GOMACIN o Gomazin es uno de los lugares más encantadores y evocadores que he conocido en nuestro viejo Reyno de Navarra. Sin disfrutarlo in situ ya era sueño y reclamo por el precioso soneto con estrambote que le dedicó hace ya algunos años la pintora y poeta Ángeles Lacasa:
Entre tomillo, aliaga y flor, Subido en un altillo; Donde te pega el viento y el cuclillo; Te avisa de la tarde cantador; Primitivo, aldeano y señor; Crucero de historias medievales; Romeros, pobres, mozas, menestrales; Peregrinos a ti de fe y amor; Tienes el señorío de lo simple; La carga de la historia, El dulce de lo humilde; Me llamas a tu lado fuertemente; Voy buscando la llena soledad; Y en ti encuentro la fuente eterna, que es Dios, últimamente.
Y otro soneto, si supiera, escribiría para cantar tanto la belleza de Gomacin como el trabajo y cariño que le dedica su cuidador, el puentesino Pedro Arraiza Izurzu. Todavía más, poesía de amor, devoción, cariño, cuidado y de íntima fecundación merecen los valores que Pedro, de 79 años de edad, infunde a su nieto Iker Oroz Arraiza, de 9. El futuro de Gomacin, al que hace varios lustros le pusieron fuertes cimientos los miembros de la Cofradía de la Pasión de Nuestro Señor Jesuscristo de Puente la Reina, está asegurado.
Gomacin es un lugar discreto e inspirador; la chulería que irradia es culpa de su altozana ubicación y de la cal resplandeciente de los lienzos de su ermita. En concreto, el interior de ésta de San Martín te saluda con la sobriedad y sencillo equilibrio de los albores del prerrománico medievo. Esa tímida introspección te la dicen con rotundidad sus contrafuertes, que sujetan a la decana de las ermitas navarras desde sus muros hasta su alma, que habita, sin duda, en su espacio interior.
La ermita y su entorno, que se sitúa a unos 3,5 kms al NE de Puente, invitan desde la distancia a formular en la ilusión una alegoría que recrea al Arca de Noé. La ermita de San Martín adquiere forma de arca con su pronunciado ábside, donde se corta en ángulo recto su techumbre de teja; y la espadaña que cobija la antigua campana de las pamplonesas monjas salesas, da el toque final de barcaza. La pálida ermita parece navegar intrépida bajo el fuerte viento y entre el amenzante oleaje de copas frondosas de pinares y encinares. A bordo, Noé, que es, claro, Pedro Arraiza, acomoda sacos de naturaleza, raíces, historia, arte y patrimonio, y a su nieto Iker, para perpetuar la vida, costumbres y fe del lugar.
historia de gomacin Desde sus 530 metros de altura se disfruta de una bellísima panorámica de 360 grados por los montes lindantes: al norte, las estribaciones sureñas de Erreniega y tierras de Belascoáin y Zabalza; por el este, los campos entre Legarda y Obanos; y el Señorío de Sarria, Guirguillano, Artazu y Mañeru por el oeste. Todo salpicado de sinfín de caseríos y otras ermitas, como la cercana de San Guillermo de Arnotegui al sur o la de San Bartolomé a poniente.
Gomacin llegó a tener cierto nivel económico en la vida de Valdizarbe en el siglo XIII. En 1350 contaba con seis fuegos. Desde 1416 fue donado por privilegio real a Puente la Reina. Acabó cayendo en desgracia y despoblación, muy posiblemente por las primeras hostilidades que Castilla organizó desde Laguardia sobre Navarra por las Améscoas y Estella. En 1534 ya es un desolado. En 1599 se tiene constancia de que en Gomacin y la muy cercana Biloria se habilitaron edificios abandonados para acoger a los enfermos de una grave epidemia que afectó a Puente la Reina.
Primero hacia 1981 y, luego, a finales del siglo XX en los alrededores de la ermita tuvieron lugar varias campañas arqueológicas. En el micro-término de Gomacin llamado Sansurdin apareció una necrópolis de época bajorromana-altomedieval visigoda (siglos VI-VIII) con restos humanos y distinto ajuar metálico y objetos que se guardan en los Fondos de Arqueología del Gobierno de Navarra de Cordovilla. Esta necrópolis está estudiada y perfectamente descrita por Mª Amor Beguiristáin, Francisco Etxeberria y Lourdes Herrasti en los Cuadernos de Arqueología de la Universidad de Navarra. A través de uno de los esqueletos femeninos encontrados se identificó el caso más antiguo de lepra en España. Por la zona también apareció una estela discoidea funeraria sobresaliente por su originalidad decorativa y su hondo sentido espiritual. Francisco Javier Zubiaur Carreño estudió y la catalogó de finales del alto medievo navarro. La estela se llevó y colocó en las inmediaciones de Arnotegui. Hoy está desaparecida.
La ermita (siglo XI), único edificio que se conserva, fue la parroquia de Gomacin. Su planta es de nave única rectangular articulada en 4 tramos más ábside semicircular. Sobre la nave hay una cubierta moderna a dos aguas, aunque en el tramo de los pies conserva un arco fajón. En la cabecera se emplea bóveda de horno. La iluminación es a través de una saetera de arco de medio punto en el eje del ábside y otras 2 más pequeñas en el muro hastial y en la Epístola.
Gomacin, sobria y dulce a la vez, invita a ser disfrutada en cualquier época, pero sus días más importantes son los de sus dos romerías, que se celebran el 1 de mayo y el domingo más próximo al 14 de septiembre. En definitiva, un planazo para cuerpo y mente este lugar de Gomacin. Y una colosal abundancia humana si la visita la enriquecen Pedro Arraiza e Iker Oroz.