Zoroquiáin amanece de nuevo
Hace cinco años, la Asociación Vecinal Errekazar compró a particulares y a la Iglesia gran parte de la localidad despoblada del valle de Unciti para construir allí sus nuevos hogares y cambiar la ciudad por vivir en el medio rural.
a Zoroquiáin, como a las cerca de 100 localidades navarras que están despobladas, le llegó la hora de perder su último habitante hace ya unos 20 años. Desde entonces quedó relegado a lugar vacacional y de fin de semana para quienes vivieron en él en algún momento. Pero en el año 2013 la suerte sonrió de nuevo a esta pequeña localidad del valle de Unciti cuando un grupo de jóvenes, organizados en torno a la Asociación Errekazar, tomó la decisión de comprar a varios particulares y al Arzobispado un lote de propiedades en ruinas y sin edificar para convertirse en los nuevos habitantes de Zoroquiáin.
Todos y cada uno de los trabajos que se han realizado (derribos de las estructuras existentes y desescombro de las parcelas) han sido llevados a cabo en auzolan, que aunque no han cambiado en exceso su imagen, han dejado a Zoroquiáin listo para la siguiente fase. Cinco años después de la compra, la semana pasada el Pleno del Valle de Unciti adjudicó la construcción del proyecto de urbanización a la empresa Apezetxea, necesario para obtener la licencias de las viviendas. Aún no tienen fecha de inicio, pero sí una duración de tres meses, el primer paso para volver a ver Zoroquiáin lleno de vida, gracias a la llegada de más de 20 personas entre adultos y niños, que suponen en torno a un 10% de la población actual del valle.
Las razones para la elección de Zoroquiáin fueron relativamente sencillas. “Es un caso casi único en el que se haya vendido un casco urbano”, afirma Fermín Lorda. Compraron todo el pueblo salvo dos casas, que siguen perteneciendo a familias con arraigo en Zoroquiáin. “Ahora somos los propietarios siete casas, la iglesia y dos eras, un 70% del pueblo”, precisa Josu Biskarret. Ambos, dos de los futuros pobladores buscan en Zoroquiáin un lugar donde establecer su residencia y su familia inmersos en el mundo rural. “Somos gente joven, entre 30 y 40 años los adultos, con 8 niños y otra más en camino”, afirma Biskarret. “Es un pueblo muy bien comunicado, a 18 kilómetros de Pamplona, y que permite vivir rodeado de naturaleza”, completa Lorda.
Además de casas particulares también son los propietarios de la iglesia de San Andrés (que data del siglo XIII) y de una casa anexa, propiedad del Arzobispado de Pamplona y Tudela. La antigua parroquia, ya restaurada gracias al auzolan, se destinará al uso común y de ocio del pueblo. Para seguir restaurándolo, la asociación Errekazar tiene abierto un proyecto a través del MECNA para lograr financiación.
un pueblo sostenible El proyecto inicial de reconstrucción se ha tenido que adaptar a las exigencias urbanísticas. Basado en energía solar, también en el alumbrado público, y con inodoros secos, su idea pretendía intervenir lo mínimo en el entorno natural. “Ni siquiera pensábamos asfaltar las calles”, explica Lorda. El nuevo plan incluye un red pluvial, eléctrica y de comunicaciones, además de un asfaltado, un transformador y una depuradora. Aunque no sea su idea inicial la aceptaron. “Si la depuradora nos permite vivir en Zoroquiáin, bienvenida sea porque es el primer obstáculo que superamos”, expresó Biskarret. Aunque el proyecto ha cambiado en parte su idea de pueblo, en Zoroquiáin no renuncian a las energías limpias. “Algunas familias pensamos poner placas solares en casa”, afirma con entusiasmo Biskarret, pero comprende que una vez realizas la instalación eléctrica comunitaria “haya quien decida conectarse a la red”.
Con la aprobación de parte de las inversiones financieramente sostenibles del Gobierno de Navarra. “Hay una subvención de unos 148.000 euros para la construcción de las redes de saneamiento y comunicaciones y para el asfaltado”, afirma Fernando Martínez, arquitecto y redactor del proyecto de urbanización. Esto reducirá el coste del Ayuntamiento, que deberá abonar “unos 60.000 euros” según el alcalde del Valle de Unciti, Antonio San Miguel. El consistorio cobrará la parte no subvencionada en forma de contribuciones especiales a todos los propietarios de Zoroquiáin.
comprar y no okupar En estos cinco años todas las unidades familiares en conjunto han invertido unos 150.000 euros sólo en la compra de los terrenos. “Creemos que es la forma de hacer las cosas”, afirmó Fermín Lorda. Sin embargo, él y Biskarret se conocieron hace años en un auzolan en un municipio okupado. “La experiencia nos dice que la forma más efectiva de repoblación es la okupación, pero nosotros decidimos comprar por miedo a que lo okupado puede ser inestable”, expresó Biskarret. Esa decisión colectiva de comprar y no okupar es algo que sus futuros vecinos aprecian. “Lo vemos muy bien porque quieren vivir y hacer vida en Zoroquiáin todos los días y no sólo el fin de semana. Además, comprando los terrenos tienen los mismos derechos y obligaciones que todos los demás vecinos”, afirma el alcalde Antonio San Miguel. Anteriormente hubo otro proyecto que planteaba urbanizar Zoroquiáin de otra manera, a base de adosados como su vecino Elorz. “Era un idea que no nos gustó”, expresa San Miguel.
para toda la vida Cuando ya han esperado cinco años para poder hacer realidad su proyecto queda poco margen a la duda de que los integrantes de Errekazar van en serio. “La gente no sabe lo que cuesta repoblar” bromean ambos. Estos años de espera no les han quitado las ganas, ni mucho menos. “Seguimos porque nos permite crear un pueblo desde cero y porque es un proyecto que nos llena mucho”, afirman Lorda y Biskarret. Si fuera por ambos, nada más obtener los permisos comenzarían la construcción de las viviendas que ya tienen en mente. “Estamos un grupo para empezar a la vez unas cuatro casas en cuanto estén los permisos”, afirma Lorda. Carpintero de profesión añade sin dudar, “yo tengo claro que quiero vivir y trabajar aquí el resto de mi vida”.
Con la aprobación de las obras, el proyecto de Errekazar es cada vez más real. Una vez realizados los trabajos cada vecino podrá decidir cuando comenzar con su obra y empezar a dar vida a uno de los pueblos navarros que parecía que la había perdido para siempre.