- El pasado 30 de octubre Miguel Iparragirre dio sus últimas clases de acordeón en la Escuela de Música Baztan, en Elizondo. Este apasionado músico, nacido en Arantza, aunque afincado en Elizondo hace más de 40 años, ha dedicado toda su vida al acordeón. Primero como aprendiz, luego como músico, y también como profesor, labor que ha llevado a cabo durante cuatro décadas, desde que, como bien recuerda, el 15 de octubre de 1980 diera su primera clase. Se considera muy afortunado de poder vivir gracias al acordeón, "me siento un privilegiado, porque toda mi vida he podido vivir gracias a la música, al acordeón", comenta, "trabajar en algo que te gusta no tiene precio". Reconoce que nunca pensó en ser profesor, pero ha resultado ser un trabajo apasionante, "nunca imaginé que enseñar me gustara tanto, ha sido muy satisfactorio, por mí seguiría toda la vida enseñando a tocar el acordeón a la gente", afirma.

La pasión que siente por la música, por el acordeón, contagia a cualquiera, y esa pasión es la que ha transmitido durante tantos años a muchísima gente, acordeonistas, que han aprendido a tocar el instrumento pero también a amar la música, la cultura, la tradición y la disciplina y constancia, necesarias para la música y para la vida, en general. Todos esos valores que emana Iparragirre, y que ha inculcado a través de su dedicación y perseverancia hasta el último día de trabajo. Curiosamente, esa dedicación y consideración hacia su alumnado lo ha mantenido hasta el último día de trabajo, pues el 30 de octubre, día de ferias en Elizondo, es festivo en Baztan. A pesar de ello Iparragirre se reunió con sus alumnos porque era consciente de que pasaría un tiempo hasta que llegara la persona que lo sustituiría en la escuela de música, y pensó en darles trabajo para que pudieran practicar en casa.

Uno de esos detalles que dejan huella en su alumnado, muy agradecido a la labor de Iparragirre, como demostraron al finalizar su última clase, cuando, para sorpresa del querido profesor, varios alumnos y ex alumnos le esperaron a la puerta de la escuela para brindarle una ovación y rendirle un humilde homenaje musical, cómo no, emitido por varios acordeonistas. Un momento "muy bonito e inesperado, pues nunca he esperado ningún reconocimiento".

Su labor como profesor ha finalizado, pero Iparragirre seguirá tocando el acordeón, además le gusta componer, y ahora tendrá más tiempo para ello.

No piensa distanciarse de la escuela de música, "me pondré en contacto con mi sustituto o sustituta, y le ayudaré en todo lo que pueda", además, pretende seguir saliendo a tocar en grupo porque como dice, "para seguir tocando, necesitas un objetivo, por ejemplo preparar una actuación, si tocas en casa únicamente para ti, para disfrutar, llega un momento en que acabas dejándolo".

Iparragirre mira atrás y cuenta que su afición por la música le viene de su madre, quien tocaba la armónica, objeto de deseo del pequeño Miguel, que vigilaba dónde la guardaba su progenitora para, cuando no estaba en casa, cogerla y tocarla, aunque "siempre se enteraba de que la había cogido".

Empezó a aprender solfeo en su pueblo natal, Arantza, con el organista del pueblo, Martín Ibarrola, y luego optó por el acordeón, a los 13 años, tomando clases en Irun y Donostia. A los 14 sus padres le compraron su primer acordeón, de 3ª mano, que conserva a su lado con mucho cariño, "calculo que tendrá alrededor de 100 años". A los 15 empezó a tocar de pueblo en pueblo, animando las fiestas, algo que mantuvo durante muchos años, hasta que "llegó un momento en que ya sentía que podía ser el padre de la gente que bailaba a mi alrededor".

Su labor como profesor comenzó en 1980, cuando, ya casado y afincado en Elizondo, se dio cuenta que no había nadie que enseñara a tocar el acordeón, y "como había que ganarse el pan, decidí montar una academia". El número de alumnos creció, y animado por un par de alumnos de Doneztebe, también comenzó a enseñar en el pueblo de Malerreka. En 1987 nació la Escuela de Música de Baztan, y se incorporó como profesor. Tras varios años, dejó de ejercer en Doneztebe, "porque seguía tocando de pueblo en pueblo y todo era demasiado". Tras retirase de las plazas, los últimos años los ha dedicado a la Escuela de Música, hasta ahora que se ha jubilado, aunque no retirado.

"Nunca pensé que me gustaría tanto el trabajo de profesor. Seguiría

toda mi vida enseñando"

Acordeonista y profesor