Síguenos en redes sociales:

De porches, tiendas y vidas (II)

De porches, tiendas y vidas (II)

Hola, personas. Como diría la ETB: ¡Vaya semanita! No sé si comentar siquiera este tráiler del invierno que nos ha proyectado el otoño. Joder qué frío. Menos mal que yo esta semana ya tenía el recado hecho y no he salido, lo confieso. En enero, con 1º en el termómetro me gusta pasear, sin embargo este frío de octubre me ha pillado sin entrenar y no me ha apetecido disfrutarlo. ¿No os ha pasado algo parecido? Cada cosa a su tiempo.

Bien, en el pasado Rincón nos quedamos en la desembocadura de la calle de San Nicolás. Seguimos camino y llegamos al único tramo del perímetro que no tiene soportales. En la esquina encontrábamos la zapatería Atozqui, atendida muy amablemente por el padre de Fermín y en donde a nosotros nos compraban los zapatos Gorila, auténticos todoterreno que llevaban de regalo una pelota verde muy cotizada; luego estaba, y está, el estanco, hoy ampliado con la vieja zapatería, glorioso negocio tocado por la varita mágica de la administración y que disfrutaba en exclusiva de la venta de todo papel oficial que para trámites burocráticos fuese necesario y de todas las pólizas y demás sacacuartos que el pobre ciudadano había de mercar ahí, sí o sí. En el Nº 37, estaba la preciosa platería de Astrain, las parejas pamplonesas de familia “bien” recibían en su boda la consabida bandeja o la cubertería de plata de Astrain.

El edificio siguiente es uno con mucha historia. Se llama casa del Toril porque tal función desarrolló cuando la plaza era coso taurino. En sus bajos se instaló el primer café de Pamplona, corría el año 1844 cuando un señor suizo llamado Matossi abrió el Café Suizo, auténtico signo de modernidad en la época. Continuó calentando cuerpos y almas pamplonesas hasta el año de 1952. En el primer piso tuvo su sede Acción Republicana y en el segundo el Ateneo. En la actualidad el Orféon Pamplonés afina sus gorgoritos en él. Cuando el Suizo cerró llegó el Banco de Bilbao, ley de vida. Tras el banco, peletería Rome despachaba su fina mercancía en una pequeña tienda que a mí me causaba gran curiosidad, siempre me paraba en su escaparate, me llamaban la atención las distintas pieles, pelos y colores. Luego Leoz, histórico templo de la prensa. Otro banco, el de Vasconía, ocupaba los siguientes locales. En esta oficina trabajaba un ordenanza de buena planta que a las tardes, para ir de chiquitos por el centro, se vestía con impecables galas, lo que le hizo acreedor del apodo de El Marques de 7 a 10. A continuación volvemos a entrar en los porches. Es el tramo más pequeño de todos ellos pero es el comienzo de la zona noble de la Plaza.

Lo que allí había me viene a la memoria traído por el sentido del olfato. Jamás olvidaré el olor de la pastelería Delicias, sus tostadas, sus perritos calientes en pan bombón plancheado, ummm, sus bombas de crema, su chocolate con churros las tardes de invierno. Buen local. Luego encontrábamos dos establecimientos de los “de toda la vida”: el Secretariado Navarro y Trías, el primero más funcional, dedicado a la pluma, el papel, el archivador y la carpeta; el segundo, más ornamental, era una antigua tienda de estilo art nouveau, maravillosa, que vendía complementos de moda, guantes, abanicos, corbatas y de más cosas tan inútiles como deliciosas. Tras el portal llegamos al pasadizo de la Jacoba, curioso rincón que debe su nombre a doña Jacoba Murillo, esposa de don Bernardo Machiñena, que cedió los bajos de su casa para que se abriese el pasaje. Encima de estos locales se hallaba el Club Taurino de Pamplona, templo de la fiesta, cátedra del saber taurino donde hemos asistido a conferencias y entregas de premios varios. En mi memoria, sobre todo, mi llorado amigo Carlo Crosta entregando su Ambrogino d’Oro (una medalla de San Ambrosio) a la mejor vara de la feria.

Doblamos para encarar el tramo más largo y más elegante, el tramo del Iruña. En él encontramos los portales más señeros de la plaza correspondientes a los dos grandes edificios que se levantaron a finales del siglo XIX, los números 43, 43 bis y el Edificio del Crédito Navarro,el 44 bis. En sus bajos , en primer lugar, el inevitable banco, en esta ocasión el de Vizcaya, aquí, años ha, estaba el Café Kutz pero el banco se lo tragó, los bancos cometían lo que Antonio Ayestarán en sus Mañueterías llama “cafeticidios”, donde hubo un café hay un banco. Después llegamos a la entrada de la belena de Pintamonas, pasadizo interno entre casas, pegadito encontrábamos un pequeño local lleno de carteles taurinos donde atendía un limpiabotas enjuto y repeinao, vestido de catafalco, que por tres duros te dejaba los zapatos como espejos y, se decía, que vendía condones de tapadillo. En su lugar está ahora la entrada al Subsuelo, lugar de grandes conciertos, The Cavern es a los Beatles lo que el Subsuelo es al Desagüe.

Y, por fin, llegamos al local más afamado de todo Pamplona, el Café Iruña. Fundado en 1888, ha sido protagonista y testigo de los últimos 130 años de la vida de la ciudad. Era precioso,lo recuerdo lleno de espejos venecianos, veladores de mármol y sillas Thonet, pero llegaron los decoradores y perpetraron una reforma que lo llenó de frutas de escayola pintadas en bronce patinado y? ahí lo dejo porque lo demás está a la vista de quien quiera verlo.

Sobre el Iruña, el Casino Principal, centro de reunión de todo aquel que en Pamplona era algo. Algunas fortunas cambiaron de mano en sus rincones secretos.

Tras la casa del Casino viene el edificio más antiguo de la plaza, datado en el siglo XVII este edificio fue desde residencia de vecinos a casino, pasando por hospital durante la Guerra de la Convención en el XVIII. Hoy es sede de Bildu.

Por todos es conocida esa esquina con Chapitela como Casa Archanco, que le debe el nombre al comercio de paragüería y pieles que durante casi un siglo estuvo abierto en ese lugar y que fundará don Antonio Archanco, del que algún día hablaremos, en 1918. Había otro local en ese edificio, uno de mis favoritos, la bombonería Alaska, regentada por una anciana dulce y menuda que nos daba caramelos.

Y así hemos llegado a la mitad de la plaza del Castillo, la plaza del pueblo.

El próximo domingo cerraremos el recorrido y aun nos quedará entrar un poco en su patrimonio inmaterial.

Feliz semana.

Besos pa’tos.

Facebook : Patricio Martínez de Udobro

patriciomdu@gmail.com