionar el problema de la entrada del agua reparando la cubierta, se realizó debido a las quejas de los vecinos, preocupados por el estado ruinoso del inmueble, que amenazaba con venirse abajo. De hecho, debido al problema de la entrada de agua, ya se habían hundido trozos del suelo en diferentes plantas.

No obstante, la reparación a la que fue sometido el edificio hace ahora un año es solo un primer paso al que deben seguir muchos más para salvar de la ruina al palacio, construido por Pedro Fermín Goyeneche al estilo de las casas palaciegas del Baztan, con una fachada retranqueada entre dos torres y multitud de balcones. En su interior, y debido a que el inmueble estuvo habitado hasta hace muy poco tiempo pese a estar declarado en estado de ruina, se conservan todavía los antiguos muebles, testigos del penoso declive de la construcción.