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El arte vivo que Huarte deja morir

José Urdín Cumba presencia con importencia cómo el Ayuntamiento huartearra ha echado a perder el conjunto escultórico que él donó al pueblo en 2004

El arte vivo que Huarte deja morir

HUARTE - A más de uno le gustaría llegar a los 85 años como lo ha hecho José Urdín Cumba. Se mueve a paso lento, pero la velocidad y claridad de su mente es envidiable. Una muestra de esta afirmación es la soltura con la que suelta fechas y anécdotas. Así, este escultor retrocede sus recuerdos hasta 2004, cuando propuso al Ayuntamiento de Huarte, donde vive desde hace más de 50 años, regalar cuatro esculturas que tallaría en cuatro troncos de árboles enfermos, pinos piñoneros, a punto de ser derribados por enfermedad en el parque donde ahora está el Euskaltegi, en la calle Zubiarte. Ahora, esas obras están deterioradas y una de ellas, la más grande del conjunto, se cae a pedazos.

Pero la vida de Urdín no siempre ha estado ligada al arte. Nació y se crió en una ermita de San Martín de Unx. “Un día llegó la guerra y se acabó el ir a la escuela”, recuerda. De alma inquieta, “no puedo quedarme sentado”, asegura, comenzó a tallar a los 7 años los animales que veía por el campo. “Pero si me hubiese dedicado de crío a esto, habría pasado mucha hambre, y siempre me ha gustado comer”, dice entre risas. De aquella vida en el pueblo recuerda con emoción la unión que existía entre sus vecinos. “Había una amistad tan profunda entre los vecinos que todos éramos tíos y primos”, rememora. “Si alguien enfermaba y no podía trabajar en el campo, iba todo el pueblo a hacerlo por él. Era una gente que lo daban todo, tan bonito y lleno de amor...”, lamenta.

Así, José Urdín cree que, con el paso de los años, ciertos valores se han ido perdiendo. “Me hace gracia cuando la gente grita por la calle solidaridad. ¡Pero si somos una cuadrilla de egoístas, que nos importa poco si el de al lado pasa hambre!”, manifiesta. “Esos valores del pueblo, de estar pendiente lo que le falta al vecino, de dárselo sin pedir nada a cambio... eso se ha perdido. Tenemos palabras nuevas y muy bonitas, muchos títulos y sabemos mucho. Pero la base de todo, que es el amor, ya no es como antes”, insiste.

Para Urdín, esta pérdida de complicidad es visible en todos los campos. Y para ello recuerda los 15 años en los que fue concejal en Huarte, hasta 1978: “Entonces existía más unión entre los concejales del Ayuntamiento, se trabajaba por el pueblo sin mirar qué ideología se tenía, al revés de lo que pasa ahora”.

...SI LA DICHA ES BUENA Con 50 años Urdín Cumba volvió a sacar su don a relucir. Lo hizo después de una vida en la que trabajó cinco años como guarda forestal, otros muchos como electricista y 36 años dedicado al mundo de las artes gráficas. Entonces, por una complicada recuperación tras una operación, “volví a aquello que quise hacer toda mi vida, la escultura”, matiza Urdín.

Desde entonces ha tallado un millar; la mayoría, de madera. “Es una materia muy agradecida, te habla y te dice tócame, que estoy viva”, apunta. “Tenemos una relación muy estrecha con ella... las casas antiguas están hechas con madera, te levantas y pisas madera, los muebles... es cálida y no hay otras cosas tan bonitas. La piedra, por ejemplo, es más fría”, subraya. Y ese diálogo de la que habla Urdín se manifiesta, entre otros aspectos, en la figura que acaba tallando: “El 50% del final ya te lo da la forma del tronco o rama”.

Para él, su trabajo no solo consiste en dar forma a su arte y materializar su imaginación, sino también en revivir aquello que va muriendo. “Puedes trabajar con trozos de madera que tendrán unos 500 años desde que nacen, viven, los talan, hacen una casa y luego la tiran... entonces coges esa madera, la trabajas y vuelve a durar muchos años más”, comenta. Y esa segunda vida es la que quiso dar, en 2004, a cuatro de los árboles del parque de Huarte. Con sus manos, y la colaboración de las de Mitxel Barrero e Iñaki Bronte, hizo cuatro homenajes al Reino de Navarra, la mujer, la arquitectura románica y a Huarte.

Pero la “dejadez”, como la llama Urdín, por parte del Ayuntamiento cebollero hacia estas obras ha llevado a su deterioro. “Sabíamos que un día iba a ocurrir, pero se podría haber retrasado unos 20 años si se hubiesen tratado bien”, explica el escultor. Una de las piezas de este conjunto, la más grande y que hace referencia al Reino de Navarra está muy afectada. En ella aparecen Blanca de Navarra, Sancho el Fuerte y Sancho el Mayor, bajo cuyas faldas aparece un elefante (símbolo de la memoria); un paje y un medallón con el escudo de Navarra completan la obra. Pero el exterior del tronco se ha ido secando hasta tal punto que una importante parte de la corteza se ha caído y desaparecido; donde ahora no hay arte, antes estaban las piernas de Blanca de Navarra y un último personaje que trepaba por el tronco, como símbolo del pueblo.

Ante esta situación, Urdín contempla con impotencia cómo su obra empezaba a desaparecer. “Te duele por todo el cariño que le has puesto. No yo, sino mucha gente del pueblo”, confiesa. “¿Sabes la de nacionalidades que han pasado por aquí? “Muchas, por el camino de Santiago. Hasta un grupo de turistas que venían de Jaén tenían estos árboles como parada turística”, relata.

Ahora, parece que el Ayuntamiento de Huarte ha decidido hacer una restauración a la obra que, en vista del escultor, llega demasiado tarde. “La cultura no da rentabilidad política, y por eso no ha interesado mantenerlo. Parece que la cultura les estorba”, añade Urdín.