pamplona - Hace un año les comunicaron el cierre de ICF Faurecia en Burlada. La decisión afectó a 189 familias, tantas como trabajadores tenía la planta. Ahora quedan alrededor de 100 porque el goteo de bajas ha sido constante. Algunos se acogieron a las prejubilaciones, otros a las recolocaciones en Tudela o la planta de Tecnoconfort, y unos pocos más encontraron otro empleo con un horizonte laboral más amable. Porque la intención de las multinacionales Faurecia y Lear Corporation sigue siendo la misma: dar por concluida la actividad en diciembre de este año. Aunque sus trabajadores hayan revertido las previsiones de la planta. Se estimaban 100.000 euros de pérdidas para el cierre del ejercicio de 2015, y en vez de eso se han logrado unos beneficios de 576.000 euros.
A pesar de las cifras, la decisión de cierre parece inamovible. Mientras llega esa fecha, los empleados siguen afanándose en su trabajo con la esperanza de que las multinacionales cambien de idea.
“El año ha sido más o menos normal. Vienes todos los días, cumples y te vas. Sabes que hay una fecha de caducidad que es 31 de diciembre de 2016, y no tienes nada más que pensar. Actúas como tienes que actuar, haces tu trabajo lo mejor que puedes y te vas”, dice Santiago Sotil, de 52 años y con una familia numerosa a su cargo.
“Hay trabajo y unos resultados buenos, pero se está yendo la gente y no sabemos si vamos a poder producir por falta de personal. Esto se va muriendo poco a poco, y llega un punto en el que ya no sabes hasta dónde puedes llegar”, cuenta Sotil, pesimista con respecto a su futuro sobre todo por su edad. “Tengo mucha carga familiar detrás y me toca pelear. Y cuando salga de aquí ya veremos qué pasa, pero me pilla con una edad muy complicada y no sé qué esperanzas tengo después. Lo veo complicado, pero tengo que intentarlo”, dice.
“La situación no ha variado mucho respecto al año pasado. Por un lado estamos a la expectativa y por el otro ya pensando en la fecha de cierre. Seguimos trabajando de la misma manera, pero nos aterra lo que hay más allá de 2016 y el día a día se hace duro. Ya es difícil trabajar en un sitio en el que sabes que te han despedido y que se va a cerrar. Además se están yendo buenos amigos y amigas, y en el aspecto personal y emocional se hace doblemente duro”, explica Javier Etxauri, con dos hijos y 21 años de trabajo en la planta a sus espaldas.
recolocaciones Miguel Quintana también llevaba dos décadas en Burlada, pero fue uno de los trabajadores que optó por acogerse a las recolocaciones que ofrecía la empresa. “Estuve aquí hasta el uno de septiembre, salieron las recolocaciones y probé fortuna... me fui en busca de un futuro. Tengo tres hijos y no podía quedarme aquí sabiendo lo que me esperaba. Y estoy contento, aunque nunca se sabe cuánto te puede durar el trabajo viendo cómo están hoy en día todas las empresas”, explica Quintana, con un hermano, Fernando, todavía trabajando en Burlada.
Ahora Miguel vive desde fuera la delicada situación de su hermano y sus antiguos compañeros: “Los veo por el barrio, hablas día a día con ellos y te van contando ‘se ha ido no se quién, se ha ido nosecuántos, se han ido todos los ingenieros, ahora tenemos tal jefe o este encargado...’ y piensas, ¿qué futuro les espera si se han ido todos los jefes? Se va viendo el goteo de gente que se marcha y si yo estuviera dentro lo viviría con mucha desmoralización. Por eso creo que he hecho bien con el cambio. Espero no haberme equivocado”, argumenta.
“Yo no intenté la recolocación. Hice mis cálculos y opté por otra opción que consideraba que era mejor. Ahora tengo que afrontar la decisión, nunca sabremos si me equivoqué o no, pero hay que ser consecuentes con las decisiones que se toman”, dice Etxarte.
Otro de los que prefirió seguir con la pelea es Iosu Mate, de 35 años y en la planta desde los 20. “Aquí estoy a gusto y no quería ir a otro lado con la esperanza de que esto salga para adelante. Por un lado estoy contento por seguir con la fábrica abierta, pero también con pena por toda la gente que ya no está”, explica este trabajador, padre de Odei, un niño de poco más de un año. “Si la empresa quiere esto puede seguir, porque los números están ahí. La situación no es fácil y lo vives con nervios, pero venimos a darlo todo. Al final esto hay que sacarlo adelante, y si te cierras en banda y no haces nada es cuando les das más motivos para que esto cierre. De esta manera, con los beneficios que hemos tenido, les estamos demostrando que están equivocados”, dice Mate.
Etxarte asegura que en casa esta incertidumbre desgasta mucho, pero cuenta con el apoyo total y la confianza de los suyos. Y conserva ciertas esperanzas de que la situación cambie para bien: “Venimos con la idea de cobrar un salario y la esperanza de que haya algún tipo de movimiento. El no ya lo tenemos y también sabemos que la vida no se acaba aquí. Más allá de Faurecia hay vida laboral. Nos costará más o menos, a unos les irá mejor y a otros peor, pero todos saldremos adelante porque en la vida se han dado situaciones más duras que esta y las hemos superado. No queda otra y hay que seguir con optimismo porque el pesimismo no te conduce a nada”, confiesa.