El Palacio que resurgió de sus cenizas
comienzan hoy los actos que conmemoran el bicentenario de la destrucción del castillo de olite por espoz y mina
Y es que no hay que olvidar que el palacio real representa uno de los símbolos de identidad histórica de la Comunidad Foral por el papel que desempeñó en la historia y porque es uno de los monumentos más visitados por quienes se acercan a Navarra.
Entre las mejoras propuestas por estas entidades destacan "reponer el ventanal de la torre de la Atalaya, continuar la adecuación del espacio de la bodega, hacer visitable la sala de las yeserías mudéjares, retomar el plan de iluminación, emprender una decoración de época y estudiar el proyecto de musealización a través de medios audiovisuales".
Del mismo modo, durante todo el año está previsto que se realicen varias charlas, representaciones y exposiciones relacionadas con esta efemérides. Los actos, precisamente, comenzarán hoy a las 20.00 horas en la Casa de Cultura de la mano del conferenciante Javier Corcín, que será el encargado de repasar las circunstancias que rodearon la destrucción del palacio.
Para ello, resulta imprescindible retrotraerse hasta la Guerra de la Independencia, una guerra que además de segar la vida del alcalde Juan Ignacio Rodeles y de ocho vecinos familiares de voluntarios en la División de Navarra (fusilados en 1811), acarreó la quiebra económica del Ayuntamiento y la destrucción de uno de los símbolos de la realeza medieval navarra, su palacio real.
En 1813, no obstante, la situación se ofrecía ya como irreversible y era cuestión de tiempo la derrota francesa y la expulsión de sus ejércitos de la península. El aprovisionamiento de artillería por parte de los ingleses permitió a Espoz y Mina acometer el ataque al fuerte de Tafalla. Tras sufrir un bombardeo de castigo, el destacamento integrado por unos 400 franceses se rindió al bando navarro el 9 de febrero, momento en el cual el general se trasladó a Olite. Aunque no se conoce la fecha exacta del gran incendio que lo arrasó, lo cierto es que Espoz y Mina envió el 16 de febrero de 1813 un parte de guerra al general Gabriel de Mendizábal en el que relataba lo sucedido.
Este parte recoge textualmente: "Así ha fenecido el sitio y la plaza de Tafalla, y tal ha sido el resultado de su guarnición, después de tres años de pacífica posesión, a la que jamás pude oponerme por falta de artillería. Concluida esta operación he mandado destruir el fuerte y demoler todas las obras de fortificación, así como también un convento inmediato que fue de Recoletas y un palacio contiguo por considerarlos a propósito para establecer guarnición el enemigo. Lo que igualmente he ejecutado con otro convento y palacio en Olite, a fin de tener expedita la carretera desde Pamplona a Tudela, y obviar que el enemigo pueda cobijarse".
héroe o villano Corcín, sin embargo, tacha esta decisión de absurda porque el Palacio Real de Olite no reunía las condiciones adecuadas para habilitarlo como fortificación militar; de hecho solo se utilizó para albergar franceses en momentos puntuales de intenso tránsito de tropas, y en esos momentos y circunstancias los franceses ya no tenían capacidad de reacción militar. "Espoz y Mina tenía una carencia de valores importante por lo que no le dio ninguna importancia a su destrucción. De hecho, mandó quemar otro palacio en Francia. Existe la idea de que lo hizo por rencor y odio hacia el señorío, la realeza y el estatus nobiliario, porque en esa época el palacio dependía del conde de Ezpeleta", apunta.
Sin embargo, para el pueblo de Olite Espoz y Mina no era ningún criminal, sino todo lo contrario, tenía trato de héroe. Así lo explica Corcín: "Hay que pensar que la guerra dejó heridas físicas y morales en la población por lo que los vecinos de Olite veían a Mina como un héroe que les salvó de cinco años terroríficos de guerra". De hecho, el Ayuntamiento, que en ningún momento condenó lo sucedido, se limitó a sacar dos bandos para evitar que los jóvenes provocasen altercados de orden público escalando por las paredes del maltrecho edificio o lanzando piedras a los transeúntes, y tratando, asimismo, de frenar el inevitable expolio.
Reconstrucción Construido casi en su totalidad entre los años 1398 y 1418, durante el mandato de Carlos III y doña Leonor, lo cierto es que actualmente no se conserva ninguna imagen del palacio anterior a su destrucción, por lo que hay que recurrir a varios ensayos, como al redactado por Sebastián Ilsung Patricio de Ausburgo, quien tras visitar Olite en 1446 escribió: "Seguro estoy que no hay rey que tenga palacio ni castillo mas hermoso, de tantas habitaciones doradas. Vilo yo entonces bien; no se podria decir ni aun se podria siquiera imaginar cuan magnifico y suntuoso es dicho palacio".
El estado actual del edificio es fruto de una restauración, tras convocatoria de un concurso en 1923 por parte de la Diputación Foral de Navarra, que ganaron los arquitectos José y Javier Yárnoz. Sin embargo, la obra no se inició hasta 1937.
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