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Un tudelano de 80 años en el cerro de Santa Bárbara

El 25 de octubre de 1942 se inauguró este monumento símbolo de la ‘Santa Cruzada’. Pagado por todos los vecinos, hoy es una pieza fundamental del perfil de la ciudad

Un tudelano de 80 años en el cerro de Santa Bárbara

Castillo, fuerte, ermita, puesto de vigilancia en la Guerra Civil o insigne monumento religioso, el cerro de Santa Bárbara ha albergado distintas edificaciones a lo largo de su historia que han definido siempre el perfil de la ciudad. Tras la destrucción del castillo de Sancho el Fuerte, a comienzos del siglo XVI con la invasión de Navarra a manos de las tropas Fernando el Católico, Carlos I autorizó a los vecinos a emplear el material que quedaba en construcciones, de ahí que mucha de la sillería que sustentaba una de las fortalezas más inexpugnables de Navarra pasó a engrosar bodegas de vecinos o la base de la plaza de Los Fueros en 1691, pulmón del crecimiento de Tudela. Tras la francesada y las guerras carlistas, en que se empleó como pequeño fuerte, se convirtió en ermita y tras la Guerra Civil se recuperaron los escasos restos del torreón para construir una efigie en honor del Sagrado Corazón de Jesús, todo un símbolo del triunfo del ejército franquista. Se cumplen ahora los 80 años desde que se inauguró el 25 de octubre de 1942, pese a que parezca que existe desde hace siglos.

Imagen actual del Corazón de Jesús de Tudela con la firma en el pie del artista italiano J. Buzzi

El origen

El “Cristo Rey” que abanderó y espoleó la Cruzada contra las “hordas marxistas” necesitaba de monumentos que recordaran la victoria y el inicio de una “nueva España”. Nada más acorde con la época de obligada exaltación religiosa en que se vivía. Los municipios debían mostrar su adhesión al régimen y a la única religión posible y el cerro de Santa Bárbara era el mejor emplazamiento, sobre el Ebro y la huerta, dominando la ciudad con un brazo extendido bendiciendo y vigilando la capital ribera como si se tratara del Cristo del Corcovado de Río de Janeiro.

La idea de construir esta efigie surgió en 1940, tras unos multitudinarios ejercicios espirituales que se prolongaron durante 8 días (del 25 de febrero al 3 de marzo, 1940 era año bisiesto). Tras la participación de entre 600 y 700 personas según las crónicas (todos hombres) en el rezo del Rosario de las 6 de la mañana, el jesuita Agustín Abaitua, acompañado del padre Lasa, se subió al kiosco de la plaza de Los Fueros y con cierta exaltación propuso una promesa, “entronizar la imagen sagrada del deífico Corazón de Jesús en nuestro castillo, lugar ideal, porque de allí el Corazón de Jesús bendecirá nuestra ciudad y nuestros campos”, una idea que pronto fue aclamada por los vecinos que contestaron “¡Siiii!” y por la prensa local que pronto se hizo eco de la idea.

El periódico Requeté se convirtió en abanderado de la causa, al tiempo que el Ayuntamiento, presidido por Ernesto Sagaseta, nombró una comisión para que, de acuerdo con la Asociación del Apostolado de la Oración, llevasen a buen puerto la obra. Pese al pensamiento único que imperaba hubo un periódico, El Ribereño Navarro que, al menos, le pareció inadecuado el emplazamiento. El 24 de marzo de 1940 señalaba que “no es indispensable para rendirte nuestra férvida adoración” y explicaba que “con ocasión de la guerra se hicieron obras en dicho castillo de importancia para resguardo y vigilancia de los guardias, poniéndolo en condiciones de hermoseamiento, confort y saneamiento. En cuanto han desparecido testigos, allí no ha quedado nada, llevándose ventanas, puertas, vidrieras, ladrillos, postes de luz, bombillas, cables y cuanto utilizable había”. Por eso añadía que “¿no estaría mejor en una plaza, calle o paseo céntrico? ¿O es que el Divino Corazón no oiría nuestras plegarias por estar en llano y no en altura?”

Desde el Ayuntamiento también se impulsaba la idea y el concejal De la Parra (que junto a Morte y Marín formaban parte de la Comisión Pro Monumento) exigían que se hiciera “grandioso, no se admiten términos medios”.

A comienzos del mes de mayo en una nueva celebración, Abaitua volvió a interpelar a los tudelanos con otro sermón, en el que explicaba mejor la intención de construir una enorme figura de Cristo. “¡Tudelanos!, ¡Navarros!, Al grito de ¡Viva Cristo Rey! Os lanzasteis desde el principio a la Santa Cruzada, por reconquistar para el Corazón de Jesús la España de nuestros amores” y para motivarlos aún más anunciaba que “los nombres de los donantes serán depositados en una urna que se colocará dentro del monumento, para que consten allí perpetuamente”, como así sucedió.

