Con el objetivo sencillo, ambicioso y satisfactorio de que "vayan tomando las riendas de su vida", alrededor de 15 hombres y mujeres de todas las edades, predominantemente jóvenes, se reúnen en los locales de Anfas de Tudela cada martes dentro de la actividad de autogestión. "Tomar las riendas", como explica Encarna Sánchez, responsable en la Ribera tiene muchos prismas como "que conozcan sus derechos, que tomen decisiones por sí mismos, que se empoderen para, de esa manera, dar nosotras un paso atrás".

Así, cualquier persona que se acerca al grupo diverso y enriquecedor, de personas con discapacidad intelectual de nivel medio alto, se hace pequeño cuando oye a Tatiana, Sergio, Pili, Ana, Marina, Urko, Telmo, José Vitor, Carol o Quique hablar de la sobreprotección de los padres, del duelo ante la muerte, de su necesidad de trabajar, del acoso que han sufrido en los colegios y que quieren evitar a otras personas o de cómo la sociedad debe dar un paso atrás para coger perspectiva y hacer inteligible una sentencia judicial o el menú de bocadillos de un bar.

De su capacidad da idea el primer premio logrado por el grupo de autogestión de Anfas de Tudela en la primera edición del Festival de Cortometrajes organizado por IPES. Ellos escribieron, protagonizaron y rodaron el corto Valentina y Valentín.

Son solo algunos de los temas que este grupo de tudelanos y tudelanas proponen y acometen en cada sesión donde no sólo aprenden, avanzan y comparten sino también crean un grupo de amigos y casi una familia. "Antes de venir a Anfas no salía de casa y no confiaba en la gente", explica Ana, "yo si no viniera estaría en casa todo el día haciendo el vago", añade Tatiana, "sin Anfas me faltaría todo. Para mi es como estar en nuestra casa, es nuestro hogar. Estaré aquí hasta que me jubile, o más", remata Quique, entre las risas de sus compañeros. Porque si de algo hay para dar y regalar en la sala del Centro Lasa donde comparten sus preocupaciones es alegría, risas y compañerismo. Marina cuenta cómo "solo salía con mis padres a la calle y desde que estoy aquí conozco a más compañeros y voy con ellos a pasear y me ayudan", ya que como dice Pili, "aquí he encontrado amigos y compañeros".

Quien más y quien menos han tenido episodios de acoso, que ellos mismos llaman bulling. "Algunos dicen que por venir a Anfas somos tontos y porque vamos a Nasuvinsa. Intentamos que nos conozcan y que no haya esa discriminación por que todos tenemos nuestras capacidades", razona Ana. De hecho, antes de la pandemia iban a los colegios para hablar de ello y de lo que es la discapacidad, para intentar que no haya tanto bulling. "Luchamos para la plena inclusión que entremos todos y que no nos separen por tener una discapacidad. Aunque por fuera seamos diferentes, por dentro somos todos iguales", ratifica.

Antes de la covid eran habituales sus cenas, excursiones y salir los domingos al cine o a pasear. Sus esfuerzos los dedican ahora a difundir la "lectura fácil" en documentos de abogados, juicios, menús o convertir edificios como los hospitales en accesibles con letreros que ayuden a no perderse por los pasillos.

Entre las reivindicaciones de Encarna se encuentran las de destinar empleos municipales como los de los conserjes o mejorar las líneas de autobuses en la Ribera para que algunos no estén "aislados porque sus familias no pueden traerlos".

La clave, como concluye Ana, es el reconocimiento, "es muy importante que la familia nos apoye, si no lo pasamos mal porque nos vemos diferentes. Lo bueno es que la familia reconozca lo que somos y nos vean como personas con nuestras limitaciones y capacidades".

"Es importante que la familia nos apoye y nos vea con nuestras capacidades"

Grupo Autogestión de Anfas

"Son procesos muy largos, y el apoyo a las famlias es fundamental "

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