pamplona/iruña - La media -al menos antes de Bolonia- era de cuatro años, aunque siempre hay excepciones. Veterinaria, Farmacia y Odontología, por ejemplo, duran cinco. La carrera de Medicina siempre ha supuesto un reto que se alarga durante una década (o más) pero sin duda la que se lleva la palma, a pesar de ser una gran desconocida para los ajenos al mundillo, es la carrera musical. No resulta fácil titularse en un lenguaje que hay que entender y saber transmitir para que llegue a todo el mundo, además de para que resulte agradable, y hay quienes invierten más de 15 años en ello. Pero parece que nunca es suficiente. “Cuando dices que vas a estudiar Música siempre te preguntan: ‘¿Y qué más?’ Yo lo tuve claro desde muy pequeña pero al final me licencié también en Derecho, que compaginé con mis estudios musicales, para que mis padres estuvieran más tranquilos”, explica Aurora Vives, saxofonista y profesora de música en el Conservatorio Profesional de Música Pablo Sarasate.

Lo mismo piensa su compañero, Michel Reynosa, pianista repertorista en el Conservatorio Superior. Han participado juntos en el ciclo Pamplona Acción Musical que se organiza cada año con seis sesiones de música clásica y diferentes agrupaciones, y coinciden en la necesidad de profundizar en este tema. Destacan el papel de los profesores, que es “vital” para que quienes inician este recorrido no terminen por abandonarlo. El pasado 17 de febrero conquistaron los oídos y los sentidos de más de 200 personas en Condestable, ella al saxo y él al piano, en una cita que sirvió para dar cuenta de que la música sirve para muchas cosas y es capaz, también, de llegar a todo el mundo. Ese es su mayor reto.

Puede ser una forma de magia, el reflejo de la belleza interior del universo o “la taquigrafía de la emoción”, como precisó Tolstói, pero lo cierto es que hay tantas definiciones como combinaciones de notas. Lo que Vives y Reynoso tienen claro es que hace falta recuperar y reivindicar el valor de la música, la importancia de su enseñanza y la necesidad, también, de que se reconozca su importancia de una vez por todas.

Denuncian que viven en uno de los pocos países de Europa en los que los estudios superiores de música no están adscritos a la universidad, lo que conlleva problemas a la hora de homologar títulos u optar a becas en el extranjero, aunque se trata de una carrera “con un alto nivel de exigencia y de sacrificio”, afirma Vives, que comenzó en Joaquín Maya, terminó sus estudios en Barcelona y ha elaborado una tesis sobre la situación sociocultural de la educación musical elemental. A ella la afición casi le viene de familia, porque su hermano tocaba el piano y fue quien le contagió. Reynoso, natural de Argentina aunque afincado en Pamplona desde hace seis años, tomó esa decisión con sólo 8 años, después de escuchar a su profesor de música. “Los profesores son esenciales. Hay gente que lamentablemente deja de estudiar porque no les han acompañado en motivación. En la música el trato es muy personal y a veces no se tiene conciencia de lo importante de la pedagogía en este sentido”, valora Reynoso, que ha viajado con su piano de Chile a Brasil pasando por Buenos Aires y Suiza. Asume que “es una carrera pero no hay que olvidarse de que la música es para disfrutar. A pesar de la seriedad y disciplina que exige, esa es su esencia. Y es un lenguaje, estás comunicando: hay que contagiar y despertar las vivencias de uno mismo en el alumno. Darles las herramientas pero, sobre todo, empatizar”.

Explica Vives que los padres también tienen que estar implicados, aunque el profesor sea una figura “fundamental”, y lamenta que se trate de un arte a veces un tanto maltratada. “La música se ha minusvalorado con respecto a otras carreras pero es algo que sucede, en general, con todas las artes. Todo lo que no tiene una utilidad práctica de forma directa tiende a eso”, lamenta. Explica que “como colectivo tenemos que estar muy unidos. Somos cada vez más músicos preparados, con ganas de tocar, de enseñar nuestro trabajo, pero no podemos porque no hay muchas opciones para hacerlo”, dice mientras propone mejorar las subvenciones y los recursos de las escuelas, aumentar la oferta instrumental y de plazas o facilitar el acceso del alumnado a estudios profesionales. Tienen claros sus retos y también las bondades de una profesión que a ellos consiguió cautivarles. “Tiene que haber más diálogo entre el colectivo musical, o del arte, una comunicación más fluida y un mayor interés casi por lógica, por lo que significa la música para la sociedad, no sólo para los músicos”, coinciden.