lesaka ha ido sumando tanta historia, patrimonio humano y cultural, patrimonio religioso de tamaño catedralicio, y peso e inteligencia política, que bien pudiera haber sido y ser la décima y más norteña ciudad navarra. Entre tanta importancia, como pálpito perenne, su corazón se insufla cada instante desde hace 6 siglos: es la Torre de Zabaleta, imponente y elegante.
La azulada y gruesa, bellísima, construcción de los Zabaleta fue y es uno de los mejores contenedores de testimonios y cotizado palco panorámico del devenir de la vida, historia, naturaleza, gentes, labores, usos y tradiciones lesakarras.
Esta torre es una perfecta cómplice para los buscadores de miradas, estampas, láminas y perspectivas que la geografía natural y humana te regala para convertirlas en lírica, música y poesía. De la nativa y profesional mano de Belén Mutuberria (responsable de Cultura y Turismo de Lesaka) se descubre desde la explanada de la colosal fábrica religiosa y parroquial dedicada al patrono San Martín de Tours a una Torre de Zabaleta que surca la villa con tanto poderío como templanza. Al estilo de la Ermita de Gomacin de Puente la Reina-Garés, también tierra de caballeros navarros, la Torre de Zabaleta confiere en el imaginario el modo del Arca de Noé. Alegoría a la que ya resulta fácil el añadir que la barcaza, huyendo del mundial diluvio globalizante, navega repleta del todo Lesaka de ayer y hoy. A saber: El San Juan de moros y cristianos (mairuak eta kristauak) y sus reyes, alcaldes, almirantes, merinos, juglares, atabaleros y pikotas? y lo carnavalesco con sus zaku-zaharrak, fraindarrak, goitarrak, pizontziak? y músicas y dantzas, de txistus, tamboriles, ezpatadantzaris, makilas trenzadas, escapularios, cintas arcoíris, escápulas, castañuelas, cascabeles de latón, alpargatas, pañuelos, txapelas, faldas y corpiños?.. Y las partituras de Napoleones y Tantirumairu; y el equilibrio arriesgado y sutil de los dantzaris bailando zubigainekoa en los petriles que acanalan la regata Onin. Y banderas ondeadas. Y mutildantza, neskadantza, aurreski, jota y purrusalda. Y cultivos, ganados e industrias y otras recias labores. Carmelitas de toca y clausura, ermitas peregrinadas? Y guantes y pelotas de laxoa, historias y leyendas, de cuarteles y generales, obispos y curas que cortaban el aliento y la vida misma con justicieros sermones en contra de las tradiciones “pecaminosas”, y también de sereras. Incluso el valor de ser lugar deseado como objetivo cinéfilo y fotográfico por Orson Welles. Y quizá también el arka lesakarra cargue todo el histórico, armónico e incomparable caserío entre el que capitanean la torre gótica Minyurinea, que es la fábrica más anciana del lugar, y otros bellezones palaciegos como Juanamena, Bikariobaita, Yoanderrenea...
Y mucho más: todo lo mítico de Lesaka desde los dólmenes y cromlechs de Agina y luego pasando por las costumbres y juergas sanjuaneras y los rituales del Corpus Christi? capotazos costumbristas para que el copatrono navarro San Fermín, trasladada su celebración de octubre al 7 de julio en 1591, terminara por ganar definitivamente el pulso devocionario, climatológico y festivo al titular San Martín de Tours.
Hacer inventario de tanta materia ilustrada necesitaría una colosal instrucción en la que habría que comenzar con los Anales del Reyno, seguir por los eruditos estudios de Julio Caro Baroja y Florencio Idoate, o compartir, hoy en día, un notable serial de seminarios monográficos con amantes y sabios de la villa, como son Rafael Eneterreaga y Egoitz Telletxea.
