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Piedramillera lidera un preocupante ranking

Este pequeño municipio de Tierra Estella es el que más habitantes, en porcentaje, perdió en la última década, con un 38,3%, según la FNMC

Piedramillera lidera un preocupante rankingRUBÉN USÚA

Ni la tranquilidad de sus calles ni unas espectaculares vistas a Valdega y La Berrueza, todavía más en plena estación primaveral, han podido frenar en los últimos años la despoblación sufrida por Piedramillera. Según un informe hecho público recientemente por la Federación Navarra de Municipios y Concejos (FNMC), esta pequeña localidad de Tierra Estella, -situada a 19 kilómetros de la ciudad del Ega-, ha sido el municipio que mayor porcentaje de habitantes perdió a lo largo de la última década (entre 2007 y 2017), en concreto, más de un 38% de su censo, pasando de 60 habitantes a solo 37.

Aunque estadísticamente este pueda ser el caso más llamativo, lo cierto es que el fenómeno de la despoblación no es para nada exclusivo de Piedramillera, sino que viene golpeando año tras año a la mayoría de las pequeñas localidades de la comarca y de otras zonas de Navarra, como el Pirineo.

De hecho, otros dos municipios de la Merindad de Estella le siguen en la lista: Aguilar de Codés, que ha pasado de 110 a 72 habitantes (un 34,55% menos) y Azuelo (de 51 a 34, un 33,33%). Y eso que el estudio se ciñe solo a los municipios y no habla de los concejos, en una situación muy similar o incluso peor en muchos casos.

Y lo más preocupante es que las cifras prometen ir agravándose, ya que la población que aún reside en estos núcleos rurales tiene una edad avanzada, va falleciendo, y no se percibe un relevo generacional. “En Tierra Estella todos esos pueblos que hace veinte años rozaban los cien habitantes van a menos poco a poco, es algo imparable y un problema general. El umbral para poder mantenerse y contar con un nivel atractivo de servicios es de entre 300 y 500 habitantes”, opina el actual alcalde de Piedramillera, Enrique Ganuza.

Y es que, como dice, “está demostrado que en la sociedad actual las personas que forman una familia eligen en su mayor parte poblaciones de mayor tamaño y con un nivel de servicios superior. Los pueblos son más para fin de semana o vacaciones, y van a quedar para eso, veo que es imposible revertir la situación”.

más de 400 habitantes La falta de empleo es desde hace décadas uno de los motivos de ese despoblamiento o, mejor dicho, el principal. “En 1950 Piedramillera tenía más de 300 habitantes y aproximadamente 30 familias vivían de la agricultura, siendo necesario residir en el pueblo. Hoy es suficiente con 3 ó 4 personas, y ya no es necesario vivir aquí para poder realizar esos trabajos”, argumenta el alcalde, quien considera que la Administración “debería dotar a los pueblos de los instrumentos necesarios para su mantenimiento”.

El propio alcalde recuerda otros tiempos, no tan lejanos, en los que la situación era muy distinta. “Cuando estudiaba EGB en la escuela de Los Arcos, Piedramillera era el pueblo de la zona con más estudiantes. Íbamos unos 18 ó 20 a la escuela de distintas edades; ahora, en cambio, no hay ni un niño”.

Las cifras respaldan los recuerdos que conserva el hoy primer edil, y es que en la década de los setenta el censo se acercaba todavía a los 200 habitantes y a principios de siglo llegó incluso a superar la barrera de los 400, un caso prácticamente calcado al de otros muchos municipios de la comarca. “Da pena cómo están los pueblos, pero la vida ahora es diferente y aquí no hay trabajo; el que tiene un poco de tierra, aún, pero los demás se tienen que marchar fuera”, sentencia Vidal Maeztu mientras, azada en mano, se ocupa de cultivar su pequeña huerta.

A sus 83 años, él vivió los años en los que las calles de su pueblo estaban repletas de gente, cuando las familias eran muy numerosas y cuando trabajar en el campo era una labor de extrema dureza y enorme dedicación. “Éramos un montón de mozos y de mozas; recuerdo que poníamos dinero para pagar a los músicos en fiestas y lo menos estábamos 50. Y en Los Arcos hasta había una sala de fiestas que se ponía a tope. Ahora en invierno aquí ya no hay más de 10 ó 12 viviendo y el que puede se va con los hijos a pasar esos meses a Estella o a Pamplona. El fin de semana y en verano sí hay más gente”, sentencia Maeztu.

La misma opinión tiene Fernando Arzoz, quien, a sus 42 años, es uno de los vecinos más jóvenes y recuerda también aquellos años en los que el número de escolares de Piedramillera era bastante llamativo. “Recuerdo de ir a la escuela de Los Arcos más de veinte chicos y chicas del pueblo, y de eso hace unos 25 ó 30 años. Ahora no hay ningún niño que viva aquí, salvo los que vienen los fines de semana o en el verano”, señala.

Él ya conocía los últimos datos del informe de la FNMC sobre la despoblación y concretamente sobre Piedramillera. “Me lo dijeron el otro día. Y aún serán menos de 37 habitantes, porque hay gente que aunque ya no vive en el pueblo todavía sigue empadronada”.

un fenómeno general Quien tiene una visión muy amplia del fenómeno de la despoblación que amenaza al mundo rural es el secretario del Ayuntamiento, José Miguel Corres, ya que ocupa también ese mismo puesto en el Valle de Lana, en Sorlada y Mues, todos ellos municipios de la Merindad de Estella en una situación bastante similar. “Cuando empecé a trabajar hace 34 años en el Valle de Lana, por ejemplo, había siete concejales, eso quiere decir que eran más de 250 habitantes; ahora son unos 170. Y aquí en Piedramillera pasaban de los 100. De toda la zona yo diría que solo Acedo se mantiene un poco, ya que hay algún joven que se ha quedado allí a vivir”, explica.

Y es que, al igual que relatan los vecinos, Corres asegura que “en estos pueblos gente joven ya no queda, son todos de 40 años para arriba y con mucha gente mayor que poco a poco se va muriendo. Hay casas en venta pero tampoco se compran. Ni siquiera en verano hay tantos niños como había hace diez años. Recuerdo aquí en Piedramillera cuando se puso una sala con ordenadores, venían varios en vacaciones, pero últimamente ya ni eso”, asevera el secretario, quien tiene claro que el futuro es pesimista. “En diez o quince años muchos pueblos se van a quedar vacíos”, asegura.