- Ser alcaldesa no es fácil, y más en un municipio de 12 concejos. Si añadimos la pandemia, la tarea se complica aún más. Pero Oihana Olaberria Jaka, la alcaldesa de Arakil, no se queja y se queda con lo positivo de esta experiencia. "Como valle hemos salido más fuertes. Se ha visto una unidad y cercanía. Nos hemos coordinado muy bien con todos los presidentes de los pueblos", destaca. También incide en que les ha tocado improvisar mucho y tomar decisiones de manera rápida. "Las directrices que nos llegaban del Gobierno de Navarra muchas veces era sota, caballo y rey. Pero al principio no se tenía en cuenta nuestra realidad. No se hablaba de concejos ni de quien era la potestad a la hora de tomar decisiones y se tomaron a nivel de municipio", señala.

Desde el principio, Oihana Olaberria tuvo claro la necesidad de articular una red que llegara a toda la población, unas 950 personas dispersas en Errotz, Urritzola, Izurdiaga, Aizkorbe, Etxarren, Etxeberri, Ekai, Egiarreta, Satrustegi, Hiriberri y Zuhatzu, doce realidades y características diferentes pero que forman un valle. "Hay muchas personas mayores, y bastantes solas. Aunque la mayoría tienen apoyo familiar queríamos que toda la población estuviera cubierta", destaca. Así, se dirigió a todos los presidentes de los concejos, todos hombres, para que detectaran las necesidades existentes en cada pueblo. "Fue un trabajo de puerta a puerta. En cada pueblo había dos personas voluntarias que se encargaban de cualquier cosa que necesitaran. Desde el Ayuntamiento se les llamaba todas las semanas", cuenta.

"Fue muy bonito, todo fluyó de forma natural", observa. Al respecto, recuerda las diferentes iniciativas que surgieron en lo peor de la crisis sanitaria, como la de Igantzi Jauregi, que desde su restaurante de Etxarren preparó comida para transportistas y otras personas que trabajaron durante el confinamiento y con el dinero obtenido compró material sanitario que puso a disposición del Ayuntamiento, o la de un grupo de costureras que realizaron mascarillas. "Hubo muchas cosas emocionantes que salían de la gente. Ahora nos olvidamos pero al principio no había nada", comenta.

La pandemia también puso en evidencia la brecha digital existente en el mundo rural, con problemas de conexión a la hora de tele trabajar o seguir los estudios desde casa. "La gente se ponía nerviosa y llamaba al Ayuntamiento. Los trabajadores y trabajadoras han estado al pie del cañón y ha habido colaboración total", destaca. Otras quejas le llegaban al móvil, al de la alcaldía pero también al suyo personal. "Es lo que pero llevo. Te pueden llamar a las siete de la mañana los Forales porque ha pasado algo o a las diez de la noche un vecino porque se le ha ido la luz. Y cuesta. Las personas que están alrededor también se resienten. Pero es lo que hay", observa. Madre de dos hijas en una familia monoparental, la conciliación no ha sido fácil. "Aunque mis hijas tienen 15 y 12 años, y ya no son tan dependientes, tiro de mi madre. Hay días que apenas les veo", lamenta.

Otra decisión que tuvo que tomar, especialmente difícil, fue la de paralizar todos los proyectos que tenían en marcha, entre ellos un proceso participativo que iba a comenzar en marzo. "El objetivo era para marcar una hoja de ruta de cara a mejorar la vida en el valle", recuerda. "Ha supuesto un retraso en toda la política de esta legislatura porque se quería marcar entre todos y todas hacía donde llevar Arakil", abunda.

"Como valle hemos salido más fuertes. Se ha visto una unidad y cercanía"

Alcaldesa de Arakil