Tafalla - Tal como vienen realizando desde su fundación en el año 1607, los miembros de la Hermandad de los Doce Apóstoles de Tafalla renovaron un año más su particular promesa de acudir caminando al santuario de Ujué, patrona de la Ribera. En esta ocasión fueron 42 componentes, además del capellán José Manuel García de Eulate, los que participaron en la romería; 15 de los hermanos están en activo y el resto son jubilados que ya cumplieron con su promesa de acudir al santuario ujuetarra durante diez años consecutivos.

Los participantes en esta romería salieron de Tafalla a las doce de la noche del jueves, entunicados, con una cruz a modo de báculo en su mano derecha, en fila de a uno y en riguroso orden de antigüedad. El viaje hasta Ujué lo realizaron en un respetuoso silencio, únicamente roto por el rezo del rosario y de algunas otras oraciones. Tras llegar al santuario ujuetarra celebraron una misa emotiva e íntima las 4.00 horas de ayer a los pies de la talla de la Virgen románica. Después de reponer fuerzas con un desayuno, se despidieron de la Madre de Ujué y reiniciaron el camino de regreso a Tafalla, de un modo más distendido, caminando en pequeños grupos y conversando, con la satisfacción de haber renovado su particular promesa. Al llegar al refugio de la Carravieja, a apenas cuatro kilómetros de la ciudad, disfrutaron de un almuerzo y posteriormente entraron en las calles de la localidad entre el alegre bandeo de las campanas y de forma procesional hasta la iglesia de Santa María cuando eran las 12.00 horas, donde los esperaban familiares y numerosos vecinos devotos de la Virgen. En la iglesia cantaron el Regina Coeli y un responso. El capellán agradeció a todos los presentes “este recibimiento” y expresó su deseo de que “esta romería nos sirva para profundizar en nuestra fe y a ser testigos del evangelio”, para terminar con tres entusiastas ¡Vivas! a la Virgen.

Finalmente se entonó el Adiós reina del Cielo y los miembros de Los Doce pasaron a besar uno por uno el crucifijo de la hermandad, al mismo tiempo que recibían un bollo de pan bendecido como símbolo de sus deseos de compartir sus anhelos e inquietudes personales. - C. Armendáriz