Año 2002. El restaurante Rodero, en la calle Emilio Arrieta de Pamplona, se amplía y 300 botellas de vino de añadas excelentes acaban en "la esquina del olvido".

Año 2022. Toca limpiar el almacén y los trabajadores se reencuentran con el tesoro vinícola con el que habían convivido durante estos últimos 20 años.

"Estaban en una especie de agujero medio tapiado, como de obra. De repente, uno de los camareros me dice, 'oye, Koldo, ¿sabes que aquí dentro hay cajas?' ¿Que hay cajas? Las empezamos a sacar y estaban todas llenas de botellas de vino antiguas que coleccionaba mi padre y las guardaba en el almacén. Sabía que había unas botellas antiguas, pero no pensaba que fueran 300 ni por el forro", comenta Koldo Rodero, chef del afamado restaurante que cuenta con una estrella Michelín.

Durante estas dos últimas semanas, Koldo y sus hermanas, Verónica y Goretti, han desempolvado y catalogado estas joyas embotelladas, algunas con casi 100 años de historia.

"Tenemos varias botellas de Castillo de Ygay de 1925 y una de Siglo Saco de 1928", explica Koldo.

El resto del botín está compuesto por reservas y grandes reservas, la mayoría de la Denominación de Origen Rioja: Royal Franco-Españolas del 62 y del 64 -fue la primera añada calificada como Excelente-, Marqués de Riscal del 64, Imperial de CVNE del 68, Viña Ardabza del 70 y otras firmas como Faustino, Vega Sicilia, Berberana, Señorío de Sarría, Castillo de Tiebas.

"Las cosechas más jóvenes que nos han salido son del 70, tienen más de 50 años. "Las hemos catalogado y clasificado por añadas y bodegas. Van a seguir en la esquina del olvido, pero las tenemos controladas, sabemos dónde están", detalla.

Jarabe milenario

Todas estas reliquias con solera, las adquirió Jesús Rodero, padre de Koldo y fundador del restaurante en 1975. "Si había una cosecha buena, mi padre compraba bastantes cajas porque en aquella época las añadas excelentes no eran tan habituales como ahora. En la DO Rioja, la primera fue en el 64, la segunda en el 70 y no hubo otra cosecha muy buena hasta el 82", apunta.

Jesús vendía parte de esas botellas y el resto las conservaba como artículos de coleccionista. "Son recuerdos románticos de esas añadas históricas. Si vendes y consumes todas, te quedas sin absolutamente nada y da pena", confiesa.

La inmensa mayoría de las 300 botellas "no se han conservado en una bodega como Dios manda" y por eso el vino se ha echado a perder. "Estaban en la oscuridad y tumbadas, pero no había un control de temperatura ni de humedad. No se pueden beber", lamenta.

Koldo aclara que solo se ha salvado un 1% del tesoro: una o dos botella de Royal Franco Españolas Reserva 1964 y otra de Marqués de Riscal 1964.

"Se han mantenido a muy buen nivel, está bien de tono y el corcho está bastante decente porque hay otras que ya se les ve que hasta el corcho se ha consumido y las puedes abrir apretando con el dedo", asegura.

Aún así, no la van a ofrecer a los comensales. "Te puede venir algún americano y que te pregunte por la botella. Pero, ¿vas a perder esa botella, que ya no se podrá guardar como recuerdo, para que un cliente se arriesgue a consumirla? ¿Y qué haces si está mala? ¿Se la cobras? Se me caería la cara de vergüenza", reflexiona.

La mayoría de las botellas seguirán como objeto de colección, aunque a unas pocas se les ha encontrado otra salida.

"Con unas 20, hemos realizado un jarabe, una melaza a base de reducción de vino tinto que en total suma más de 1.000 años. Tenemos medio litro y sirve para acompañar un queso y está gustando muchísimo. Buah, hay gente que le ha parecido espectacular", indica.

A pesar del éxito, no van a elaborar más melaza, si acaso un kalimotxo centenario: "Unos amigos me han propuesto usar la botella de 1925 para San Fermín", desvela.

Revuelo en los clientes

La aparición de estas 300 botellas ha causado revuelo entre algunos comensales, que nada más sentarse en la mesa preguntan por el hallazgo. "Es como ir a ver antigüedades. Si a algún cliente le hace ilusión ver botellas del año en el que nació, se las enseñamos y si se porta bien, igual se las regalamos", bromea.

Koldo sí que ha regalado botellas entre sus amigos y trabajadores: "Les pregunto de qué año son y si hay les doy una".

El descubrimiento también ha causado interés entre los coleccionistas y particulares, que se han puesto en contacto con el Rodero. "Nos han llamado. Si alguien hace una buena oferta por todo el lote... Nunca se sabe, pero lo que no voy a hacer es vender las botellas de una en una ni las voy a colgar en Wallapop", avanza.

Aunque pronto rectifica: "Me he encariñado de las botellas y me costaría desprenderme de ellas, me daría morriña. Como venderlas no me va a solucionar la vida, prefiero dejarles el legado a mis nietos".