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Tiebas, la Tebas navarra: vista y no vista

El Castillo de Tiebas, mojón emblemático de la ruta principal que une el norte y el sur, será el más visto del patrimonio de Navarra, pero uno de los menos visitado

Tiebas, la Tebas navarra: vista y no vistaMANUEL SAGÜÉS

Allá por 1980, cuando se puso en funcionamiento el eje norte-sur de la autopista de Navarra (desde aquí, un apoyo a la reivindicación de los riberos sobre su gratuidad), a más de uno el viaje le ofreció el ilusionarse con las ruinas del Castillo de Tiebas. Sobre todo, cuando, en dirección a Pamplona, el vehículo está finalizando el surfeo sobre las lomas mozas de carrascas que brotan con fuerza tras la peña y el glacis de Unzué. Montes, laderas perforadas y haciendas de paso a la vida y también a la muerte. Tierras de espíritus caballerescos y militares en forma de fortificaciones almenadas y de ringles de milicianos barracones. Y glosas y poesía teobalda y trovadora al elevar a la vida al hijo agarrado al cuello y al rememorar el último halo de vida de algún amigo como Joaquín Pascal, Alfonso Pérez de Ciriza? amantes convictos de la naturaleza e historia de estos suelos, aires, pagos y fueros.

El de Tiebas fue más bien un palacio residencial que una fortaleza militar. Y sus bellas ruinas, que componen una mina de mil vetas, millón de sillares, y enormes brechas son un auténtico recreo para la luz y la fotografía. Las vistas, ayer plenas de paleta amarillo-soja y de brocha gorda, desde este promontorio son algo más espectaculares.

Gran fábrica es esta de Tiebas, levantada en tiempo de los Teobaldos; unos dicen que ya fue residencia del primero, Teobaldo I, pero en verdad bien documentada en el segundo de la primera dinastía, la de los Champaña, de reyes francos en Navarra. Teobaldos que desde 1234 introdujeron un crisol de culturas y nuevos modos políticos que, en principio, chocó contra la austeridad instalada en el reino. Modernidad de un feudalismo con guiños democráticos, pero mal acogidas por el pueblo y por el hasta entonces privilegiado estamento de la nobleza. De la época es la creación de del Consejo Real y del Tribunal Superior de Justicia. Cetro real autoritario y agitador que, en su primera época, prefirió vivir algo alejado de las protestas de la población. De ahí la idea de construir una residencia estratégicamente ubicada pero fuera del núcleo urbano de Pamplona. Así, en base al gusto bebido por los Teobaldos, aficionados a las Cruzadas, en la mitología antigua, se mandaron construir este palacio. Y su nombre, Tiebas, quizá sea en recuerdo de alguna de las históricas ciudades de nombre Tebas: una que fue capital del Imperio Medio y Nuevo de Egipto y que estaba situada en la actual Luxor; y la que fue la Tebas del norte de Grecia.

Una pequeña Tebas navarra se podrá pensar de Tiebas si a las tan vistas ruinas les concediéramos el privilegio de verlas a pie de sus sillares y no desde el asfalto de una autopista. La sorpresa sería mayúscula, como lo son sus elocuentes arcos de descarga. También sorprenden los contrafuertes de unos murallones que en su lado mayor sobrepasan los 60 metros. La existencia de canes en hilera indican que el edificio tuvo varios pisos. También hablan de su importancia y lujo las bodegas subterráneas y otros restos que interpretan ricas estancias con chimeneas y suelos con baldosas y tejas de muy variados colores. Fue una obra magnífica hecha al modo de los châteaux franceses que sirvió de residencia para reyes (Teobaldo II, Enrique I, Carlos II ). Y que tuvo distintas funciones: cárcel, archivo real, depósito de Comptos... Sufrió un gran ataque de Castilla en 1378 e, incendiado, gran parte de los documentos del reino se perdieron para siempre. Fue reparado y 143 años después la infidelidad beamontesa y la masacre de Noáin le libraron del desmoche.

En el XVII estaba en ruina. Y en la Guerra de la Independencia (1808-1812), quedó matado, pero, bravo, no muerto. Véanlo arriba, ¡qué gozo!