altsasu - “Tengo muchos y muy buenos recuerdos de Alsasua”, confiesa José Ulibarrena, que ha vuelto a la cabecera de Sakana para ver los resultados de la restauración de la escultura que realizó con la madera del viejo nogal de la plaza. Y se muestra maravillado, parándose a admirar con la mirada de un niño el trabajo realizado por su hija Elur y un grupo de voluntarios en auzolan. Lo cierto es que presenta un aspecto muy diferente al de su anterior visita hace nueve años, momento en el que ya se vio la necesidad de realizar una intervención urgente dado su deterioro. Pero los recortes de la crisis hicieron retrasar este proyecto hasta que el pasado año el Ayuntamiento reservó una partida de 16.000 euros con este fin.

Así, Elur Ulibarrena se encontró con una escultura de aspecto ennegrecido por la suciedad generalizada y la perdida de partes importantes de madera que dificultaban la legilibilidad de la obra además de grandes grietas que se prestaba a la aparición de flora y fauna. “Daba una sensación de abandono que favorecía el vandalismo”, apunta Elur Ulibarrena, quien define el trabajo llevado a cabo como “una labor de taxidermista”.

La restauración comenzó el 16 de agosto. La primera tarea fue la limpieza, muchas horas de paciente trabajo en el que percibieron problemas en el interior. Y es que los mayores daños estaban ocultos. “La lluvia se encharcaba en la base de hormigón y la absorbía la madera”. Así tomó la decisión de sacarla de la plaza para ver el interior, tarea nada fácil dada la envergadura de la pieza. Para protegerla durante la manipulación fue necesario realizar una especie de jaula y otras operaciones que se han resuelto con ingenio. “Estaba podrido por dentro. Al no tener consistencia en el interior se desprendía por fuera”, apunta. Para su consolidación estuvo inmersa durante un mes en una resina paraloid, disuelta en tolueno en la gabarra del viejo camión del Ayuntamiento. Una vez consolidada, se abrió la escultura en canal para reforzar su interior con tela de poliéster, listones de madera y fibra de nylon. Asimismo, se colocó un eje de acero inoxidable vertical con tirantes de hierro antes de rellenar el interior con espuma de poliuretano y placas de poliestireno. De nuevo en pie, se consolidó el exterior y con pasta de madera se reconstruyeron las figuras que faltaban para finalizar con su pintura y barnizado final.

El proceso de restauración le ha permitido a Elur Ulibarrena conocer aún más la obra de su padre. “Lo que más me ha sorprendido es su ingenio para tallar en partes que son complicadas”, apunta. Si bien no está documentado el proceso de creación, si lo está el momento de su instalación en junio de 1994, tanto en fotografías realizadas por Fernando Morcillo como en vídeos, material que ha sido muy valioso a la hora de devolver a la escultura su aspecto original, con sus 40 elementos.

Esta obra de Ulibarrena tiene dos partes. La primera, de mayor tamaño, recoge la esencia de la identidad altsasuarra: “Fuertes y arraigadas costumbres, mitología, naturaleza, deporte y música”, en palabras de Enrike Zelaia, uno de los artífices de que el viejo nogal de la plaza, de más de 300 años a juicio del escultor, siga vivo, testigo mudo de la historia de Altsasu. Son una treintena de elementos que representan la feminidad, la masculinidad, la agricultura, la ganadería, el pastoreo, la herrería, las cuevas, el águila, varias aves, el pensador, la cantante, la Barga, el animal polimorfo, tres músicos, un alma en pena, el basajaun, el arrano, la lamiña, la cabra, la dama, la bruja Mainamikirri, el rey Garzia Ximenez, el ciclismo, el sembrador, las cumbres altsasuarras, el pelotari, la siega, artesanía, y el ferrocarril. La segunda, con una decena de figuras, está dedicada a los carnavales, el momotxorro, varias máscaras, el sol de noche, y la divinidad.

AUZOLAN Si bien a José Ulibarrena le ha hecho especial ilusión que sea su hija quien devuelva la vida a la obra, valora sobre todo que se haya hecho en auzolan, con la participación de dos artistas de Altsasu: Koldo Arnanz y Helena Santano así como Juantxo Grados. “Conocer la obra y al artista me ha ayudado mucho a la hora de tomar decisiones”, confiesa esta restauradora, quien destaca que “esta escultura es un símbolo, resume la identidad histórica altsasuarra. Sería interesante utilizarla para hacer pedagogía de la historia del pueblo. Hay que generar conciencia colectiva y proyectarla hacia el futuro, implicando a padres, madres y educadores para cerrar el círculo”, señala. “La restauración es el vehículo para recuperar no sólo la parte material de la escultura, sino también la inmaterial, es decir, que todos sus valores y significados se conserven en la obra, por ello es importante que siga en la plaza”, abunda.

Y es que se barajó ubicarla en Iortia para su mejor conservación. “No sabemos cuántos años de vida le quedan a la escultura, pero le hemos alargado la vida mucho con el trabajo que hemos realizado”, sostiene esta restauradora. “A partir de ahora, cada dos años hay que hacer un análisis y una especie de repaso para revisar su estado de conservación, pero en mi opinión debe seguir en la plaza, lugar para el que fue concebida”, destaca. Al respecto, apunta que sería conveniente realizar una escaneado 3D del conjunto escultórico que permitiría conservar la información actual de la obra y realizar, en el futuro, una réplica en otro material e incluso a otra escala.