En 1971, los asiduos a las tertulias y los parroquianos de los viejos cafés de Pamplona se lamentaban por el cierre de uno de sus más castizos puntos de reunión: el café Torino de la plaza del Castillo. Había sido fundado por la familia Dihins a principios del siglo XX, y posteriormente fue regentado por Melitón Ariz y por Doroteo Cotelo. Su terraza era uno de los lugares a los que solía acudir a Ernest Hemingway en sus estancias en Pamplona, aunque, curiosamente, en su novela Fiesta le cambió el nombre por el de otra ciudad italiana: Milano. En dicho libro lo retrataba como “medio bar, medio cervecería, pequeño”, pero en su defensa decía que en él “se podía comer algo, y bailar en una habitación trasera”. La fotografía, obtenida en sus últimos días de existencia, puede verse que el bar no era tan pequeño como decía el novelista, y que tenía un bonito y preciosista escaparate de galería.

Hoy en día nada queda que recuerde al Nuevo Café Torino, toda vez que sus últimos propietarios echaron el cierre en enero de 1971, hace ahora 46 años. Tras su clausura, el local fue dividido en dos propiedades diferentes. En una de ellas se abrió el Windsor Pub, en el año 1973, mientras que en la otra mitad durante mucho tiempo se instaló una sucursal de la Caja de Ahorros de Navarra, y posteriormente otros negocios y comercios, hasta el día de hoy. Podemos, eso sí, lamentar la total falta de trabas existentes a la hora de eliminar el viejo escaparate de madera, para abrir locales y escaparates de nueva (y extemporánea) factura. Y dicho esto, no queremos terminar este último Adiós Pamplona del año sin desear a nuestros fieles lectores un feliz 2018, en el que ni un solo comercio tradicional eche el cierre en esta Iruñea de nuestros dolores. Zorionak eta urte berri on mundu guztiari...!!!