Les reciben todas las mañanas con música. Con abrazos y besos. “Buenos días, buenos días”. Y qué alegría. Los técnicos Mikel Aranguren y Ander Pascualen les dan, con una sonrisa, su nombre en una chapa –la que llevan siempre, en la solapa– y les preguntan qué tal están. En un patio decorado con parterres y bancales repletos de flores que han plantado todos juntos, lucen al sol los colores de un muro en el que se dibuja el fuerte de Ezkaba y árboles y estampas que representan el pueblo de Berriozar. Un rincón que les acoge y les mima para curar las heridas del tiempo, para arroparles y mantenerles activos con actividades y labores que comparten, ya, como una pequeña gran familia.

Las clases de gimnasia, ahora a primera hora para evitar los calores.

Hace cuatro años que el Ayuntamiento de Berriozar, a través de Transforma (entidad de ámbito social), impulsa en el municipio su Jubiloteca, un servicio que cuenta durante el año con 31 usuarios y usuarias –es una de las más numerosas de la Comarca de Pamplona– y que ahora, por primera vez y a petición de las familias, se ha extendido también al verano. Acude una docena de personas en horario de 10.00 a 12.45 horas, que desde el 19 de julio hasta el 11 de agosto realizan este programa en los locales del Centro Municipal de Personas Mayores y en el Club de Jubilados/as San Esteban de Berriozar.

Tere Arellano riega las plantas que han sembrado entre todas.

La asistencia, eso sí, varía en función de las necesidades de cada familia, que puede optar por disfrutar de ella cinco días, tres o dos a la semana. “Aunque hemos comprobado que cuando empiezan con dos luego quieren tres y pasan a cinco. Incluso piden también los fines de semana, pero a todo no se puede llegar”, bromean los técnicos. Han impulsado una rutina que les hace estructurar su día a día, “que es lo que necesitan. En vez de estar frente a la televisión o no salir de casa, se trata de promover la autonomía de los mayores y les ayuda a organizarse, además de conformar –y esto es muy importante– un espacio de respiro para las familias”, explican.

En el piso de arriba se imparten los diferentes talleres con actividades.

Han cambiado la gimnasia, que durante el año se hacía al final de la jornada, a primera hora de la mañana para evitar los calores de estos últimos días. “Y hacemos alguna pausa para la hidratación, porque muchas veces no tienen sensación de sed y, si no, se les olvida beber agua. Tienen todos su jarra personalizada y aprovechamos ese ratico para que estén tranquilos”, relatan, mientras Tere Arellano se encarga de regar las flores. Esta vez le toca a ella, pero lo hace “con gusto”, dice, tarareando. “Riegan por turnos, de la más mayor a la más joven. ¿Cuántos años tienes, Tere?”, le pregunta Pascualena. “Uy, ¡que no me acuerdo!”, sonríe ella. “Yo si: 87”. La memoria es caprichosa, pero las letras no se le olvidan. Y se arranca a cantar una jota.

Después de la estimulación física participan en el almuerzo saludable, con alguna dinámica de grupo, y realizan también actividades cognitivas como lectoescritura, grafología, pintar mandalas o hacer sumas y restas. “Cada uno lo que quiere, es una atención centrada en la persona. Como la mayoría vienen todo el año sabemos qué limitaciones tienen, hay diferentes grados de dependencia y nos adaptamos a ellos”, explica Irurzun.

Utilizan también los recursos comunitarios, se escapan al club de jubilados, al polideportivo y a las piscinas. Este verano toca organizar actividades al aire libre, “darle una vuelta a lo que hacemos durante el año y hacer cosas diferentes” aunque el objetivo a futuro, dicen, es realizar también talleres intergeneracionales, “que vengan los nietos, que les acompañan hasta la puerta y se quedan siempre con ganas. El año pasado se celebraron aquí los campamentos urbanos de txikis y fue una experiencia bonita. Que compartan el mismo espacio es muy enriquecedor”.

Juan Aibar, de 82 años, Julio Navas, de 79, y Manuela Larraza, de 80, acompañan todos los días a sus mujeres al centro, y aseguran que acuden “la mar de contentas. Aquí se les olvidan todos los males”, coinciden. “Vienen encantadas, y están muy a gusto. Pero cuando van a casa...”, bromean.

Que si una “está deseando”, que si otra “echa en falta venir cuando está cerrada” y la que está tan acostumbrada que “a veces, se pone de morros y empieza a llorar. Se da cuenta de que ya no puede hacer las mismas cosas que antes...”. Aseguran los maridos que el servicio, en verano, “viene muy bien”. A ellos les permite hacer la compra, la comida y los recados mientras Visitación, de 82 años; Pili, de 78; y Corpus, de 76, están atendidas. “Están cerca de casa y las cuidan. Se conocen, hacen su grupo de amigas… Es una gozada”.

Todas llevan varios años disfrutando del servicio, Visi desde el principio, los cuatro años, y siempre se ha apuntado a todo: aquagym, yoga, gimnasia, “y a lo que toque –dice–. ¿Que hay que limpiar las plantas? Allá que voy”. Aunque eso, tal y como apunta su compañera Jovita, “nos gusta menos”. Ella, a sus 89 años (90 en diciembre) es la que más tiempo lleva “y la más mayor”, puntualiza. “El año pasado estuvo con el ordenador, tiene una cabeza…”, reconoce Pascualena. Este verano se han apuntado para probar Severiano, Franciso y Angélica, que tiene tres hijas y 8 nietos. “Demasiados, ¿no? –le pregunta Miguel Ángel, mientras hacen los estiramientos–. Sobre todo para darle la paga a todos”, bromea.

Coinciden en que son “un todo” muy bien avenido que trata de disfrutar de esos raticos, los que tienen con Ander y Mikel, que siempre les dan alegrías. “Yo no necesito saber qué diagnóstico tienen, sino quién viene. El mejor trato es el cariño: necesitan un poco de atención y cuidado, nada más”, explican, y aseguran que si funciona, la jubiloteca podría extenderse a todos los veranos. “El objetivo es hacer comunidad”.

El ciclo completo

El centro de personas mayores de Berriozar es uno de los más completos de la Comarca porque acoge diferentes servicios y actividades que vienen a completar el ciclo de atención y ocio que necesita el colectivo, con un programa de envejecimiento activo –en el que puede participar cualquier persona mayor de 60 años– en el que realizan actividades como yoga, bailes de salón, talleres de memoria, autocuidados, corrección postural, talleres de informática, o de móvil, entre otras. Participan actualmente entre 120 y 150 personas. En la Jubiloteca (o promoción de la autonomía y respiro familiar, destinada a la conciliación), participan vecinos y vecinas con diferentes grados de dependencia, y realizan actividades dirigidas y evaluables, “porque luego tenemos una escala básica que nos permite hacer una fotografía de cómo están, cómo empiezan y cómo acaban. Nos permiten ver que mejoran o se estabilizan, y eso es mucho”, afirma Pascualena. De hecho, comenzaron con 18 personas y cuentan ahora con 31. En unas instalaciones que cuentan con patio exterior, junto a la sala para la gimnasia, en el piso de arriba se desarrollan las actividades y disponen también de servicio de podología, fisioterapia o aula de informática. El Ayuntamiento de Berriozar ya avanzó que, además, el próximo 1 de octubre lanzarán el servicio de Centro de Día, en el mismo edificio, con 15 plazas y para personas con mayor grado de dependencia. Con este recurso se cierra el círculo, abordando de manera íntegra la atención (y el cariño) que necesitan en cada etapa.