- Cien años han pasado ya, se dice pronto, desde que el 1 de abril de 1920 naciera en la casa Larraldea de Ziga, Teodora Dorremotz Sarratea.

Eran tiempos difíciles, y como en cualquier casa, tanto Teodora como toda su familia tuvieron que trabajar mucho, desde edades muy tempranas para sobrevivir y salir adelante. La vida era trabajo, era supervivencia, y había que arrimar el hombro, todos a una, cada uno en lo que pudiera.

Seguramente, Teodora, nunca imaginaría que 100 años después, tras toda una vida de trabajo y sacrificio, el 1 de abril de 2020 se convertiría en la persona más popular de su barrio, en Elizondo, y que lo festejarían todos, con pancartas, globos, sirenas de la Policía Foral y entonando el zorionak zuri desde el balcón de cada casa, todos al unísono. Vecinos que la conocían y también quienes no tenían el gusto de conocer a la centenaria pero que al saber de tan redondo cumpleaños quisieron sumarse a la fiesta y rendir un merecidísimo homenaje a Teodora, quien, sorprendida, saludaba a todo el mundo desde la ventana de su habitación, preguntándose, qué era lo que pasaba, incrédula al saber que todo ese montaje era por ella.

Antes de la celebración de su 100 cumpleaños, Teodora, vivió otros 99 con anterioridad, está claro. Todos diferentes, en diversos lugares y con diferente compañía. Los de su niñez, en Ziga, con su familia, sus hermanos, hermanas y padres, que tuvieron 10 hijos e hijas, pero vieron morir a algunos a una edad demasiado temprana, al igual que Teodora vio morir a su padre siendo niña, cuando su madre estaba embarazada de su hermana pequeña, Emilia, la décima. Fueron años muy complicados, con la amatxo de Teodora, viuda, con 7 pequeños a su cargo. Teodora era de las mayores, por lo que tuvo que madurar pronto, trabajando a destajo para poder alimentar a la familia entre todos, sobre todo desde primavera hasta el otoño, épocas en las que se podía trabajar la tierra y se recogían los frutos que daba. En invierno pudo ir a la escuela, no mucho, aunque le valió para aprender a leer y a escribir.

A los 14 años la vida de Teodora dio un giro bastante importante ya que fue a vivir a Donostia, a casa de una familia, donde cuidaba los niños. Fue un cambio grande en la vida de esta baztanesa, que apenas había salido del valle, de su Ziga natal, en el que tanto había trabajado. Fue otra fase en su vida, diferente, en la que tampoco dejó de trabajar y también de volver a vivir las desgracias de la vida, dado que, uno de sus hermanos, en aquella época, murió en la Guerra Civil.

La infancia y la juventud de Teodora fueron duras, sin duda pero ella nunca se rindió y siguió trabajando, luchando por salir adelante, y unos años más tarde, a los 25 años, su vida cambió nuevamente, un cambio considerable ya que se casó con Manuel Bidegain, un molinero del barrio de Bozate, en Arizkun, con quien se fue a vivir al molino de Irurita. De vuelta otra vez a Baztan, tras contraer matrimonio, la pareja tuvo dos hijas, Lourdes y María Ángeles, y tras unos años en Irurita se trasladaron a Elizondo, a Datue, donde Teodora se encargaba de los trabajos de casa mientras su marido, Manuel, pasó a trabajar en la construcción.

La sociedad había cambiado bastante, y con ella, también la vida de Teodora, que tras conocer las dificultades de su infancia, tras sufrir la guerra y la posguerra, había formado una familia, con la que disfrutó y disfruta mucho.

Hoy en día, Teodora sigue viviendo en Elizondo, con su hija Lourdes y su yerno Manuel Álvarez. Madre de dos hijas, también es abuela de seis nietos, que viven entre Pamplona y Madrid, y de otros tantos biznietos, que pueden alardear de tener una abuela y tatarabuela que acaba de cumplir 100 años. 100 años bien llevados, pues Teodora disfruta de una muy buena salud, aunque no entendía muy bien por qué algunos de sus nietos, que nunca fallan a su cumpleaños, no viniera a festejar su centenario. Thierry le dijo que no le dejaban salir de casa a lo que su abuela contestó: "¿tan mayor y no te dejan salir?".

La celebración de Teodora no pudo contar con la participación de toda su familia debido al coronavirus pero todo el vecindario se volcó en su felicitación, participando desde los balcones, con cantos, acordeones, pancartas y muchísimo cariño. Dentro de casa, no faltó la tarta de cumpleaños y el cordero al chilindrón, típico plato de fiesta en Baztan.

"¿En serio? ¿toda esa gente en los balcones y toda esta fiesta es para festejar mi cumpleaños?"

Centenaria