TORRE DE ZABALETA. SIGLO XV. La Torre de Zabaleta, situada en la calle Arretxea, también ha sido conocida como Kasherna (Caserna: bóveda fuerte bajo baluartes que sirve de alojamiento de soldados o almacén).
En 1444 la mandó construir en madera Ochoa López de Zabaleta. Destruida unos años después y recuperada y ampliada en el mismo siglo, ha llegado a nuestros días en muy buen estado gracias a la fortaleza de su construcción y por haber sido respetada en distintas épocas conflictivas por el alineamiento político de sus propietarios, en especial tras la conquista a sangre y fuego del Reino y Estado de Navarra en los lustros 3º, 4º y 5º del siglo XVI. Fue Palacio Cabo de Armería y tenía como tal asiento en las Cortes de Navarra, representando al brazo militar de los Caballeros.
La extinción del apellido Zabaleta acaeció con la muerte de Juan de Zabaleta en 1517. Heredó la torre y posesiones del señorío su hermana Catalina y, también siempre por vía hereditaria familiar, ha llegado hasta el actual propietario: Enrique de Otazu Llana. Desde Catalina la torre perteneció a las familias Pérez de Gaviria, Ollacarizqueta, González de Lebrixa, Dávalos, Valencegui y, desde principios del XIX, a la de Otazu.
El edificio fue cuartel de las tropas francesas en la Guerra de la Independencia entre 1808 y 1813. En ese mismo año 1813 fue acantonamiento y residencia del general inglés Wellington en su persecución de los franceses. También fue cuartel en las Guerras Carlistas del siglo XIX.
Entre 1927 y 1929 fue reformada sustancialmente para servir de vivienda por su propietario, José María de Otazu, al modo que deseó su madre, Isabel de Arrátabe. Esta actuación consolidó la vida y salud de una torre ya algo decadente. De 1932 a 2006 estuvo arrendada al farmacéutico de Lesaka y, luego a su hija, quienes establecieron el despacho en la planta baja.
Enrique de Otazu Llana se marcó como objetivo en 1994 rehabilitar íntegramente el conjunto para convertirlo en vivienda. Una primera fase se desarrolló durante los años 2008 y 2009 y también en 2013. Entre otras obras, se afrontó la recuperación del entramado de madera en la planta bajo-cubierta utilizando el primitivo ensamblaje y clavijas de madera.
Cuando se finalice una segunda fase, todavía no iniciada, la torre, cuya planta rectangular es de 18 por 9 m, dispondrá de 400 m2 divididos en cuatro plantas y media. Y 79 m2 de utilidad en la primera planta del anexo; edificio en el que debió de estar la primera Torre de Zabaleta, hecha en madera y reducida a escombros por los castellanos en la primera mitad del siglo XV. Años más tarde, con ayuda económica de los Reyes de Navarra, se volvió a levantar lo derruido, pero, además, se añadió una torre adosada con mayor tamaño y empaque: la actual Torre de Zabaleta.
Esta esbelta torre (20 m de altura) está construida con gruesa piedra paralelepípeda (1,2 m de grosor) de sillería, de tenue color azulado y procedente de las canteras de la cercana Igantzi. Destacan también sus primitivas vigas de madera de enorme tamaño. Esta imponente mole está coronada por una barbacana almenada corrida en forma de gran saliente sobre sólidos matacones de piedra.
Su traza es de planta cúbica y con tres niveles. Una puerta apuntada da acceso a un jardín de 850 m2. Tiene ventanas, de distintas épocas, apuntadas, conopiales y saeteras.
De su simbología, Otazu dice que “la torre fue construida para algo que finalmente quedó anticuado, como la guerra, y debido a ello carece de cicatrices”. Y a pesar de estar relacionada con una conquista feroz y posteriores enfrentamientos bélicos, la ironía de la vida hace que se le pueda considerar, también en palabras de su propietario, como “un símbolo de paz perpetua que Lesaka merece tener; y la torre merece tener a Lesaka y a sus gentes como su hogar”.