Síguenos en redes sociales:

El zikiro convoca a sus fieles

las entradas para la gran comilona de las cuevas de zugarramurdi están agotadas

El zikiro convoca a sus fielesFoto: ondikol

el zikiro (carnero) asado y bien asado y tangible, y no el macho cabrío presunto gran señor de las juergas medievales que sirvieron a la Santa Inquisición para meter el miedo en el cuerpo del gentío, ha hecho pública convocatoria y sus fieles han respondido en masa. La gran comilona de cordero asado y otras viandas que llena cada año la cueva del Akelarre será mañana domingo y ya es inútil que se dé prisa. Sencillamente, ya no quedan entradas.

La gran bacanal gastronómica se celebra siempre el día 18 de agosto, en la clausura de las fiestas patronales y da lo mismo que, como esta vez, caiga en domingo que en lunes y así no hay dudas. Los graduados en la cuestión lo saben de sobra y hacen sus pedidos con antelación, seremos ocho, o seremos quince, y se aseguran de que tendrán su txartela (tarjeta) garantizada.

En Zugarramurdi se sacan a la venta 800 tarjetas y no más, y desde que se decidió así la cifra se mantiene a rajatabla. ¿Cuántas podrían venderse? Quizás el doble o más, porque el ritual vale lo que se paga, pero en aras de la calidad los zugarramurdiarras dijeron que hasta aquí hemos llegado y no hay nada que decir.

Todo en el zikiroyate (literalmente comida de carnero) es superlativo, como la impresionante catedral que acoge la ceremonia. Antiguamente, el carnero era plato de las grandes ocasiones, incluidas bodas y funerales (se pagaban en especie además de en metálico) pero aquello pasó a la historia. Primero porque haría falta un estómago más que en condiciones para digerir el carnero y segundo porque se acabaría con todo el padrerío de los rebaños de ovejas. Esto es como los chuletones de buey (¿de dónde tanto buey?) de los asadores que se sabe que es vaca, igual que es cordero elzikiro de ahora.

A primera hora de mañana (en Zugarramurdi ya han advertido que las visitas a la cueva quedan restringidas) se encenderá el fuego y alrededor se clavarán los palos de avellano en los que se han ensartado los cuartos de cordero, y ahí se quedarán hasta las dos de la tarde, cuando llega y ruge la marabunta humana en busca de acomodo. Que esa es otra, el asiento, que los de Zugarramurdi plantan unos tablones a lo largo de la cueva y el que venga detrás, que arree.

Conforme van llegando los comensales, se les entrega un plato y un vaso, una cuchara, tenedor y cuchillo (los avisados llevan navajas bien afiladas) y un pedazo de pan, y lo demás corre por su cuenta. Deberá acercarse a que le sirvan piperrada con carne de ternera, el cordero asado (todo el que pueda, aunque tampoco es cosa de pasarse), la salda (caldo) pa'empujar y el queso y el alpiste. Todo eso en una cueva por la que las aguas circulan desde miles de años atrás, bajo la bóveda de una catedral inmensa y en medio de un ambiente inenarrable. Es el no va más del cordero asado.