a festividad de la Candelaria, en el calendario litúrgico Purificación de Nuestra Señora o la Presentación del Niño Jesús en el Templo según el rito latino, y también fiesta de la luz en la antigüedad tan ansiada frente a las tinieblas y la oscuridad, se celebra mañana, 2 de febrero. Han pasado 40 días exactamente desde Navidad y estamos en el ecuador del invierno, y pasado se festeja a San Blas, protector de los males de garganta que trae sabores de variada suerte de artículos de panadería y repostería.

Son numerosas y extendidas las sentencias meteorológicas que toman o hacen referencia a la Candelaria, en distintas partes del mundo (el mediático Día de la Marmota en Estados Unidos y Canadá), que se concebía en la mentalidad rural como jornada de balance del periodo invernal. Y día en el que se rendía culto a la luz tan deseada, con rituales de hogueras y bendición de velas de cera.

En lo religioso, respecto a su “purificación” resulta tristísimo y deplorable en absoluto constatar la nula consideración que históricamente se ha tenido de la mujer. Según la ley mosaica, una madre que diera a luz un niño varón, era considerada “impura” (tal cual) durante siete días y además debía permanecer otros treinta y tres días hasta purificar su sangre, y todavía era peor si daba a luz a una niña, ya que entonces el tiempo con que se excluía del templo a la madre era el doble.

En clave meteorológica, las gentes de condición más rural pendientes siempre de lluvias o sequías, miraban al cielo el 2 de febrero, para predecir cómo sería lo que quedaba de invierno. La Candelaria marcaba el momento de volver a sembrar, y abundan los refranes y sentencias que, como un registro meteorológico oral, recogen las predicciones.

En Euskal Herria se decía (se dice) “Kandelero bero, negua heldu da gero, kandelero hotz negua gan da motz”, que equivale a decir que si en este día hace calor o está seco y no llueve el invierno aún seguirá, pero si hace frío está por terminar. Ese mismo aforismo es popular en Cataluña, y muy parecido al nuestro, ya que los catalanes dicen: “Si la Candelaria plora, l’hivern es fora i si no plora, ni dins ni fora” (Si la Candelaria llora (llueve) el invierno está fuera y si no llora, ni dentro ni fuera) y otro tanto hacían en Aragón, Canarias y en muchos países de todo el mundo.

La candela, y de ahí la Candelaria es la unidad básica del sistema internacional que mide la intensidad luminosa. Una vela, candela, espelma o bujía es una fuente de iluminación y encenderlas se consideraba en la remota antigüedad como una prueba exterior de alegría o respeto en las ceremonias o cultos paganos, en los sacrificios, en la celebración de los misterios de Ceres, la diosa de la tierra y de la agricultura en la mitología romana, y se cree que fue a imitación de esta ceremonia pagana como fueron introducidos los cirios en la Iglesia.

El día de la Candelaria, antes más, según costumbre, los fieles llevaban a los oficios religiosos un cirio o candela que, una vez bendecidos en la misa se conservaban detrás de la puerta de la casa para protegerla contra los malos influjos, y se creía también que protegían contra las brujas y la hechicería, para conjurar las tormentas, sobre todo de granizo que podían dañar las cosechas, y en general para proteger los hogares.

Estamos en el segundo peldaño de la escalera sanferminera (¡uno de enero, dos de febrero...!) y en plena época festiva invernal, en días de velas, pan y txistorra, en uno de los meses peor tratados y de peor fama del calendario, tratado de revoltoso, loco y aún de cosas peores (y menos mal que le salva que es el más corto), y encima, en esta era desquiciada y mercantilista, todavía se le maltrata más, por aquello de que “la auténtica cuesta de enero se pasa en febrero”. ¡Pobrecico!

El miércoles se festeja a San Blas, protector de los males de garganta. Las tortas, roscas y rosquillas, bañadas con clara de huevo batida, azúcar y anís, y últimamente adornadas con el nombre del santo, escrito en chocolate, serán con otros alimentos bendecidos en las iglesias y un postre más de las comidas.

No son los únicos alimentos que recibirán la bendición de la parroquia, dado que la tradición anima a reclamar ese halo protector para aquellos condimentos, el azúcar y la sal, que aderezan los platos que al pasar por el pasapán se cree que protegen de posibles resfriados y afonías.

Tal como están las cosas, se desconoce sí habrá animación por la práctica de estas costumbres tan arraigadas en la mentalidad popular, por ejemplo en Pamplona en el entorno de la parroquia de San Nicolás. Y en Baztan, ahora en la Panificadora Baztanesa, se elaboran unos roscos de pan igual que hace más de un siglo, que seguro no faltarán en muchas casas. Y el viernes, se le canta a Santa Águeda, más pan y txistorra todavía.

Meteorología. “Por San Blas la cigüeña verás, y si no la vieres, año de nieves”. A la Candelaria y al abogado de males de garganta se les consulta para predecir el tiempo.

Creencia. “Es mejor ver al lobo entre las ovejas que tener buen tiempo por la Candelaria”. (Refrán pastoril con siglos de existencia)