En una ciudad erigida entre murallas, su corazón no puede ser menos fuerte. Siempre bombeando, el Casco Viejo de Iruña late hoy, todavía, decidido y resuelto. No sería justo decir que está más vivo que nunca, porque aunque sigue construyéndose a cada paso, si el barrio pudiera contar historias de antaño hablaría, seguro, de una lucha incansable. De reivindicación y de arrojo, de defensa de lo propio y de amor por aquello que guarda con celo entre piedras milenarias que fueron -y siguen siendo- testigos de todo aquello.
Quizás queden en Iruña pocos barrios en los que se pueda bajar a la calle en zapatillas, o en los que el de la tienda de abajo todavía “te fíe”, pero cuentan los vecinos que en Alde Zaharra la relación que existe entre ellos “hace que sea distinto”, que el sentimiento de comunidad “lo convierte en un lugar mucho más humano”. Toni Iragi forma parte de la iniciativa AZ Ekimena, que desde 2015 integra a los diferentes colectivos y asociaciones de la zona uniendo sus fuerzas sin sacrificar su independencia ni sus particulares luchas. Todo un hito que nace como fruto de muchas reivindicaciones, “batallas que a veces hemos ganado y otras, en cambio, no hemos podido conseguir”.
Él es capaz de hacer memoria porque con 16 años -ahora tiene 46- ya formaba parte de la Asociación de Vecinos del Casco Viejo, que se constituyó (de manera oficial) en el 76 para dar respuesta a las necesidades del barrio, por aquél entonces relacionadas más con la política que con lo social. Sobre su evolución y el camino recorrido el también vecino del Casco Viejo Aitor Garjón ha emprendido un proyecto de memoria -junto a otros miembros del colectivo- para la recuperación de todo ese patrimonio inmaterial. A lo largo de este año ha realizado entrevistas y ha contrastado información con vecinos para establecer una línea cronológica repleta de acontecimientos que culminará en un libro y un documento audiovisual, historia viva del movimiento vecinal.
Mejoras para el barrio
La lucha por las escuelas
La Asociación de Vecinos del Casco Viejo nace en 1976, instalada en el antiguo edificio que servía de sede al Centro Mariano (Carlista), hoy Plazara, en el Palacio Redin y Cruzat de la calle Mayor. “Nació para la defensa de las mejoras del barrio en infraestructuras y calidad de vida, aunque tenía un sesgo también político, además de tratar temas urbanísticos ya cuando se trasladaron, después, a los bajos de la escuelas de San Francisco”, explican los vecinos.
Ya en el 86 se conformó la comisión de fiestas de Navarrería y los vecinos se fueron alejando de esas luchas sociales y políticas para centrarse en el barrio, donde tenían otros frentes abiertos: la necesidad de rehabilitar viviendas, la peatonalización o la defensa de la Escuela de San Francisco y la Biblioteca que consiguieron mantener tras protestas y reivindicaciones -querían trasladarlas “pero suponía una gran pérdida de espacio”-, una de esas batallas ganadas.
“La población había descendido bastante, no era un barrio cómodo, no había escuela en euskera ni viviendas rehabilitadas o facilidades de aparcamiento. El modelo D supuso una revitalización muy importante porque empezó a haber más críos, gente que se quedaba a vivir en el barrio. Hubo una importante lucha vecinal y se consiguió que las escuelas, que querían llevarse a la calle Mayor, se quedaran en San Francisco. Y han sido siempre una pieza clave de revitalización del barrio”.
Más vecinos jóvenes
Creación de Aldezar
Otro acontecimiento relevante fue la creación en el año 91 de Aldezar, la primera asociación infantil y juvenil gracias a la cual se generaban actividades culturales y festivas -se creó la comparsa txiki- en un barrio en el que por fin esa pirámide poblacional invertida, envejecida, comenzó a dar la vuelta. La okupación del Euskal Jai en el 94 -“ya se okupó otro gaztetxe en Zapatería, es un movimiento que siempre ha tenido su lugar en el barrio como contestación al poder”, señala Garjón-; la inauguración del centro de Salud (reivindicación histórica); y un cambio de estrategia posterior que supuso para las asociaciones “pasar de la protesta a la propuesta” centraron esta época, en la que los colectivos decidieron “dejar de estar en la trinchera para conseguir una implicación más efectiva.
Hitos y recuperaciones
Fiestas de San Fermín Txikito
Si hay alguno de esos hitos que Iragi recuerda con cariño es sin duda el de la recuperación de San Fermín Txikito. “Hemos perdido muchas cosas pero uno de los logros de los que más orgulloso me siento ha sido la recuperación de San Fermín Txikito”. Ya en el 99, recuerda, se hicieron dos programas diferentes: “El Ayuntamiento quiso apoderarse de unas fiestas que siempre ha organizado el barrio, que recuperaron los vecinos. Hubo mucha tensión pero también contestación popular y respuesta. El barrio se volcó en la defensa de las fiestas y a día de hoy las seguimos organizando nosotros”, recuerda, mientras asume que lo vivió “muy intensamente porque formaba parte de la comisión. Aprendimos muchísimo”. Y es que la de Alde Zaharra no era una comisión de fiestas al uso: “Ha tenido siempre mucho peso porque no sólo ha organizado las fiestas, también las ha defendido”.
La pérdida
El parking de la Plaza del Castillo
En la otra cara de la moneda, asume que uno de los momentos más duros fue la lucha por el parking de la Plaza del Castillo, algo con lo que los vecinos no consiguieron lidiar. “Se vivió a nivel de Iruña, de ciudad, no sólo de barrio. Había oposición, se consiguieron 25.000 firmas para hacer un referéndum... Y arrasaron, no hubo manera. Eso sí, ganamos mucho en experiencia, participación, sentido de barrio y capacidad de organizarnos. Eso también nos enriqueció porque se crearon alianzas, nos hicieron sentir que juntos podíamos”. Y es que el Casco Viejo, dice, se mantiene con identidad de barrio “a pesar de los pisos turísticos y la gentrificación, algo que está pasando en casi todos los centros de las ciudades europeas. Aquí creo que sucede de manera más lenta, tenemos un sentido de pertenencia muy importante que la mayor parte de los vecinos defiende”.
El problema, asume, es que ha pasado de ser un lugar “para personas quizás con una situación económica más desfavorable o de clase media (el alquiler era muy barato y había pocos servicios) a convertirse en algo así como un artículo de lujo, lo que termina expulsando a la gente o cambiando el perfil de quienes vienen a vivir aquí”.
El centro comunitario
Creación de Auzoenea
Ya en 2003, la creación de Auzoenea como el primer centro comunitario autogestionado por el barrio supuso otro de los grandes avances asociativos, que nació de la colaboración entre la asociación Alde Zaharra y Aldezar para crear un espacio común manteniendo su independencia, también para diferentes asociaciones. Y es que para entonces ya habían comenzado a surgir nuevos colectivos. Se elaboró un diagnóstico sobre necesidades y planes de mejora (Plan comunitario de Alde Zaharra 2005-2006) y los grupos se fueron abriendo cada vez más tras años de recogimiento en los que cada cual asumía su propia lucha -Zurriburbu, por ejemplo, nació para animar la vida en una plaza de Navarrería en tiempos degradada con el objetivo de revitalizar y reactivar la zona-. Se pasó al trabajo en red, comunitario, con generaciones que tomaban el relevo de las anteriores y seguían defendiendo con ímpetu lo que siempre ha sido suyo.
Trabajo colectivo en red