Al relance, ya querencia por su belleza, del plateresco como primer embroque del Renacimiento en Navarra el punzón del sentimiento insiste en filigrana. El deleite del tan inefable como virtuoso claustro del Monasterio de Iratxe te da ganas de repetir. Dejándose llevar por el curso de las aguas del Ega, que se entregan al recaudador Ebro, encontramos en la ciudad de Tudela otros tesoros del Plateresco navarro. El conjunto catedralicio de la capital ribera contiene tres destacadas obras de este estilo que se ejecutaron en la primera mitad del siglo XVI: El retablo de San José (escuela aragonesa), el coro y reja que encargó el Deán Villalón a Esteban de Obray en 1519 y la portada y ventana del palacio Decanal que el propio Villalón mandó ejecutar al gusto que había afinado en las modas de la época, exportadas desde la cuna italiana del Renacimiento.

A la talla de la Virgen Blanca, a todo el espléndido románico y protogótico, incluída la Puerta Pintada o Puerta del Juicio, y a la memorable belleza barroca de la capilla de Santa Ana les debemos unas visitas de mil miradas y otras tantas almas conmovidas. Este modesto espacio trata esta vez de la mentada ruta plateresca y, en concreto, de la decana de las expresiones de este arte en Tudela: la portada de la Casa del Deán de la calle Roso.

La figura de Pedro de Villalón y Cálcena, que fue nombrado deán por el papa Julio II en 1507 y tomó posesión del cargo en 1511 a pesar de distintos intereses legítimos de los reyes Juan y Catalina de Navarra, no casaba muy bien con los sentires tudelanos de esas primeras décadas del siglo XVI. Por entonces la fidelidad de la ciudad al reino estaba fuera de toda duda. Incluso, en distintos pasajes de la historia, se habla de alguna huida del deán por los tejados de palacio ante el abordaje de numerosos ciudadanos que querían experimentar con él alguna de las escenas de las dovelas del lado diestro (infierno) de la cercana Puerta del Juicio. Fue Pedro de Villalón un hombre engreído y amante de lo fastuoso. Mas se trata de describir el patrimonio y, sin duda, esta portada del deán es muy valiosa por ser la primera pincelada del Plateresco en Tudela.

palacio decanal Esta fábrica comenzó a construirse en 1477 en un solar de unos 800 m2 con dos alturas y una galería de arcos ojivales en el que se aprecia el estilo mudéjar. Tuvo, hasta su demolición en 1879, una talluda torre de la misma expresión. Pedro de Villalón fue uno de los subalternos de confianza, y poseedor de buen número de cargos, del papa Julio II. Con su llegada a Tudela el palacio se reformó, amplió y enriqueció con distintas actuaciones artísticas y decorativas que bien pudo dirigir también Esteban de Obray desde el tercer lustro del siglo XVI.

En 1783 la Colegiata de Santa María pasó a ser catedral y la sede a tener obispo propio. Este adoptó el palacio como vivienda. Ya en el siglo XIX el palacio fue ampliado con una entrada principal por la actual plaza de San Jaime. Desde 1955, tras décadas de abandono, este histórico caserón se ocupó por agrupaciones comprometidas con los nuevos movimientos de la Iglesia Católica y clubes culturales (cine, conferencias, montaña...). Para el recuerdo de este entramado social su mítico nombre: Muskaria.

A finales del siglo XX el arzobispado, el Gobierno de Navarra y el Ayuntamiento de Tudela acordaron recuperar el esplendor de este palacio. Así, en el año 2000 se reinaguró. En su interior se ubica el Museo de Tudela. Visitarlo tiene el doble gusto de poner pie en un palacio que además de casa de deanes y obispos, fue casa y hospedaje de reyes. Residiendo en este palacio, la infanta navarra Leonor, nieta de Carlos III el Noble, fue coronada y jurada como reina de Navarra el 28 de enero de 1479, tras la muerte nueve días antes de su padre Juan II de Aragón. Su reinado en este palacio tudelano sólo duró dos semanas, ya que enfermó y murió el 12 de febrero.

La portada y la ventana de este bellísimo palacio navarro quedan en muchas ocasiones fuera del ojo de pez que permiten las estrecheces de las calles y el fijo asombro con que atrapa la Puerta del Juicio y su carácter magistral y alucinante. La portada del Deán es más modesta, joven y fina. Habla con elegancia. En el liso paramento de ladrillo se abre una puerta de medio punto con dovelas y encima, presumido, está el tragaluz de la planta noble. Ventana muy laboreada por decoración a candelieri. Tiene forma cuadrada y presenta sus jambas y dintel con yeserías de casetones con rosetas. Las pilastras se lucen al mejor estilo italiano. Y la ornamentación se extiende al basamento y al friso. Entre la puerta y la ventana esta colocado el escudo de alabastro del mencionado deán Villalón y su insigne protector, el papa Julio II. Les bailan serafines. La leyenda, que tampoco debió ser muy inspiradora para los tudelanos, es ilegible.