En 1937 - La sociedad navarra estaba muy lejos de sentirse tranquila y sosegada. La guerra entraba ya en su segundo año y los jóvenes, que habían marchado al frente pensando que regresarían muy pronto, no solo no volvían, sino que además las listas de bajas que llegaban semanalmente llenaban los pueblos de luto y lágrimas. Y las labores agrícolas seguían sin su más enérgica mano de obra.

La fotografía muestra a una familia de agricultores ocupándose de las labores de la trilla en la Vuelta del Castillo. El fotógrafo les ha pillado en un momento dulce, pues se han sentado a descansar en la escasa sombra que da el carro. Vemos a tres adolescentes sonrientes, sentados a la izquierda, junto a tres mujeres y tres hombres de cierta edad, que se han sentado en primera fila. Uno de ellos empina la bota para mostrar sus habilidades al auditorio, olvidando por un momento a los familiares que se jugaban el pellejo en el frente.

Hoy en día - Ya no se realizan labores de trilla en la Vuelta del Castillo, y lo único que crece allí es un césped siempre verde y cuidado. Los “glacis” de la Vuelta del Castillo se han convertido en uno de los mejores parques de Iruñea, todo un auténtico pulmón verde para la ciudad. Eso sí, quien esto escribe recuerda cómo, todavía en los años 70, la zona era visitada a diario por algún rebaño de ovejas procedente de Iturrama, y también era frecuente que acudieran allí pelotones de guardias civiles para hacer prácticas de tiro, y militares a jugar a las guerricas entre los árboles.

En 1937 le quedaban aún un par de años de guerra a los jóvenes navarros, a los que fueron al frente y a los que estaban siendo masacrados en las cunetas, a manos de fascistas y ratas de retaguardia. Si lo hubieran sabido los nueve personajes de la foto antigua, sus sonrisas se hubieran helado, y la “zorrotada” de la bota se hubiera cortado de cuajo.