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Rostros y voces a favor de la normalización

Miguel, Eva y Fran conviven con un trastorno mental. Hoy tiran de valor y cuentan su historia para desterrar los estereotipos asociados a estas enfermedades

Rostros y voces a favor de la normalizaciónOSKAR MONTERO

BURLADA. "Por decirlo de alguna manera, estoy saliendo del armario", cuenta Fran Aristu. Miguel Rico y Eva María Roncero comparten la sensación. Los tres conviven con un trastorno mental. Y solo su círculo más cercano y los profesionales con los que trabajan lo sabían. Hasta hoy. Hoy quieren sacudirse sus propios miedos y reivindicarse ante los ajenos. En esta aventura les acompaña la psiquiatra Lorena de Simón. "La suya es una apuesta muy valiente", reconoce esta extremeña afincada en Pamplona desde hace ocho años.

"Conforme vas ganando confianza en ti mismo pierdes también el miedo a que se sepa", dice Fran. "Yo pensaré... ¿me miran raro porque han leído la noticia o por la ropa que llevo?", bromea Eva. "Cuando me lo propuso Lorena dije que sí, vamos allá. Para mí es una especie de liberación", confiesa Miguel. "Sí", responde Fran, "pero también da un poco de cosa. Habrá quien reaccione con naturalidad; pues mira, uno más. Y habrá quien diga, uyyy, cuidado con este, que puede ser peligroso. Es una de las cosas que trabajamos. Tú puedes controlar tus emociones, ser asertivo y explicarte de manera adecuada. Pero no puedes controlar cómo va a reaccionar la otra persona".

"Yo en mis relaciones personales lo digo y no tengo ningún problema, pero en los trabajos no porque no quiero un trato a favor ni en contra. Todavía se sigue estigmatizando muchísimo y parece que no valemos", se queja Eva.

A Miguel, de 51 años y usuario del CRPS Félix Garrido de Sarriguren, la enfermedad le pilló pasados los 40. "Fue un mazazo. Empecé a sentirme mal. Me costaba levantarme, en el trabajo estaba incómodo, rehuía a la gente... Fui al médico y pasé de centro en centro hasta que me dieron un diagnóstico, y ahí sigo. Me costó muchos años aceptar la enfermedad. Te pones un autoestigma y dices, joder, me siento un inútil con lo que yo era, con lo que he trabajado y he hecho en esta vida. Hay días que tienes bajonazo, pero sigues trabajando. Y me voy sintiendo mejor poco a poco", dice.

Eva tiene 31 años y vive en la Rochapea. "Desde pequeña he sido bastante hiperactiva. El trastorno lo he tenido durante toda mi vida, pero no me ha quitado de trabajar. Desde los 16 años llevo trabajando y estudiando, en dos trabajos a la vez... Sí ha habido momentos en los que he tocado fondo. Llevas a lo largo de tu vida una mochila en la que vas metiendo más, más y más, y cuando te diagnostican bien la vacías de golpe y empiezas de nuevo. Las cosas de la vida cotidiana caen en mochila vacía y vas con el equipaje ligero. Lo primero que trabajas es la consciencia. Que tú sepas qué es real y qué no. No solo trabajas temas de medicación, sino cómo enfocar el trastorno y llevarlo lo mejor posible. Y mi calidad de vida ha dado un cambio importante. Ahora, por ejemplo, no me afecta tanto la toma de decisiones o enfrentarme a situaciones de exclusión social", dice.

Fran, de 49 años, ha renegado de su enfermedad durante media vida. "Creo que se me declaró con 17 años, y a los 20 empecé a recibir tratamiento. Pero no aceptaba el diagnóstico. Quería avanzar en mi vida y no podía, había una barrera invisible que me lo impedía. Hasta que con 41 años, por una serie de situaciones personales, llamé a mi psiquiatra y le dije: oye, lo acepto. Entonces mi vida dio un vuelco de 180 grados. Fue como si cortase con un cúter esa barrera invisible. La atravesé y empecé a mejorar mi autoestima, a quererme, a darme cuenta de las cosas que hacía bien, a soltarme con las conversaciones, a sentirme liberado. En definitiva, me respetaba. Ahora me encuentro bien, pero me falta creérmelo porque han sido muchos años de sufrimiento. Estoy en ello".

LOS ESTEREOTIPOS

Miguel, Eva y Fran siguen luchando y aprendiéndose para manejar su enfermedad de la mejor manera. De puertas hacia fuera también tienen que enfrentarse a los estereotipos más extendidos. Esos que les tildan de personas peligrosas, potenciales agresores o gente imprevisible. Etiquetas que, además, les ponen las cosas difíciles para acceder al mercado laboral. Y eso que los tres han currado de lo lindo toda su vida.

"Que me conozcan, que vean cómo soy. Juzga tú mismo si soy peligroso, bueno o malo, si tienes que hacerme de lado, si podemos ser amigos o seguimos como hasta ahora... Yo soy sociable, pero tengo este pequeño problema. Soy un poco cuadriculado, me obsesiono con las cosas... tengo una forma de ser un poco diferente. Sin más", dice Fran. "Una vez estabilizada la enfermedad con los profesionales, no tenemos diferencia con los demás", comenta Miguel.

"No vamos con un palo a pegar a nadie. Que tenga unos síntomas no quiere decir que sea una psicópata", explica Eva. "Nos hacemos más daño a nosotros mismos. Con los demás, hablo por mí y por todos los compañeros que he conocido, somos cordiales. Pero con nosotros no somos tan tolerantes y nos machacamos mucho", dice Fran.

"Muchas veces he tenido que decir: No me trates como una niña, que tengo 31 años", dice Eva sobre otra de sus vivencias habituales. "Es que una cosa es que tenga un problema, y otra que sea tonto del culo", añade Fran entre carcajadas. "Es la sociedad, que tiende a proteger", apunta Miguel. "O te rechazan o te sobreprotegen, no hay termino medio", concluye Fran.

El lunes, a las 14.00 horas en el salón de actos de la biblioteca de Ciencias de la UN, los tres serán los ponentes del curso Capacitarse para entender la discapacidad. Porque, como cuenta Lorena, la mejor manera de que la sociedad conozca y pierda el miedo a los trastornos mentales es dando voz a las personas que los padecen.