Un vistazo al cielo pirenaico y un poco de silencio son elementos indispensables para percatarse del espectáculo audiovisual que ofrecen estas semanas las bandadas de grullas. Animadas por el buen tiempo, estas aves están cruzando los Pirineos rumbo al norte de Europa tras haber pasado el invierno en su mayoría en el sur de la Península.

“Suele ocurrir a mediados de febrero, según cómo venga la primavera, pero con estos días anticiclónicos, parece que se están animando a pasar. En zonas como el sur de Francia o Suecia, pueden reposar y tienen alimento, con lo cual no sufren grandes bajas”, asegura el ornitólogo Gabi Berasategi, que cada año participa en la campaña de observación de aves Lindus 2 desde el collado de Lindus situado en Auritz/Burguete.

La grulla común (Grus grus) se caracteriza por su trompeteo particular emitido gracias a su larga tráquea, el cual puede ser oído a dos kilómetros de distancia. Un esperado sonido que, tras las nevadas invernales en los valles pirenaicos, da un soplo de aire primaveral.

Asimismo, tampoco pasa desapercibida estos días su manera de viajar. Si por algo se reconocen estas especies es porque dibujan en el cielo grandes formaciones en forma de uve. “Es una migración por aprendizaje, los jóvenes aprenden de las aves adultas (?). El ejemplar que va en primera posición se va turnando. Según baja las alas, desplaza el aire hacia su lado, de manera que el ave que va detrás, tiene el aire hacia arriba y le cuesta menos esfuerzo batir alas”, expresa el ornitólogo.

INVIERNO Según el último censo de grulla común entre diciembre de 2018 y febrero de 2019, un total de 241.530 grullas procedentes del norte de Europa han pasado este invierno en el Estado. Una cifra sorprendente que supone un nuevo máximo de ejemplares que pasan el invierno en el Estado. Según Juan Carlos del Moral, coordinador del área de Ciencia Ciudadana de SEO/BirdLife, “en la península Ibérica, que alberga el 65% de las aves invernantes de la población europea de grullas, es necesario el seguimiento y estudio continuado de la especie para poder conocer y tener actualizada la información sobre su distribución y tamaño de población y así poder gestionar mejor los espacios que necesita y conocer en detalle su estado de conservación”. Extremadura ha acogido 123,295 ejemplares, siendo el 51% de la población total; en Navarra, se han censado 14.129 aves. “Nuestra transformación de agricultura en zonas de maíz, dehesas, en zonas de estepa como Zaragoza y Teruel, etc? le va muy bien a la grulla”, dice Berasategi.

OBSERVACIÓN DE AVES El año pasado, ornitólogos dentro del proyecto Lindus 2 (liderado por Auritz/Burguete y en el que participan como socios SEO/BirdLife, la LPO-Aquitaine y el Gobierno foral a través de la empresa pública GAN-NIK) contabilizaron en el collado de Lindus y Organbidexka 54.000 grullas a mediados de noviembre, mientras volvían a la Península para pasar el invierno. Una cifra que, sin ser la más alta (el récord está en 60.000), indica el aumento de población europea de esta especie, aunque ciertamente, la cantidad debe de ser mayor. “La grulla no es una especie que aproveche las corrientes térmicas, es de vuelo batido; por tanto, le da igual viajar de día o de noche si las condiciones meteorológicas son buenas. Las que pasan a la noche, no las registramos”, afirma.

De momento, parece que el Gobierno de Navarra tiene intención de continuar con el estudio en los próximos años. “Han visto que el proyecto se asienta sobre 3 patas importantes: además de los datos científicos que se aportan al estudiar unas 80-90 especies, también se está convirtiendo en un recurso turístico para los alojamientos de la zona, sin olvidar el recurso de la educación ambiental, ya que se acerca gente con interés en identificar la fauna”, señala el ornitólogo.

Hasta otoño no volveremos a tener noticias de las grullas, pero en primavera y verano podremos disfrutar del paso de otras aves por el cielo.