Hola, personas, ¿qué tal todo? Yo bien y muy contento, esta semana me he sacado una espina que hace años llevaba clavada en mi corazón de pamplonés; esta semana, por fin, he podido visitar por dentro el fuerte de Alfonso XII.

Resulta que el sábado de la semana pasada me llamó un amigo al que habían invitado a una visita guiada al citado fuerte y él generosamente me invitó a mí y yo, más generosamente aun, invité a mi amigo Antonio Álvarez, el cual aceptó antes de que hubiese acabado la frase.

Así que quedamos la terna de pamplonautas el domingo a las 11,30 para llegar puntuales a nuestra cita con la historia que era a las 12 del soleado y dominical mediodía. Llegamos puntuales, a la hora convenida estábamos en la explanada que hay frente a la entrada principal. Muchas caras conocidas entre la concurrencia lo que requirió unos minutos de saludos, sonrisas, ¿qué tal?, yo bien, besos y apretones de mano.

Allí nos recibió el coronel Manuel Gambin, a la sazón jefe del acuartelamiento de Aizoain, y nos contó pasado, presente y futuro del gigante que nos disponíamos a visitar. Vamos a verlo. Algo os sonará repetido porque ya hablé del fuerte en el ERP 44, pero para los que no lo leyeron siempre será interesante.

La primera referencia no fue al fuerte sino a la carretera de acceso; carretera de los sietes según nos contó, ya que mide 7 kilómetros, tiene 7 rectas, 7 curvas de herradura, 7 metros de ancho, 7% de desnivel y 7 fueron los años invertidos en su construcción.

El fuerte de Alfonso XII es la última gran fortaleza militar construida en España a la antigua usanza. Se pensó en su construcción a raíz de la última guerra carlista en la que el ejército del autodenominado Carlos VII atacó la ciudad bombardeándola desde las lomas del monte Ezkaba con gran efectividad en su fuego. Un fuerte más alto que las posiciones que habían ocupado los boinas rojas impediría un ataque similar.

El proyecto, lo firmó el coronel de ingenieros D. Miguel Ortega y la dirección de obra la realizó el comandante de ingenieros D. José Luna de Orfila, a quien se considera padre de la criatura. 41 fueron los años invertidos en su construcción, de 1878 a 1919 ; después de verlo aun me parecen pocos. Tengamos en cuenta que el fuerte no está levantado sobre el terreno sino que está atrincherado, es decir, construido bajo el terreno. Para ello dinamitaron la cima e hicieron un boquete equivalente a seis pisos de profundidad que volvieron a levantar en forma de pabellones, troneras, polvorines, viviendas, iglesia, un sinfín de edificios auxiliares, pasadizos, cuevas, mazmorras, escaleras, rampas, un aljibe con capacidad para 3.250.000 litros (litro arriba, litro abajo), sótanos, garitas, celdas? hasta completar los 160.000m2 construidos sobre los más de 600.000 m2 que ocupa la totalidad de la fortaleza. Es mastodóntico, faraónico, todo él fue construido con la propia piedra que extrajeron en sus excavaciones y ladrillo caravista, lo cual le da un aspecto hostil, pétreo, frío, inhumano.

Alineada con el edificio que alberga las viviendas de jefes y oficiales una airosa iglesia con dos torres, pequeño frontón y portada con arco de medio punto pone el toque espiritual al recinto. No tengo el dato, pero me juego una mano a que el castrense templo es obra de Ansoleaga. Don Florencio era inconfundible. La hilera de viviendas que forma este pabellón comienza con la vivienda que ocupaban el general, su estado mayor y? el electricista, era tal la importancia que tenía el fluido eléctrico allí arriba que al chispas lo cuidaban lo mismo que al baranda.

Para entender el tipo de fuerte de que se trata, técnicamente hablando, el coronel nos lo comparó con la ciudadela de Pamplona y nos explicó que mientras que la ciudadela es un fuerte abaluartado, el Alfonso XII es un fuerte poligonal. En este caso se trata de un polígono de 7 lados fortísimamente armados, con unos cañones cuyos disparos podían alcanzar 18 Kms, dominando con ellos Pamplona y toda su cuenca. Los cañones iban instalados en unos habitáculos abovedados, interiores, con una gran ventana a modo de tronera por la que asomaba el arma.

Pero todo esto quedó en proyecto. Cuando al fuerte le faltaba un 10% para ser acabado y tras más de 30 años de obras, apareció en el escenario de la 1ª guerra mundial un nuevo elemento bélico con el que no contaba nadie a finales del siglo XIX: la aviación, la cual dejaba obsoleto todo lo antedicho. Se llegaron a plantear el abandono del proyecto pero dado lo avanzado del mismo lo terminaron, si bien nunca llegó a armarse con los enormes y potentes cañones que íbamos a comprar a los ingleses y de sus tripas nunca salió un solo tiro artillero.

Pasó a ser de cuartel sin más hasta que en 1934 lo convirtieron en cárcel civil, estrenándola un buen número de asturianos e eibarreses detenidos tras la represión de la revolución de Asturias. La victoria del Frente Popular en el 36 amnistió a la mayoría de los presos que llenaban sus galerías, pero el estallido del 18 de julio las volvió a llenar de republicanos, socialistas y cualquiera que no comulgase con el ideal de los sublevados. Hasta 2.500 presos llegaron a hacinarse entres sus paredes.

El 22 de mayo del 38 tuvo lugar la mayor fuga carcelaria de la historia de España: 795 presos consiguieron salir de naja monte abajo de noche, hambrientos y descalzos; las posibilidades de éxito eran poquísimas pero si había una, por pequeña que fuese, valía la pena intentarlo antes que seguir encerrado en aquel presidio. No quiero ni imaginar las condiciones de "no vida" que allí se daban, aquello tenía que ser la antesala del infierno. De los fugados solo 3 alcanzaron Francia, el resto fueron asesinados o apresados de nuevo.

Acabada la guerra y hasta el 42 fue sanatorio penitenciario para internos con tuberculosis, la mortandad era apabullante, con partes de defunción en los que las causas del fallecimiento era más que dudosa, muchísimos fallecían por "traumatismo". Probablemente el traumatismo que les causaba una bala en la cabeza.

El capellán encargado de dar cristiana sepultura a los que abandonaban este mundo entre miseria y dolor, ideó, para que pudiesen ser identificados algún día, un sistema que consistía en enterrarlos con una botella entre las rodillas en la que figuraba su nombre. Este curioso, caritativo e inteligente gesto ha ayudado muchísimo a la identificación de un buen número de desaparecidos, no a todos porque algunas etiquetas han acusado la humedad y el tiempo y se han desintegrado, pero sí a un buen porcentaje de ellos. El pequeño rectángulo donde fueron depositados se conoce como el Cementerio de las Botellas.

El presidio y el sanatorio fueron clausurados en el 44 y se volvió a convertir en un destacamento del Ámerica 66 hasta 1987, año en que quedó al cuidado de un retén hasta que en el 91 fue abandonado del todo. Declarado Bien de interés cultural en 2001, no creo que nadie lo declare bien de interés económico sino más bien de ruina, la cantidad de dinero que haría falta para su restauración y mantenimiento me temo que le aleja de un futuro brillante, más lo veo yo como arqueología militar, más o menos conservada, para los restos.

Acabada la visita volvimos a nuestra lujosa libertad. Más valorada.

Besos pa' tos.

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