pamplona - La expedición partió la tarde del 6 de marzo de 1979 del ayuntamiento de Pamplona, donde el alcalde Julián Balduz, en representación de la ciudad, brindó con ellos y les impuso el pañuelico de San Fermín. En la plaza, una auténtica multitud les rodea, abraza y les da gritos de ánimo, mientras los expedicionarios suben al autobús que les trasladará a Ámsterdam y de allí al continente asiático y a la cima del Dhaulagiri (8.172 m), para lograr el primer ocho mil vasco.

Habían pasado tres años de preparativos, recuerda Gregorio Ariz Martínez (Pamplona, 1944) que había sido designado jefe de la expedición: “No sé, quizás se pensó que podría disponer de más tiempo porque no había jefes en el grupo, sólo gente muy noble que acabamos como la familia que seguimos siendo”.

Pasados 40 años, que “no es nada”, como en el tango Volver, hace unos días se reunieron en Etxauri como cada diez o cinco años (ahora lo harán en 2021, medio siglo de su expedición al Hoggar (2.918 m.) sahariano, donde se iniciaron en las cumbres más complicadas. “No estábamos todos los del grupo en Etxauri, nos faltaban Gerardo Plaza (Pamplona, 1953-Lekaroz, 1980) y Mari Abrego (Pamplona, 1944-2018), pero los llevamos en el corazón”, comenta Gregorio Ariz.

En su opinión, la expedición al Himalaya de 1979 supuso “un antes y un después en el montañismo vasco, comprobamos que éramos capaces de conseguir objetivos importantes y a partir de entonces surgieron muchas iniciativas que hasta entonces ni se planteaban; fue un impulso grande”. Por cierto que Gregorio rechaza el uso de la palabra “conquistar” para explicar que se ha logrado hacer cumbre en un monte. “Creo que eso de “conquistar” no se debe decir nunca porque no se conquista nada, la montaña sigue allí, en su país y con su gente. No se trata de colonizar, se trata de intentar un objetivo y de disfrutarlo, de respetarlo y recordarlo en lo personal y en lo colectivo, pero el monte es de todos”.

EL INICIO “La afición al montañismo ha existido siempre en Navarra y Euskal Herria, todas las peñas de Pamplona tenían su sección y todos los domingos salían 12 o 14 autobuses a San Miguel de Aralar, a Ujué, Saioa, Ori o Belate y a todos los montes de Navarra. Todos empezamos así, nosotros con mi padre hemos sido una familia muy montañera, se juntaban los cuatro hermanos con sus mujeres y después con los hijos. Luego yo seguí con el Orhy Mendi del Centro Mariano, más tarde con el grupo de escalada del C. D. Navarra, más o menos todos hemos hecho lo mismo, y sigue...”.

El propio Gerardo Plaza -“el más fuerte. Nunca he conocido a nadie como él...”, comenta Gregorio- contaba que nunca pensó ser montañero hasta que salió un domingo con los amigos a Legate (Lekaroz) y se enganchó. Por cierto que, muestra de lo que iba a llegar, al escalar el Hindu Kush a Plaza le sorprendió a 6.000 m de altura encontrar... ¡una lata de Coca-Cola!

EL más difícil “El Dhaulagiri es de los más difíciles del Himalaya”, señala Gregorio Ariz. que ha podido saber que a finales de 2018 se totalizaban 544 personas que hicieron cima y, entre ellas, 36 mujeres. “Nada que ver con el circo que tienen montado ahora en el Everest”.

Entre los montañeros nunca se han hecho distinciones de género, opina. “Hay muy buenas mujeres alpinistas, recuerdo ver a Trini Cornellana y a Pili Ganuza, nuestras compañeras expedicionarias, cargando una mochila de 30 kilos y tan fuertes como el resto, admirables...”.

Cuarenta años atrás, los medios no eran ni de lejos los actuales. “La tecnología ha avanzado de una forma increíble, antes las tiendas nos las fabricábamos nosotros mismos y tardábamos 7 días en poder enviar un télex (artefacto antediluviano) y comunicar que habíamos hecho cima, y llevábamos lo mejor que encontramos”. Y después de un año en completar los 7.000 kilos de carga y ordenarlos en 250 bidones, y empeñarse casi todos en créditos hasta conseguir los diez millones que costó la expedición.

Una experiencia inolvidable que rieron juntos en Etxauri, con foto como 40 años atrás, con más nieve en las sienes y algo más de plomo en las piernas. Un hito en el montañismo navarro, plasmado por Gregorio y Ángel Oloron en el precioso libro Expedición Navarra al Himalaya’79 y contraste con el esperpéntico disparate de colas de cientos de personas para subir al Everest, lo que duda que sea alpinismo mientras comparte que “el día menos pensado abrirán un hotel en la cima”.