El próximo miércoles, 12 de octubre, se cumplirán 80 años del famoso discurso de don Miguel de Unamuno en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca donde lanzó la famosa frase “Venceréis pero no convenceréis”. La dirigió a los mandos que encabezaba el vampírico general fascista Millán Astray, y los militares franquistas que habían organizado el acto en exaltación del Día de la Raza, que no fiesta de la Hispanidad.

Aquel incidente ha quedado para la historia fundido en letras de oro, como uno de los acontecimientos más singulares de la Guerra Incivil (así mismo la calificó Unamuno en el transcurso de la refriega), y refleja fielmente el perfil de la España que llegaba arrasándolo todo. Y el contraste entre el valor del pensamiento frente a la brutalidad de las armas, la cruda realidad de que cuando la violencia más despiadada entra por la puerta, la cultura y la inteligencia se ven obligadas a saltar por la ventana.

Unamuno no tenía intención de intervenir pero lo haría ante el exabrupto de un oscuro catedrático que atacó con virulencia a vascos y catalanes como “cánceres” que el fascismo exterminaría “cortando en la carne viva (...) libre de falsos sentimentalismos”, aplaudido y arengado por el Millán Astray criminal de guerra. Tras mostrar su disconformidad con el orador precedente, adelanta que dejará de lado la ofensa personal contra vascos y catalanes llamándolos anti-España: “El señor obispo lo quiera o no lo quiera, es catalán, nacido en Barcelona, y aquí está para enseñar la doctrina cristiana que no queréis conocer. Yo mismo, como sabéis, nací en Bilbao y llevo toda mi vida enseñando la lengua española”.

Millán Astray le grita “¡Muera la inteligencia!” y “¡Viva la muerte!” y le amenaza con su arma. Unamuno continúa: “Éste es el templo de la inteligencia, y yo soy su sumo sacerdote! Vosotros estáis profanando su sagrado recinto. (...) Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis, porque para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho”. Tuvo que salir escoltado, destituido como rector y murió dos meses y medio después. Queda su dignidad. - L.M.S.