Los ajustes provocados por el nuevo sistema de financiación para las entidades locales -que en el caso de Pamplona supondrá una reducción de 1,7 millones, cifra que el alcalde Maya eleva a 6 millones- y las dificultades para repetir el pacto con el PSN están detrás del retraso de Navarra Suma en la presentación del Presupuesto del Ayuntamiento para 2022.

El año pasado, la propuesta del equipo de Gobierno se conoció el 12 de noviembre y doce días después comenzó su tramitación tras pasar por la Junta de Gobierno Local.

La aprobación definitiva se produjo en el Pleno celebrado el 22 de diciembre con el voto a favor del PSN, una vez que las 27 enmiendas que el grupo socialista puso como condición para apoyar el Presupuesto fueran aceptadas sin rechistar por Navarra Suma.

La situación este año es bien diferente. El mutismo es absoluto por parte del equipo de Gobierno, que en ninguna de las preguntas formuladas por la oposición en las comisiones ha querido dar pistas sobre sus planes.

Ni una palabra sobre los plazos previstos ni sobre los cálculos de gastos e ingresos. Silencio absoluto: "Faltan unos flecos", aseguró esta semana el alcalde Maya al ser preguntado por el presupuesto del próximo año.

Habrá que ver qué cuentas presenta el Ayuntamiento, pero dada la estrategia de Navarra Suma con respecto a la nueva financiación local lo previsible es que centre sus argumentos contables en la pérdida de la Carta de Capitalidad, un concepto que desaparece como tal en la nueva normativa a cambio de introducir otras variables para el reparto de la financiación entre los 272 municipios de Navarra.

Es lo que ha ocurrido en el Ayuntamiento de Pamplona desde que el Gobierno foral, con el respaldo de todas las fuerzas parlamentarias, diera a conocer el nuevo sistema de financiación para las entidades locales.

En cada comisión, los concejales de Navarra Suma repiten una y otra vez que como Pamplona va a perder mucho dinero con el nuevo reparto, el Ayuntamiento no puede hacer esto o lo otro.

Maya, de hecho, se ha puesto al frente de la estrategia de la coalición UPN-PP-Cs en su política de desgaste al Ejecutivo foral por este asunto, liderando una campaña de acoso y derribo que sobrepasa el ámbito municipal.

Cada vez que tiene ocasión, el alcalde alude a la pérdida de la Carta de Capitalidad como el origen de todos los males que esperan a Pamplona y responsabiliza al resto de formaciones -que en este caso resultan ser todas las demás- por haber perjudicado a los pamploneses en el reparto.

Se trata de una consigna que los representantes de Navarra Suma cumplen a rajatabla. La emplean a diario y sobre cualquier expediente, lo que en cierta forma está desvirtuando el debate municipal.

Ha sucedido con un informe que la mayoría progresista solicitó sobre las parcelas vacías que todavía existen en la ciudad, a lo que el concejal delegado de Urbanismo Juan José Echeverría se negó con el argumento de que el área carece de personal por el efecto que tendrá la pérdida de la Carta de Capitalidad.

O sobre la paralización del memorial sobre los centros de detención del franquismo en Pamplona, cuando la teniente de alcalde Ana Elizalde se refirió al retraso con una alusión a la Carta de Capitalidad, dejando claro que se trata más de una revancha política entre instituciones (el memorial corre a cargo del Gobierno foral) que un problema de permisos.

Tampoco en Navarra Suma pueden pasar por alto que las relaciones con sus socios presupuestarios del PSN no atraviesan por su mejor momento -por decirlo suavemente- y que no va resultar nada sencillo que el grupo municipal socialista respalde por segunda vez a Maya.

La desconfianza es total y los mensajes en una y otra dirección indican que el acuerdo se tambalea.

El alcalde, de puertas hacia adentro, ve difícil repetir el acuerdo al considerar que detrás se encuentra la mano del PSOE-PSN que no lo va a permitir; mientras que los socialistas, en boca de su secretario de organización Ramón Alzórriz, creen que el pacto firmado el año pasado no se ha cumplido.

El ejercicio ha tenido altibajos. Tras un comienzo plácido, donde la sintonía en política lingüística y de símbolos fue total, las relaciones han ido a peor y en las últimas semanas han saltado chispas entre Navarra Suma y PSN.

Ha habido varios asuntos para las discrepancias, como los cambios en el corredor de Pío XII, los Caídos o el proyecto de urbanización en el paseo de Sarasate, pero la gota que ha colmado el vaso ha sido expediente sobre el arreglo de la pasarela del Labrit.

El incumplimiento del acuerdo firmado por Enrique Maya y Maite Esporrín es evidente y sin cuidar las formas, lo que sólo ha servido para empeorar las cosas.

Que Navarra Suma haya destinado 590.000 euros para arreglar la pasarela cuando se comprometió con el PSN a vaciar la partida destinada a este expediente deja poco margen a las interpretaciones y desde luego reduce el espacio para un hipotético segundo acuerdo.

También evidencia que en el equipo de Gobierno no se hacen demasiadas ilusiones y han optado por tirar por la calle de en medio, con el convencimiento de que podrán sacar adelante la legislatura aunque no tengan apoyos.

Pese a los precedentes en los pactos en Pamplona entre UPN y PSN, la posibilidad de que haya que prorrogar el actual presupuesto no es descartable a tres semanas de que termine el año.

El alcalde Maya ya sabe lo que significa: le ha tocado gobernar con el presupuesto prorrogado en 5 de sus 6 años como alcalde.

Al menos le quedará el consuelo, si es que finalmente no logra el apoyo o la abstención de ninguna formación, de que la prórroga será con sus cuentas, las que aprobó el año pasado gracias a los 5 votos de los socialistas.

El Presupuesto en vigor tuvo un montante de 235,8 millones de euros. Recientemente, se aprobó una modificación presupuestaria de 5 millones de euros para gastos generales.