barañáin - Con dos copas encima a cualquiera se le envalentona la lengua y arregla del tirón los conflictos de toda la humanidad. Luego bajan los vapores del licor, sube la resaca y las fuerzas no dan para mucho más. Claro que algunos sí pasan de la teoría a la práctica. “Después de una noche en la queríamos arreglar el mundo hicimos un grupo de WathsApp con toda nuestra lista de contactos. Mucha gente respondió al llamamiento y nos empezamos a juntar”, explica Uxue Buñuales sobre el origen del colectivo Barañáin con las personas refugiadas/Barañain Errefuxiatuekin. “Nace después de todas las imágenes que hemos visto a lo largo de estos casi 5 años, toda la emigración a las puertas de nuestra casa. Se han cerrado las fronteras y ahí se han quedado a su suerte”, lamenta.

Su primera iniciativa fue una recogida de material con la ayuda de Red SOS Refugiados, encargada de trasladar después todo a Grecia. Casi sin tiempo, en “una campaña frenética” de junio, con una gran respuesta de sus vecinos, la colaboración de otras asociaciones locales como LaNabe, el propio Ayuntamiento o Cáritas Azpilagaña, llenaron hasta arriba cuatro palés con alimentos, material escolar, de higiene o juguetes.

Ahora han dado un paso más. Algunos miembros del colectivo, los que pudieron, viajaron a Grecia en verano y conocieron in situ los campamentos militarizados de Tesalónica, donde trabajaron como voluntarios repartiendo fruta y verdura. Y como por ahí andaba Xabier Ayerra cámara en mano, empezaron a recopilar material audiovisual. El resultado, con entrada libre previa retirada de invitación, podrá verse hoy mismo a las 20.00 horas en el auditorio de Barañáin.

“No podía desaprovechar la oportunidad de llevar una cámara e intentar traer algo para denunciar la situación que viven esas personas”, detalla Ayerra. “El hilo conductor del documental es el proyecto que fuimos a hacer allí, y de paso se entrevistan a muchas personas migrantes y a voluntarios de otras ONG. También se hace hincapié en los proyectos autogestionados que intentan desarrollar estas personas y se critica el negocio de las grandes ONG”, resume.

El valor principal de la cinta, en eso coinciden todos, son los testimonios de las personas que habitan esos campamentos en condiciones infrahumanas. “Se despiertan, malcomen, se duermen, vuelven a malcomer... su día a día se basa en eso”, cuenta Uxue. “Les estamos tratando peor que a nuestros animales. Están con una rabia y una desesperación tremendas”, dice por su parte Goizeder Biurrun. “Lo realmente interesante del documental es que les ponemos voz y rostro para conocer sus puntos de vista, qué sienten, qué desean, qué están viviendo y qué piden. Y en general la mayoría dice que no le importan sus derechos, pero sí los de sus hijos. Esa es su mayor preocupación”, cuenta Ayerra. “Lo más importante del viaje es que nos ha posibilitado estar con ellos. Tienen muchísima necesidad de que se les escuche. Aunque solo sea porque se han sentido escuchados, a mí ya me parece importante el viaje”, expone Maite Arregui, y Xabi pone el ejemplo de un día en el que “se desmadró un poco la cosa” y se hizo una enorme fila de personas que querían hablar a cámara para elevar sus peticiones; pilas para un marcapasos, crema para la sarna, etc...

los problemas Estos voluntarios enumeran los graves problemas y vulneración de los derechos humanos más elementales que padecen diariamente estas personas. Algunos están sumidos en tal depresión que apenas salen de sus tiendas. A otros la desesperación les vuelve violentos. Mafias, violaciones, robos, navajazos y peleas, drogas, repetitivas raciones militares de comida, el constante tutelaje por parte de quienes gestionan los campos (muchas veces las propias ONG) y que les impide desarrollar sus propios proyectos para autogestionarse... Y, sobre todo, la angustia de no encontrar respuesta a una sencilla pregunta: ¿hasta cuándo? “Hay situaciones muy graves, de gente que lleva 6 años en una tienda, desde que empezó la guerra. Hay casos muy extremos y eso es realmente lo importante del documental”, comenta Ayerra, que describe el trabajo como duro y muy satisfactorio al mismo tiempo.

movimiento social Aliviar la situación de estas personas depende de la voluntad política de los que mandan en las altas esferas. Este colectivo es plenamente consciente de esta realidad, pero defienden su labor desde la base para concienciar y pinchar al que está un poco más arriba (en su caso el Ayuntamiento de Barañáin) y que la queja vaya subiendo peldaños poco a poco. “Nosotros tenemos un margen de maniobra muy pequeño; podemos enviar comida, por ejemplo, pero no podemos acoger a estas personas. Pero sí hay un movimiento social y como sociedad tenemos el deber y la obligación de exigir a los gobiernos que den un paso más. Están muy bien las bonitas palabras escritas en un papelito, pero se necesita mucho más”, dice Goizeder Biurrun. Cita todos los colectivos que se han formado en Tafalla, Villava, Lizarra, Huarte, etc... “tanto para concienciar a la gente como para obligar a los ayuntamientos a actuar...”, explica.

Y con este documental pretenden aportar un granito de arena más para dar a conocer esta realidad y remover, desde la base, las conciencias del personal.