En 1973 la casa que ostentaba el nº 30 de la calle Nueva vivía sus últimos meses de vida, puesto que su derribo estaba ya decidido. El inmueble había sido conocido en la ciudad como la Casa de Baroja, pues en su planta superior vivió el insigne escritor Pío Baroja durante su infancia, entre los años 1881 y 1886. Precisamente gracias a sus memorias sabemos que, cuando llegaron a vivir a ella, la calle les causó una triste impresión, por su carácter solitario y oscuro, y que su abuela llegó a calificarla como erio-tzeko calia (heriotzeko kalea diríamos hoy, “calle de muerte”).

La calle se encuentra en el lugar donde en la Edad Media estaba el foso de separación entre los burgos de San Cernin y San Nicolás. Fue en fecha ya muy tardía, en 1582, es decir 159 años después de promulgarse el Privilegio de la Unión, cuando comenzaron los trabajos para construir la calle, por lo que el pueblo soberano la bautizaría como calle Nueva.

Hoy en día podemos ver que el solar de la Casa de Baroja se encuentra ocupado por un inmueble que la dobla en altura, pese a que la perspectiva de la calle certifica que nos encontramos en el lugar donde Rafael Bozano obtuvo la foto de 1973. El nuevo volumen, de ladrillo caravista y amplios bajos comerciales, desentona un tanto de la edilicia del entorno.

Pío Baroja, que como se ha dicho pasó parte de su infancia en Pamplona, nos dejó algún dato curioso sobre la casa. Así, sabemos que en el primer piso un andaluz instaló una pensión, en la que por San Fermín solían alojarse toreros como Rafael Molina Lagartijo o Luis Mazzantini. También gracias a sus memorias sabemos que por esta calle llevaban a los reos de muerte desde la prisión de la plaza de San Francisco hasta la Vuelta del Castillo, donde les daban garrote. O sea que no le faltaba razón a la abuela de Baroja al decir que era una “calle de muerte”, heriotzeko kalea...