Hola, personas, ¿preparados ya para lo que se avecina? Venga, ánimo. Esta semana difícilmente me puedo escapar de hablar de la navidad así que lo haré. No sé muy bien cómo empezar porque montones las ideas que piden paso a empujones: yo, yo, sácame a mí, sácame a mí, la mía es la mejor, no, no, la mía, la mía, y cosas así. Así que iré escribiendo e irán apareciendo. Será un poco cajón de sastre navideño.
Hoy, miércoles, he salido de casa lloviendo y con frío a las 9.30 de la mañana. La ciudad palpitaba como siempre a esas horas en las que cada uno se reparte a sus recados, pero hoy la he visto con las pulsaciones más aceleradas que de costumbre, la gente iba y venía con cierta prisa; los previsores hacen ya las compras para no dejarlo todo para última hora.
Las calles ya llevan días engalanadas de luz y color, de pinos variados, de bolas y espumillones, de escaparates con nacimientos -ingeniosos unos, artísticos otros-, de belenes públicos, como el que cobija la secuoya foral y al que de unos años a esta parte le han puesto a un vecino: el bueno de Olentzero. Me parece muy bien que estén juntos, así si el tempero aprieta, y pasan frío siempre, tendrán a mano un saco de carbón vegetal de Urbasa para calentarse. Esta mañana he pasado por allí y he visto con agrado que ya han liberado el jardín de sus vendas, ya se ve cómo ha quedado el asunto y he decir que creo que ha quedado bien. Han respetado al máximo la obra de Nagusia y Ansoleaga, adecuándola a los tiempos y a las necesidades del recinto al que, por fin, se le va a dar la importancia que merece y se le va a sacar del abandono al que estaba condenado.
Atravesado el Palacio de la Diputación, he llegado a la Plaza del Castillo y he visto que estaban montando un ferial para casetas. Esa es una de las innovaciones que de un tiempo a esta parte tiene la navidad: la gran proliferación de ferias, ferietas, casetas y caseticas de venta de todo tipo de artículos curiosos: bisutería, cuero, perfumes, jabones, gorros, bolsos, ropa, alimentación artesana, dulces y un sinfín de cosas que ofrecen una alternativa para ese regalo navideño de poca monta. Ese del amigo, inservible de? “no más de 20 ?, ¿eh?”, que dice siempre el que más pasta tiene.
He bajado Chapitela, he llegado al Ayuntamiento y he entrado para ver el belén municipal. Me ha gustado mucho, reproduce el lugar en el que se encuentra, el belén y su entorno son como la primera y la última muñeca de un juego de matrioskas.
El belén consistorial se empezó a montar el año 1988 y de ello se encargaban mi padre y sus colegas de la Asociación de Belenistas de Pamplona, los primeros años se montaba en un escenario exterior y el belén acababa pagando las malas borracheras navideñas, cada año se cargaban algo o robaban el niño o le partían la cara al bueno de San José, así que lo metieron al zaguán que es donde se ha venido montando todos estos años ininterrumpidamente con gran éxito.
Del Excmo. he bajado por la antigua cuesta de Carnicerías al mercado de Santo Domingo que esperaba ver bullicioso y que, por el contrario, estaba más tranquilo que nunca. Los puestos apenas tenían parroquianos que atender. Antiguamente, este viejo mercado, con mucha historia a sus espaldas, en navidad era un auténtico hervidero de gente comprando y de aldeanos vendiendo sus productos que con tanto celo habían cultivado, o con tanto mimo habían engordado para estas fechas. El piso de arriba, con salida por el zacatín, era un autentico zoo: pavos, conejos, pollos, gallinas, capones, palomas... Los animales eran ofrecidos vivos y allí mismo eran sacrificados si el cliente así lo solicitaba. Yo fui alguna vez de niño acompañando a alguna de mis tías y esas imágenes y ese olor lo recordaré mientras viva.
Del mercado he subido al Archivo de Navarra, que era el objeto de mi andadura, y he estado un rato fisgando en las fotos del ayer para pasear por las navidades de los 40 y los 50.
Por lo que voy viendo las navidades de antaño eran fundamentalmente dirigidas a los niños: festivales, danzas, concursos de canto, puesta en escena de estampas navideñas y cosas por el estilo; cada barrio, cada colegio, organizaba su fiesta para divertir a los suyos, pero había alguien que llegaba a toda la ciudad: el carmelita padre Carmelo, José Uranga Iraola (San Sebastián, 1906-Pamplona, 1959). Él era el auténtico dinamizador de las navidades pamplonesas, montaba unas exitosísimas funciones de teatro infantil en el Gayarre y al final de éstas hacía entrega a las familias necesitadas de cunas y canastillas para sus bebes. El padre Carmelo fue el creador de una iniciativa llamada “Operación cunas” creada para tal fin. En el archivo de Galle, he encontrado unas entrañables fotos de felices padres que van encantados, con su cuna al hombro, saliendo por la puerta de Duque de Ahumada y corriendo Estafeta abajo a buscar en casa un buen rincón donde ubicar la cuna que mecerá al mamoncete.
He seguido revolviendo el pasado y otro acto navideño me ha llamado la atención, en él he reconocido una cara muy querida para mí, la de mi padre; las fotos pertenecían al momento en el que el párroco de San Lorenzo, D. Antonio Ona de Echave, revestido de una solemne capa pluvial, bendice el primer belén público que los belenistas montaron en Pamplona, era la Navidad del 54 y lo instalaron en las escuelas de San Francisco. Fue la semilla de la gran exposición que hoy se ve en Baluarte.
Un poco más adelante, en ese mundo de imágenes, he llegado a unas que me han dado una lección de vida, en ellas se ve a un grupo de jóvenes que armados de guitarras y bandurrias acompañan al obispo y autoridades a servir una comida a los asilados en las Hermanitas de los Pobres; es increíble cómo, esos pobres ancianos, pobres de solemnidad, que viven en miseria y grisalla, sonríen y agradecen con la mirada cualquier muestra de atención y cariño por parte de los visitantes. Ejemplar.
Desgraciadamente la caridad era protagonista de aquellas fiestas, algunas eran caridades sinceras, otras “lavaconciencias”. Luis García Berlanga lo reflejo con toda su crudeza en la genial película Plácido (1961), donde se ponía en solfa la campaña lanzada por el régimen franquista titulada “Siente un pobre a su mesa”. En ella, organizado todo por la firma de ollas Cocinex, aparecen cabalgatas de pobres desfilando por una capital de provincias (se rodó en Manresa) e incluso una subasta pública de convidados para que las damas pacatas y meapilas eligiesen el pobre que más les cuadrase para llevar a cenar a casa. La realidad no distaba mucho.
He abandonado mi paseo en pasado y he vuelto al hoy contento de haber nacido cuando nací. Cualquier tiempo pasado NO fue mejor.
Ahora los munícipes se encargan de instalar divertimentos exclusivos para esta época vacacional; hace unos años se instalaba un parque de hielo donde poder patinar, cuando yo era niño se confiaba en la suerte y en que se congelase el estanque de los caídos para tal fin. Este año han puesto un enorme tobogán de hielo y nieve en el Paseo de Sarasate, atracción que sube un peldaño en diversión. Pero es de pago. Algún niño se quedará sin esquiar.
Bien, ahora solo queda esperar preparándolo todo para que nada falle y la fiesta sea completa.
Que tengáis una ilusionada semana.
Besos pa’ tos.
Facebook : Patricio Martínez de Udobro
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