ola personas, ¿cómo va el invierno?, bien supongo, porque, a pesar de la cantidad de pañí que está cayendo, las temperaturas están siendo benévolas.

Yo esta semana me he dado un paseo largo y ameno, no ha sido por Pamplona pero ha sido por una localidad con la que compartimos una calle: la acera de la derecha es de ellos y la de la izquierda nuestra, ¿cuál es?, efectivamente: Barañáin.

El jueves a las 11:44 horas en la plaza de Merindades monté en el bus 0368 correspondiente a la línea 4, en su frente luminoso ponía Barañáin-hospitales, pagué 1,35 € y la máquina me expidió el billete número AA-41650. Al sentarme para hacer el recorrido con la comodidad que mi edad reclama vi que a mi lado viajaba A.L.Z. una amiga de toda la vida que iba a talleres a hacerse una recuperación de un pie con el que había dado un mal paso. Fuimos hablando de achaques, roturas y soldaduras varias y entre risas y lamentos ella llegó a su destino y yo seguí hasta el mío. En llegando a Barañáin me bajé en la primera parada y me dispuse a patearlo para contároslo.

Éste era un lugar vecino a Pamplona de poco más de cuatro casas que se levantaban en el extremo más cercano a la linde y un señorío que se señoreaba en el más lejano, campos de cereal ocupaban el resto. Así fue hasta 1966 año en el que la empresa Avanco acometió una serie de promociones y un plan urbanístico que ya no ha parado hasta hoy, las máquinas siguen excavando y allanando terrenos para seguir levantando edificios y el pequeño lugar de antaño se ha convertido en la cuarta población navarra por número de habitantes, siendo estos más de 20.000. De aquellos campos de cereal que había entre pueblo y señorío ya no queda nada dedicado a este fin: el 90% de su suelo está ocupado por ladrillo, cemento y argamasa. Los primeros edificios que se levantaron fueron unas altas torres de 16 o 17 pisos que en Pamplona causaron sensación, se consideraron auténticos rascacielos, de hecho dieron nombre a una avenida que se llama así Avenida de los Rascacielos. Aquello es que fuese extramuros, aquello era irse a vivir al culo del mundo y la gente no llamaba al sitio por su secular topónimo sino que en Pamplona se decía que fulanito se había ido a vivir a Avanco, como si la constructora diese nombre al lugar. Las promociones se fueron sucediendo y poco a poco se fue construyendo hacia adentro y fueron naciendo la avenida de Pamplona, la Central , la Comercial, San Esteban, plaza de los Sauces etc. etc.

Mis primeros pasos se dirigieron hacia Landaben con la intención de entrar en la harinera de Ilundain que el otro día fue pasto de las llamas, una vez más, y me picaba la curiosidad por ver como había quedado, llegué y una valla me impidió el paso por seguridad. A los pies de la valla había una caja fuerte de un cajero automático abierta a la fuerza, por lo visto alguien que no recordaba el PIN de su tarjeta y no le quedó otro remedio que tomar "medidas especiales". Di media vuelta y a poco de empezar mi andadura a mi mano derecha un camino cuesta arriba me invitaba a subir, vi que el ramal acababa en la vieja iglesia del pueblo lo cual no me dejó elección: si veo un campanario mis pies se dirigen como con vida propia hacia él. Llegué arriba y vi con agrado que no solo han conservado la iglesia del siglo XVI sino que está mejor que antes, recuerdo que hace muchos años la pobre estaba un poco desvencijada. Me llamó la atención una placa que declaraba el templo como perteneciente a la iglesia ortodoxa de Rumanía. Parece ser que el obispado lo ha cedido a la iglesia rumana para su culto. Me parece bien.

Del pueblo viejo apenas quedan tres casas aisladas y rodeadas de unos chalecitos pareados de colorines, me entretuve en fotografiar el curioso conjunto que entre todos conforman. En ello estaba cuando de repente ziiip, resbalé y di con mis huesos en el santo suelo, el teléfono se me fue a hacer puñetas y mis gafas pasaron a mejor vida estrujadas entre mis dedos, pensé que había resbalado en el barro ya que el suelo estaba mojado, pero no, al levantarme vi que el resbalón lo había provocado una enorme cagarruta de perro, mi indignación llegó a límites insospechados y no fue el del perro el único excremento de la zona porque yo me cagué en la calavera del cerdo del propietario que no fue capaz de recoger el regalito de su chuquel. Más quemao que el mapa de Bonanza me limpié como pude, y seguí mi paseo por la ronda-mirador y por ella llegué a la cuesta abajo que baja al polígono industrial y a las piscinas, en ese punto hice izquierda, me adentré en el caserío, salí a una plaza que es un clásico de Barañáin , la plaza de los Castaños y tras ella alcancé el último punto urbanístico importante que allí se ha llevado a cabo, el famoso parque del lago. En estos lares se tiene una gran afición a la cosa lacustre y Barañáin no podía ser menos. Lo recorrí admirado del pedazo de parque que es; muy arbolado y rodeado de chalecitos culmina en un estanque con su terraza con balaustres y todo para poder asomarte a ver como se pasean las familias acuáticas, los Cuacuarena, los Patotegui, los Palmipeberri y los Picopatoetxea, todos se pasean en pareja, se cruzan se saludan, cua, cua y si no quieren saludar se zambullen, alzan el culo y arreglao.

Por las calles de las autonomías, Canarias Cataluña, Extremadura€ salí a los pocos campos de trigo que quedaban hace cuatro días y que ya hoy están cimentados o en vías de ello para convertirse en las últimas casas de Barañáin. Atravesando obras y barro llegué al señorío de Eulza que cierra el pueblo en su privilegiada atalaya sobre el Arga. Antes de llegar di una vuelta por esas casitas bajas que hay allí desde no sé cuándo y que hoy siguen ahí, apartadas, tranquilas, con sus huertas y sus jardines pero€ me temo que viendo lo que vi tienen los días contados. Aproveché que debido a las obras las puertas del jardín del señorío estaban abiertas y entré hasta la capilla, una pequeña capilla cuya planta es de cierta antigüedad pero que sus adornos son mucho más cercanos en el tiempo y su último dueño, D. Ambrosio Izu, le dio un toque neo-románico digno de verse, por tener hasta tiene una ventana en el ábside con su ajedrezado jaqués en su arco de mediopunto y el alero lleno de canecillos.

Salí de la finca tomé un camino que me llevó a la parte baja donde están las piscinas de Lagunak y volví a subir a las calles y avenidas entre as que llegué de nuevo la villavesa para volver a mi casa.

Hasta la semana que viene, sed buenos y cuidaos mucho para así cuidar de todos.

Besos pa tos.