De las 15 bases con las que cuenta Ambulancias Baztán Bidasoa por toda Navarra, una está en Altsasu y otra en Leitza, una amplia zona en torno a la sierra de Aralar con características diferentes. Mientras que la mayoría de los pueblos de Sakana están al pie de la autovía, en la zona de Mendialdea son localidades dispersas en los valles de Larraun, Leitzaldea, Imotz, parte de Basaburua y Araitz-Betelu, a lo que a menudo hay que añadir los caseríos. Son carreteras llenas de curvas que conoce bien Coro Cestau, una leitzarra de 54 años que lleva desde 1997 al volante de ambulancias. Entonces no había GPS y se guiaban con planos realizados a mano, llenos de anotaciones, que todavía se utilizan porque las nuevas tecnologías no han llegado a todos los sitios. "Mi hermana, que también es técnico de emergencias sanitarias, y yo, fuimos con mi padre de caserío en caserío en Leitza para realizar un plano", apunta. Sólo en esta localidad son más de 100.

Cuando comenzaron estas hermanas apenas había mujeres. "Al principio parecíamos bichos raros. ¿Dónde vais? Nos decían. Luego nos han pedido disculpas", recuerda Coro Cestau. "Yo estoy por vocación, lo he vivido", incide, al tiempo que destaca que está muy contenta con la empresa.

También es un trabajo vocacional para Gonzalo Montoya, de 41 años, la mitad como profesional y cinco más como voluntario en Cruz Roja. Además, continúa colaborando con DYA Sakana, al igual que otros muchos técnicos de emergencias sanitarias. Montoya forma parte del equipo de la base de Altsasu, diez en personal en total que trabajan las 24 horas del día los 365 días del año. Cuenta con dos ambulancias, una de soporte vital básico y otra no asistencial de traslado colectivo. "Nos ha tocado de todo, accidentes de tráfico y laborales, cobertura de incendios además de traslado de enfermos€", observa Montoya. "Antes había muchos accidentes de tráfico. Hace 20 años todos los días había alguno. En un solo año hubo 10 muertos en la curva de entrada a Lekunberri", recuerda Cestau.

A veces llegaban y veían que ya nada se podía hacer. En otros casos algunas personas se quedaron en el camino pero en muchas ocasiones han visto como su intervención fue imprescindible para que otras personas siguieran adelante. Cestau y Montoya apuntan que nunca te acostumbras a las desgracias pero que su profesión les satisface. No en vano, el trato humano es muy importante, sobre todo cuando acuden a casas de personas mayores, enfermas y asustadas. "Yo les trato como si fueran mis abuelos", observa Montoya. "Hay que tener psicología para quitarles el miedo", añade Cestau. No obstante, cuenta que la gente está cada vez más familiarizada con las ambulancias. "Antes había más miedo", observa.

En relación a la covid-19, apuntan que ha supuesto más presión en su trabajo. "Ha sido brutal. El personal sanitario está saturado y cansado", lamenta Montoya.