Más personas que en el resto de las no fiestas vistieron ayer de blanco y rojo como forma de honrar, a su modo, a la patrona de las fiestas de Tudela, Santa Ana. Desde las 10 (la misa mayor se celebraba a las 11.00) una cola serpenteaba por la calle Portal de gente esperando a poder entrar dentro del aforo que se había previsto en la catedral 235 personas, que estaba repleta de bancos y sillas. El conteo inicial, la obligación de pasar por el gel hidroalcohólico y la obligación de sentarse dos personas en cada banco daban buena muestra de que la situación no era ni mucho menos normal, la mascarilla (muchas bordadas) solo era la constatación más evidente.

Pese a todas las precauciones, no deja de ser chocante que todos los actos cívicos y festivos de esta semana se hayan suspendido, que las peñas hayan dado ejemplo cerrando sus locales para socios y no socios o que muchos bares las estén pasando canutas siguiendo la obligación lógica de cerrar sus puertas a las 00.00, y que mientras tanto se sigan celebrando los oficios religiosos con la presencia de más de 250 personas (medios de comunicación, coro Gzatambide y organización incluidos).

Entre el público se pudo ver la presencia de cuatro concejales del equipo de gobierno de Navarra Suma así como el alcalde, que con su presencia y la de Protección Civil avalaron el evento.

También tomó parte el coro Joaquín Gaztambide que es el que ha venido tomando parte en la novena de Santa Ana que se celebra desde el 17 al 25 de julio. Ayer se sentaron en los bancos del coro, pero dejando la separación de un asiento entre ellos. Los asistentes tampoco se dieron la paz (sino que se miraron u bajaron la cabeza) y antes de tomar la comunión era obligatorio darse hidrogel y después coger la forma con la mano.

En su homilía, el arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela, Francisco Pérez, recordó que se cumplen 490 años del patronazgo de Santa Ana con Tudela, después de que le sacaran en procesión para tratar de que evitara la entrada de la peste en la ciudad en 1530. El arzobispo se dirigió al alcalde para señalarle que "la devoción a Santa Ana no se aplaza, se podrán aplazar otras fiestas", para añadir luego que "nos encontramos desorientados y perdidos en cosas que nos hacen sufrir. La vida no depende de quien la tiene, que solo la administra, sino que depende de Dios". Para concluir señalando que "nadie nos podrá posponer la devoción a Santa Ana" y que "las pandemias más nocivas son las espirituales puesto que en ellas se destruye lo más auténtico que hay en el ser humano: el sentido de la transcendencia y lo sobrenatural". Tras la celebración no hubo procesión, algo que no sucedía desde 1933, ya que en 1936, una semana después del golpe de Estado, se procesionó dentro de la catedral.