irurtzun - Santiago Mayordomo, vecino de Corella de 72 años, comenzó a hacer bastones hace dos décadas. Desde entonces, ha reunido una colección de más de un centenar que se pueden ver en ferias de artesanía de Navarra y alrededores. Pero lo hace para mostrar su trabajo, ya que no los vende. “En alguna ocasión se ha acercado gente para comprar pero nunca he vendido ninguno”, apunta. Son piezas únicas, labradas con mano maestra y gusto por el detalle, sin mirar el reloj. “Algunos me pueden llevar 5 meses, con 3 o 4 horas de trabajo al día”, apunta. Por ello, no tienen precio.

Comenzó con esta afición cuando dejó de fumar hace 20 años, para matar los nervios. “Fumaba dos paquetes y medio de Ducados al día. Los primeros días no podía parar quieto y pensé que tenía que hace algo para tener las manos ocupadas. Había un señor, ya fallecido, que hacía bastones y empecé con él”, recuerda. Así, comenzó realizar bastones como podía haber empezado otra actividad. Pero con el tiempo, esta afición ha pasado a convertirse en “un vicio”, según confiesa.

Y es que todos los días acude a la bajera que tiene en Corella, donde ha preparado un taller. Suele trabajar un rato por la mañana y sobre todo por la tarde, a partir de las cinco y hasta las siete y media, cuando le van a buscar unos amigos para tomar unas cervezas. “Mucho no se puede estar por las cervicales. También cansa mucho la vista”, apunta. El palo suele ser de olivo, olmo, fresno y espino, entre otras maderas que Santiago Mayordomo se encarga de cortar, enderezar y secar. Las empuñaduras siempre son de cerezo o nogal negro que compra a carpinteros.

Sus primeros bastones fueron con las cabezas de los abuelos vascos, típica talla que se puede ver en platos y figuras. Lo siguiente fueron las cadenas. “Es lo más difícil de hacer, ya que hay que tener cuidado de que no se rompan. Cuando acabé pensé que ya había cumplido, ya que creía que no iba a ser capaz”, recuerda.

BASTONES ÚNICOS Entre las empuñaduras hay muchas cabezas, algunas fácilmente reconocibles, como la de Miguel Hernández o Ramón y Cajal. Pero no es por ninguna razón especial. “La primera que hice fue de Pruden Induráin, porque le vi en el periódico. No se parece nada”, apunta, al tiempo que observa que ahora esta finalizando una que reproduce el busto del moro Muza que hay en Tudela. “Me gustó y le dije al nieto que sacara una foto”.

Otros bastones guardan historias, como el dedicado al atentado del 11-M, masacre que impactó a este vecino de Corella nacido en Calzada de los Molinos (Palencia), aunque vivió muchos años en Ibarra, hasta su jubilación en una mandriladora Precisamente, en un viaje entre estas dos localidades, cuando subía el puerto de Azpirotz, se enteró de la noticia. Entonces decidió hacer dos serpientes sin ojos, “los asesinos ciegos”, entre las que talló un pequeño pecho, en recuerdo de una niña de siete meses que murió dos días después.

Antonio Gala, siempre acompañado de un bastón, es uno de los pocos privilegiados que tiene uno de Santiago Mayordomo. “Me dijo un amigo que por qué no le hacía un bastón. Le respondí que si buscaba la dirección y se encargaba de enviarlo, yo lo hacía”. Así fue y el escritor pronto agradeció el detalle. “Mandó una carta muy amable y unos libros dedicados”, apunta.