- Fue mucho más que un desfile folklórico que puso color y alegría a esta pandemia otoñal que nos ha tocado vivir. Un espectáculo organizado por la asociación de mujeres Flor de África para reivindicar el mestizaje cultural a través de la moda y la danza. La vieja estación de autobuses acogió ayer una exhibición de trajes típicos africanos actualizados al estilo occidental, la excusa perfecta para que las mujeres subsaharianas exhibieran todo su poderío y fuerza, su capacidad de integración pese a las dificultades y su amor por los valores tradicionales que sustentan su rica cultura. El colectivo cumple diez años de lucha por el empoderamiento de la mujer africana y sus derechos. La iniciativa, que se convoca en años alternos, ha contado con el apoyo del departamento de Políticas Migratorias del Gobierno foral.

Fátima Djarra, activista y mediadora de Médicos del Mundo, destaca que la principal objetivo de la asociación es "acabar con los prejuicios hacia la mujer africana y crear una red de solidaridad mutua". "Muchas veces llegan mujeres solas o reagrupadas que no tienen familia ni conocidos, y del mismo modo que en nuestros países existe ese apoyo, aquí también queremos que lo reciban. Apoyo tanto económico como emocional, también cuando sufren violencia de género. Son mujeres que no conocen el idioma, que necesitan integrarse", remarca. Ya suman más de 70 mujeres entre las que se incluyen las segundas generaciones de mujeres con las que también se trabaja la preservación y respeto de los valores culturales, el conocimiento de sus raíces y el apoyo educativo para que continúen sus estudios en grados superiores. En este momento se trabaja con doce chicas y diez chicos.

La covid ha empeorada la situación de precariedad en la que ya vivían muchas familias subsaharianas, principalmente en materia de vivienda. "Nosotros tratamos de mediar para conseguir un piso de alquiler. En la mayoría de los casos piden condiciones inasumibles, fianzas y hay mucha discriminación cuando es una mujer africana la que pide una vivienda", remarca. Mujeres que trabajan en fábricas, en el servicio doméstico, de la venta en la calle o en la confección de ropa, empleos que con la pandemia han sufrido un duro revés. "También han sufrido los problemas derivados de la brecha digital. Familias que no tenían recursos para que los chavales pudieran estudiar desde casa al no tener materiales ni conexión a internet", relata. En este sentido, cinco familias recibieron ayudas por parte del Ejecutivo en una convocatoria reciente.

Muchas de las mujeres que han llegado a nuestra comunidad en los últimos años proceden de otras regiones y han llegado en cayucos, con niños o con sus parejas, procedentes de Nigeria, Camerún o Senegal, entre otros países.

Otro de los obstáculos con los que se enfrenta el colectivo es la falta de espacios. "Hasta ahora nos veíamos en la sede de Médicos del Mundo pero a partir de la pandemia hacemos reuniones a través de una plataforma digital para seguir cursos y formación", asegura Djarra. Precisamente, además de la lucha contra la ablación, uno de los temas en los que se está trabajando es en concienciar sobre enfermedades como el coronavirus y desmontar rumores sobre esta enfermedad que circulan entre la población subsahariana y que es necesario desmontar. "Existen mitos como que el virus no contagia a las personas negras. En Estados Unidos las personas de raza negra han sido las más afectadas por la pandemia y hay que hacerles ver que es así, que es una enfermedad que afecta a todos por igual. O creen que solo ataca a personas enfermas y mayores lo cual no es cierto", remarca. "Hay personas que tienen miedo a acudir al médico, que trabajan en el campo o en situaciones de precariedad, o creen que les llaman del colegio por ser negro, por discriminación", agrega.