Izpegi, el mirador sin moradores
La primavera comenzó anteayer con un ambiente excepcional, la buena temperatura y el sol animaban a dar un paseo andando, a rodar en bici por la carretera o a ir al monte. Además, muchos tenían marcado en su calendario el puente de San José, por lo que había muchos planes en la agenda de la gente. No obstante, debido al estado de alarma decretado el pasado sábado, todos los planes han quedado en nada. Si la gente no tuviera que estar confinada en casa, seguramente, cientos de personas se acercarían, por ejemplo, al alto de Izpegi, accediendo desde Erratzu o desde Baigorri. Muchos serían los que, aprovechando el buen tiempo vestirían sus ropas de ciclista y ascenderían por una u otra vertiente del puerto en bicicleta, gozando del paisaje y sudando por el esfuerzo. Otros muchos, subirían en coche, para, después de aparcarlo, dar un paseo por el monte, hasta Auza, o quizás hasta Iparla. El día era perfecto para ello.
Unos y otros, e incluso algún otro que pasara por ahí, hubiera hecho un alto en el camino y hubiera entrado en una de las tres ventas que hay en el alto de Izpegi, Gaineko Benta, Irigoieneko Benta y Bereko Benta, para tomar algo o comer, mientras disfrutaba del día. Lamentablemente ninguna de esos planes se pudo realizar, porque las tres ventas están cerradas al público. Cerradas por convencimiento, y también porque aunque los bares y restaurantes de las ventas tienen que permanecer cerrados por el estado de alarma, las tiendas de las ventas que tienen comida, no tienen clientes, porque la muga está cerrada, y muchos de los clientes potenciales de dichas tiendas proceden de Iparralde. De hecho, los últimos días en el alto de Izpegi no hay apenas movimiento. Una patrulla de la Guardia Civil custodia la muga las 24 horas del día, y sólo circulan varios coches durante toda la jornada, trabajadores que van y vienen de un lado u otro. No hay montañeros, no hay ciclistas, no hay nadie que pueda disfrutar de las vistas de Izpegi, de los montes de alrededor, de la espectacular subida en bicicleta. Sólo la Guardia Civil, y bueno, también los responsables de las ventas, que a pesar de tener cerrados los establecimientos, acuden a ellas a realizar trabajos pendientes, aunque sin poder obtener ingresos.
VENTAS
Gaineko Benta es la venta que está más arriba, justo al par de la antigua aduana. Juan Maya y José Julián Daguerre adquirieron la venta en 1991. Cuenta con 6 trabajadores, que lamentablemente desde el pasado domingo no pueden atender a su clientela. Juan vive la situación con filosofía, "habrá que tomar las cosas como vienen, ya pasará. Es una pena, pero la verdad es que hay cosas mucho peores". Aunque tienen la venta cerrada, nunca falta trabajo, y están aprovechando para hacer limpieza y otros trabajos pendientes, además de "dormir un poco más, luego volveremos con más ganas", afirma sonriente, con actitud positiva. Irigoieneko Benta, la que está en medio de las tres, en ella, Joseba Irigoien está realizando trabajos de mantenimiento, para aprovechar el día, que se hace largo sin clientes. Su aitatxi y amatxi (abuelo y abuela) abrieron la venta en 1959 y desde entonces, la familia ha acogido a miles de clientes día tras día año tras año. Aunque Joseba es joven, nadie en casa recuerda una situación similar, "es verdad que antes había aduana, pero la gente pasaba sin problema de un lado a otro, y siempre había alguien.
Las únicas veces que se ha cerrado ha sido por la nieve". "El cierre no ha podido llegar en peor momento", comenta, "el invierno suele ser muy tranquilo, pero a partir de mediados de marzo empieza el movimiento, con los puentes, Semana Santa además, con el tiempo que hace, es una pena tener que estar en casa". En invierno cuatro personas trabajan en Irigoieneko Benta, pero a partir de Semana Santa serían 6 o 7, "habrá que ver qué pasa". Quizás la venta que más sufrirá por el cierre será Bereko Benta, venta recién rehabilitada y abierta al público hace apenas tres meses por Idoia Gillenea y Xavi Pérez.
Tras realizar un gran esfuerzo humano y económico, esta pareja de emprendedores reabrió las puertas de Bereko Benta en Navidad, y poco a poco estaban familiarizándose con el negocio, a la vez que la gente empezaba a conocer su establecimiento. "Es un palo muy gordo para nosotros", lamenta Idoia, "van a tener que rescatarnos", justo cuando empezaban a trabajar y a obtener ingresos para poder hacer frente al crédito adquirido para poner en marcha la venta, "justo cuando parecía que esto iba a despegar con los puentes, la Semana Santa, el buen tiempo justo ahora tenemos que cerrar". Además de los dueños, dos trabajadoras se han quedado