Sarriguren, perteneciente al Valle de Egües, ha sido con el paso de los años una localidad en expansión tanto por la parte vecinal como por la de recursos. Desde que comenzó la urbanización entre los años 2006 y 2007, su población ha ido creciendo hasta la actualidad, que cuenta con 15.000 habitantes. Y es por este crecimiento exponencial que, conforme más vecinos fueron llegando a Sarriguren, más comercios decidieron instalarse aquí.

En concreto los bares supusieron desde el principio un lugar de reunión tanto para los obreros que trabajaban en crear el nuevo Sarriguren como para las futuras familias que habitarían el lugar. La calle Bardenas Reales, paralela a la avenida Reino de Navarra, se ha convertido en un bulevar habitado por bares y comercios. Actualmente el Bar Haran, el Ogipan, La Cachopería, Las Bardenas Reales, Old Dreams, la Cervecería Enjoy, El retrogusto es mío, Beerlin Brewery & Rock y el Groutxo Bar son los principales bares y restaurantes de la calle.

más demanda Sarriguren cuenta con una población principalmente joven, donde el 30% de la misma tiene menos de 15 años, y es por eso que la apertura de estos bares ha supuesto una opción para que los habitantes decidan hacer vida en Sarriguren. Desde el Bar Haran comentan que “es positivo” que cada vez existan más bares, pues de esta manera “se está apostando porque la gente se quede y consuma aquí”. “Las familias van creciendo y vemos que hay más ambiente, pero aun así para los habitantes que tiene Sarriguren hay pocos bares”, añade una camarera del Haran. Esta idea de escasez de bares y restaurantes también la comparte el dueño del Groutxo Bar, quien añade que “sigue habiendo poca oferta”.

Por parte del Ayuntamiento del Valle de Egües, la alcaldesa Amaia Larraya expresa que “a día de hoy la oferta sí se corresponde con el número de vecinos”. “En este caso, la oferta que tenemos disponible en este sector satisface las necesidades de los habitantes”, añade Larraya.

lugares de reunión A su vez, la alcaldesa valora la vitalidad que aportan estos locales: “Los bares y restaurantes aportan vida y se han convertido en un centro de ocio para todos los ciudadanos. Estos establecimientos son piezas fundamentales para la convivencia ya que son puntos de reunión para todos los vecinos”.

Joseba Orduña, quien fuera concejal del Ayuntamiento del Valle de Egües durante seis años, señala que la apertura de los bares de la segunda fase (El retrogusto es mío, Beerlin Brewery & Rock y Groutxo Bar) dio paso a que los vecinos decidieran permanecer en Sarriguren para consumir este tipo de ocio: “Quieras o no hay un kilómetro de distancia entre la primera fase y la segunda y sólo había bares en la primera y cuando abrieron los de la segunda fue todo un revulsivo”.

El exconcejal explica que en la primera fase los hijos de las familias son adolescentes, mientras que los de la segunda fase son niños en edad escolar y por ello su estancia en la localidad permite que los bares puedan mantenerse: “Se abren más bares porque la gente se queda más, por ejemplo muchos de los niños quedan con sus amigos en Sarriguren y por tanto sus padres también. La gente va porque hay bares y los bares abren porque hay gente”.

competencia sana Los trabajadores y dueños de estos bares y restaurantes coinciden en el hecho de que nuevos establecimientos hayan querido establecerse en Sarriguren es una ventaja. Según una de las camareras de Las Bardenas Reales que abran más bares es positivo, “porque así la gente se mueve”. “Si estas aislado tienes que tener un producto muy característico para que la gente se mueva, sino da pereza”, añade.

Por otro lado, desde La Cachopería opinan que la gente se distribuye por todos los bares y que no dejan de ir a uno por acudir a otro. “Yo creo que la gente se mueve por todos los sitios y si hay una competencia esta es sana”, apunta uno de los camareros.

“Al final que abran más locales significa que la gente tiene más variedad para elegir y por tanto se quedan en Sarriguren y no se van”, opinan desde El retrogusto es mío.

similitud El caso de Sarriguren también se repite en barrios como el Soto de Lezkairu y Erripagaña, donde la aperturas de los bares ha propiciado que la vida vecinal no tenga que trasladarse a Pamplona.