“el olvido es una ignorancia voluntaria, que es madre de la intolerancia y del fanatismo. Esas fueron las causas que desembocaron en la Guerra Civil. El perdón no significa olvido, el olvido que ha tenido hasta hace cuatro días nuestro país y hasta hoy Tudela”. Estas palabras pronunciadas por Enrique Cuadra, sobrino del concejal tudelano Aquiles Cuadra fusilado en 1939, reflejan el sufrimiento y las circunstancias que durante 78 años han envuelto no sólo los asesinatos que se produjeron en Navarra en retaguardia sino las vejaciones que vivieron sus familias durante décadas. El pasado sábado el Ayuntamiento de Tudela, a instancias de una moción presentada por Izquierda-Ezkerra, colocó una placa en la que se recuerda a 19 concejales y funcionarios que murieron asesinados por el odio y la sinrazón. Más allá de estos cargos, el acto sirvió también como memoria de los más de 60 tudelanos fusilados en cunetas, tapias de cementerios, en Bardenas, en las murallas de Pamplona o en la orilla del Ebro. Periodistas, abogados, jornaleros, amas de casa, alguaciles, comerciantes, industriales, veterinarios o zapateros, nadie se escapó de los fusiles. El alcalde, Luis Casado, aseguró en la colocación de la placa que “es trascendental reparar el daño causado, reconocer la situación de indefensión y poner todos los medios al alcance para restituir, reconocer, recordar y recuperar, para exigir a las administraciones y a los políticos que hay que recuperar esa memoria”.
18 julio en tudela La represión fue igual de sangrienta en toda Navarra pero en la Ribera resultó especialmente dramática dado que era la merindad más socialista e izquierdista de todo Navarra. Los enfrentamientos se iniciaron el mismo día 18 de julio tras la llegada de una treintena de falangistas que procedían de Corella. La plaza de Los Fueros se convirtió en un lugar de intercambio de disparos entre republicanos y favorables del alzamiento, una situación que acabó con varios detenidos, heridos y otros que huyeron saltando al río Queiles en la calle Muro y atravesando la plaza de Los Fueros bajo sus arcos y seguir su cauce hacia el puente Mancho.
Al día siguiente, a las cinco y media de la tarde se produjo el primer asesinato en Tudela. Saturnino Melero (Pinchimono) de Izquierda Republicana fue asesinado por la espalda por dos falangistas de Buñuel en la calle San Francisco tras obligarle a gritar varias veces “Arriba España”. Días antes había mantenido una discusión con ellos en un burdel de la Cuesta de Loreto. Así fueron muchos de los fusilamientos, no sólo por cuestiones políticas e ideológicos, sino por ajustes de cuentas e intereses económicos que aprovecharon quienes tenían armas.
Ese mismo 19 de julio la Guardia Civil, que en Tudela se inclinó por los sublevados tras el asesinato de su comandante Rodríguez Medel en Pamplona por ser proclive a la República, convocó a la corporación a las nueve de la noche. Al Ayuntamiento acudieron menos de la mitad de los 16 concejales dado que muchos (como el propio alcalde Domingo Burgaleta nombrado tres días antes, Eugenio Tutor, César Muzás, Francisco Úcar y Valentín Pérez) ya habían sido detenidos. Varios números de la Guardia Civil volvían a Tudela después de entrar a tiros en Fitero y Cervera y haber fusilado a dos compañeros que eran socialistas antes del puente del Ebro. En el salón de plenos, Pablo Sanz reúne el valor para pedir al Comandante Militar que el resto de ediles “sean puestos en libertad”. Como respuesta dice que “lo estudiaré mañana”, declara el estado de guerra y dado el dadas las “facultades que le otorga el estado de excepción” disuelve la corporación y anuncia su sustitución por otros “que designaré”.
Todos los asistentes son detenidos y muchos de ellos fusilados en noviembre.
Seguidamente, a la once, se nombró la nueva corporación que nombra a Santiago Marsellá nuevo alcalde y ofreció “colaborar con la mejor voluntad y entusiasmo por España, único y supremo ideal que nos une a todos en ese momento y confía en que no ha de faltar la colaboración de los buenos ciudadanos para tan elevada como patriótica finalidad”. Así concluían los dos primeros días que daban comienzo a tres años sangrientos.
de cerca La recuperación de la memoria de los concejales y funcionarios asesinados sirve para profundizar en el horror y en las vidas y las muertes de quienes ahora son un nombre que figura en una placa del Ayuntamiento.
Cada nombre esconde una historia. Aquiles Cuadra, hijo de Ruperto y Dominica abogado y concejal de la conjunción Republicano-Socialista consiguió huir de Tudela pero viendo un partido de pelota en Sevilla en 1937 fue denunciado por otro tudelano. Detenido, se le sometió a un consejo de guerra y fusilado en 1939 en la ciudadela de Pamplona, siendo el único edil juzgado. Francisco Sarasa Morán, concejal Republicano-Socialista agricultor casado con Felisa Moneo y con tres hijos, se alistó en el Tercio de Montejurra como forma de escapar de la represión. Tras ser herido en Santander fue rematado en la trinchera por otro compañero tudelano. Éste dato no se supo hasta años después y de hecho es el único republicano que tiene una calle en Tudela al morir perteneciendo al ejército de Franco. Domingo Burgaleta, abogado, casado con María Teresa Apestegui y con dos hijos muy pequeños, había sido nombrado alcalde el 15 de julio y fue el primero en ser detenido. Según se apuntó en su expediente “falleció en la orilla del Ebro el 30 de julio a las 9 de la noche a consecuencia de heridas por arma de fuego, una en la cabeza mortal de necesidad, siendo su cadáver enterrado en Castejón”. Siendo la máxima autoridad de Tudela el día del golpe de estado y muriendo asesinado aún no tiene ninguna calle en su ciudad. Joaquín Meler, chófer de profesión, concejal del PSOE y secretario de la UGT, era un oscense que vivía en Tudela estaba casado y tenía un hijo. Su caso es un ejemplo claro de lo que sucedió a muchas familias en aquellos años. La viuda no sólo sufrió su pérdida sino que además se tuvo que encargar de demostrar su defunción acudiendo al juzgado dado que nadie daba cuenta. Según el informe del juzgado “el señor Meler hace ya bastante tiempo que falta de la localidad ignorándose su paradero aún cuando la alcaldía le supone fallecido”. Dos testigos declararon que el 12 ó 13 de noviembre de 1936 “vieron en la carretera de Zaragoza el cadáver de Joaquín Meler cuya muerte ocurrió indudablemente a consecuencia del Glorioso Alzamiento Nacional”.
El 12 de noviembre se produjo la mayor matanza de toda la Guerra Civil en Tudela, 31 personas de toda condición empleo y sexo fueron asesinadas cerca de Fontellas en el término de Balsaforada. Alguno de ellos habían sido sacados de la cárcel ese mismo día pero no les habían dejado llegar a casa. Teodoro Villanueva fue uno de ellos. Viudo de Eusebia Gomazo era un simple albañil de 34 años afiliado al PSOE. Con él fue asesinada Felipa Ramírez, ama de casa de 50 años de edad.