EN 1908 Pamplona recibía estremecida la noticia de la muerte de su más ilustre e internacional hijo. Hasta aquel preciso momento, las crónicas de la época se habían hecho eco de cada una de sus apoteósicas visitas, generalmente por San Fermín, cuajadas de celebradas y jugosas anécdotas. Muy comentada fue, por ejemplo, aquella corrida de 1899 que fue suspendida por una tormenta que inundó el coso. Cuatro mozos salieron entonces al ruedo y se pusieron a escenificar una faena de pantomima bajo la lluvia, haciendo de toro, torero, picador y caballo. La gente de las localidades cubiertas, que esperaban a que amainase para salir, comenzó entonces a jalear los pases y, cuando llegó la hora de matar, el "torero" brindó el "toro" a Sarasate, que se puso ceremoniosamente en pie para recibir el brindis, ante el delirio popular. Luego invitó a los jóvenes a subir al palco y les dio una suculenta propina y unos puros. Así era don Pablo, y por eso su muerte causó gran conmoción en su ciudad.

La fotografía recoge el momento en el que el féretro es depositado en tierra. A la izquierda y en primer plano, casi de espaldas, se ve a Remigio Múgica, director del Orfeón Pamplonés y bisabuelo de quien esto escribe. A su lado, marcado con el nº 7, está Alberto Huarte, presidente de la misma institución, y delante de ambos Juan Cancio Mena, cuñado de Sarasate. Enfrente y marcado con el nº 4 vemos a Eustaquio Echave, teniente de alcalde del ayuntamiento, y le siguen el alcalde Daniel Irujo y otro teniente de alcalde, Carlos Eyaralar.

HOY EN DÍA la sepultura va marcada por un monumento que ensalza su figura y lleva esculpido, entre otros motivos, un hermoso violín. Han pasado 105 desde la muerte de Sarasate, y hoy se conocen datos que en vida del maestro fueron más o menos silenciados. Así, sabemos que hubo quien criticó sus venidas tumultuosas a Pamplona, y que dichas críticas hacían mucho daño al maestro. Se comenta también su más que posible homosexualidad, y Pío Baroja, que tenía al parecer ciertos resabios homófobos, escribió que recordaba a Sarasate con la apariencia de "una gorda cocinera". Y un pamplonés de edad me dijo, hace muchos años, que las mojigatas autoridades eclesiásticas de 1908 se oponían a enterrarle en sagrado, y que al final se llegó a una fórmula de compromiso, inhumando al músico en el cementerio católico, pero en un cruce de caminos. Extremo que no he podido confirmar.

Hoy en día la sepultura se encuentra en la parte más antigua del cementerio, rodeada de los mausoleos de otras conocidas familias pamplonesas. Así, a escasos tres metros está la tumba del gran Arturo Campión, fallecido en 1937, y muy cerca las de Segundo Valimaña, el que fuera alcalde de Pamplona, y Juanito Moya, pelotari pamplonés que a principios del siglo XX inventó el la modalidad del remonte. Una interesante cuadrilla de pamploneses que, a buen seguro, tendrán mucho que contarse, paseándose por las avenidas flanqueadas de cipreses y saludando al personal con elegantes movimientos de chistera.