El trágico misterio de Ursua sigue en la negra oscuridad
la ermita de santa ana, frente a su noble solar, fue escenario de un terrible drama pasional que nadie hasta hoy ha conseguido descifrar
El poder de los Ursua era absoluto, indiscutible. Sus dominios se extendían por la práctica totalidad de Arizkun, desde las llanuras últimas de Naas, casi en las faldas del imponente Gorramendi, hasta el otro extremo, su otra casa de Dutelka o Dutalkoa en el paraje de Aintzialde. Al frente del solar de origen, quizás por una devoción que se nos escapa, levantó la ermita de Santa Ana, hoy humilde y al borde de la ruina y ayer, en tiempo que ni cabe situar, cuenta la leyenda que escenario de un crimen pasional que nadie ha sabido ni podido descifrar.
De aquí partió por segundón y por ley vieja, el hijo Pedro, al que insultaban de ¡francés! por origen de su madre llegada de esa Navarra tan nuestra como desconocida, desde el infausto 1522 perdida, arrebatada en la acometida feroz de Castilla. Y aquí, en esa ermita casi oculta en la sombra del bosque, localizan la leyenda y una canción que parece que la cuenta y que por siglos corre de boca en boca por tierras de Euskal Herria.
Cantan, desde el euskaltzain arizkundarra Pello Salaburu hasta el donostiarra que dejó su corazón en Arizkun y en Baztan, Mikel Laboa, y cuentan que esa ermita fue testigo en su interior del drama de otro Ursua, que nadie aún ha logrado identificar. Furioso y enloquecido en su noche de bodas, al advertir el embarazo oculto de su recién desposada, le pide acudir a la ermita al último rezo y una vez allí arremete contra ella y le causa la muerte, dicen unos que a puñaladas o asfixiada con un pañuelo de seda, según la versión de otros.
El drama hecho cantar suena indescifrable en los oídos del caminante, titulado Agur, nere arreba (adiós, hermana mía) con ese agur que igual puede ser saludo que despedida. Folkloristas a historiadores, desde la autoridad de don Resurrección María de Azkue (versión recogida en Gartzain, llegada allí al parecer de boca de Cruz Goyeneche, nacido en Elbete en 1867) o el Padre Donostia y su continuador Jorge de Riezu, hasta casi ahora mismo con Julio Caro Baroja y aún más próximo, Juan Madariaga Orbea, no consiguen dar razón del Ursua presunto asesino.
La infeliz víctima es Juana de Lantaina, venida desde la tierra de Ultrapuertos a sus esponsales, tampoco de identificada genealogía, a salvo de que antes de partir hacia Arizkun exprese su temor y le revele a su hermano Bautista que “nik ez Urtsura nahi” (no quiero ir a Ursua) porque está embarazada y la reacción de su futuro marido le supera. DRAMA PASIONAL Así lo califica Juan Madariaga Orbea en su Historia social de la muerte en Euskal Herria, que analiza el suceso como paradigma ejemplar, y tan escabroso asunto también intrigó a don Julio Caro Baroja que lo estudió en El señor inquisidor y otras vidas por oficio sin llegar a conclusión ninguna.
La versión de Resurrección María de Azkue (Euskalerriaren Yakintza, Madrid 1942) es equívoca y confusa en lo absoluto, tanto que más que situar el misterioso suceso en Ursua de Arizkun incita a pensar en que pudo suceder en Lantaina, en el palacio de la todavía comprometida pero no casada y hasta desprende un cierto tufillo incestuoso, amor entre hermanos (pecado de locos y de poetas, se dice) por la confesión de Juana a su hermano Bautista.
En efecto, la estrofa primera que recoge Jorge de Riezu (la cuarta en el caso de Azkue) dice: “Goiti zazu burua, ene arreba Juana, eztezaket goratu, anai Bautista jauna” (Alza la cabeza hermana Juana, no puedo levantarla hermano señor Bautista) y en la segunda de Riezu (quinta de Azkue) la descubre: “Izorra omen zara ene arreba Juana, ¿zertan zagutzen nauzu nere anaia jauna?” (Parece que estáis encinta hermana Juana, ¿en qué me lo conocéis mi señor hermano?).
Y en la conversación se da todavía una afirmación más clarificadora, cuando Juana de Lantaina le revela a Bautista, su hermano, estrofa cuarta recogida por Jorge de Riezu (herencia del Padre Donostia) y sexta de Azkue: “Nik iten dudan aurra zure besokoa izain da”que equivale a que “el niño que yo de a luz será de vuestros brazos” (¿abrazos?). Y de ahí las sospechas de incesto entre hermanos.
intriga En conversaciones que pude disfrutar en su celda modestísima y húmeda del desaparecido Colegio de Lekaroz con el, para mí admirable y tan querido, Padre Jorge de Riezu dialogamos en varias ocasiones sobre la leyenda y la canción, que él apuntaba incluso que podía ser irreal y hasta dudar de su origen. El folklore euskaldun, como en otros países, se ha nutrido en muchos casos de cantares ajenos y extranjeros, adaptados luego por los bardos del pueblo y asumidos como propios con el paso del tiempo.
El orgullo y prepotencia de los Ursua era mal acogido por sus convecinos: “Urbixko etorri zara” le apostrofa al señor de Bergara por levantar su castillo tan cerca del suyo (a cinco leguas) porque “le hacia sombra”. ¿Pudo alguien que les odiaba adaptar un canto extranjero al solar de Ursua en venganza por su maltrato? ¿Quién es el Ursua criminal y quién su víctima? Hoy lunes, en el Teatro Gayarre se estrena una versión adaptada por Nieves Oteiza, que, por poder, podría ser tan cierta como cualquier otra hipótesis. Si quiere conocerla, ya lo sabe, en el Gayarre a las ocho.
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