Pocos meses después se abrió una suscripción popular para el pago de las obras y enormes listados de nombres aparecían diariamente en los periódicos, con cierto aire de obligación: “aunque no sea más que una peseta que se gasta en el cine o en unas copitas, no cabe alegar la innoble excusa de no tengo”. Las primeras 5 donaciones, el 7 de julio de 1940, provinieron del Ayuntamiento (10.000 pesetas), Julia Castillo (2.000), Mercedes Pérez de La Borda (1.000), Luis Pujadas (1.000) y Carmen Moreno (1.000).

La presión de la prensa sobre los tudelanos era total, hasta el extremo de que El Requeté publicaba artículos, en los peores años de la posguerra, en los que se repetía que “no cabe en buena razón y lógica alegar la innoble excusa del no tengo” y exigían que se fuera “casa por casa mendigando la peseta”. Había que ser muy valiente para no hacer donativo, “queremos que las futuras madres les digan cariñosas al oído de sus pequeñuelos ‘hijito mío, si vuelven aquellos tiempos infernales en que los enemigos de la religión quieren hacer volar con dinamita las iglesias y los monumentos acuérdate que es monumento de la familia y defiéndelo aunque tengas que caer aquí acribillado a balazos”.

La comisión pro-monumento pidió un presupuesto y adjudicó la desorbitada obra al italiano Buzzi, que vivía en Zaragoza, por 42.940 pesetas, añadiendo los gastos de albañilería de Teófilo Serrano (12.745), los de arquitectura a Víctor Eusa (7.642), que presentó el proyecto el 25 de octubre de 1940, y el andamio de madera (725 pesetas). En total el monumento costó a los tudelanos 64.052 pesetas de 1940.

Inauguración

La colocación de la primera piedra el domingo 3 de noviembre de 1940 (mismo día de la muerte de Azaña) fue todo un acontecimiento que comenzó con un volteo de campanas y una nutrida procesión que salió desde la catedral con los alumnos de las escuelas, el cabildo, la corporación con maceros, banda municipal, las autoridades civiles y militares, representaciones de comunidades religiosas y la ciudad en pleno que, partiendo de la catedral, recorrieron la calle Cárcel Vieja, Chapinerías, plaza de Rodríguez, de Nicolás Esparza, avenida de Jesuitas, puente sobre el Mediavilla, camino de la Virgen de la Cabeza y paseo del Castillo.

Entre las autoridades presentes se encontraba el vicepresidente de la Diputación, el Conde de Rodezno, el director de Prisiones, José María Sentís, y el teniente coronel Julio Pérez Salas, entre otros muchos.

Algunos de los asistentes a la inauguración del monumento aquel 25 de octubre de 1942. | .

Así lo relataba Requeté, “descienden la piedra. Unas paletadas de cemento en manos del deán y del alcalde (José Butini). Suena la Marcha Real. Escalofríos de emoción. Los alumnos del colegio San Francisco Javier en recia protesta de fe. El padre Abeitua enfervoriza una vez más al auditorio. Vivas a Cristo Rey, a Navarra y a Tudela. Ha caído la tarde. Función final en nuestra catedral. Gentío inmenso”. Hubo no pocas lágrimas entre los presentes, según las crónicas, y la devoción hizo que por la tarde se realizará otra procesión hasta la ermita del Cristo con la imagen y llenaron de antorchas el cerro de Santa Bárbara.

Las obras, con bastantes dificultades, se prolongaron durante más de dos años hasta que el 25 de octubre de 1942 se pudo proceder a la inauguración. Todo un acontecimiento con multitud de autoridades militares, civiles, religiosas y donde no se podía faltar. Todo Tudela estaba en la cima o en las faldas de un cerro que aparecía sin vegetación. A los más pequeños, como recompensa, se les entregó un bollo y una naranja, mientras se lanzaban cohetes.

Aunque muchos lo desconocen, bajo el corazón esculpido en el pecho de la gigante efigie se guarda un tubo en el que figuran los nombres de todos aquellos tudelanos que donaron dinero para su construcción.

En 1949 se decidió plantar algunos árboles para que el lugar ganara en calidez. En sus primeros 30 años de existencia el monumento no sufrió ningún accidente pero desde la década de los 70 comenzaron a ser continuos. En la madrugada del 9 de septiembre de 1971 un rayo seccionó la mano derecha, siendo asignada su restauración a Antonio Loperena, pese a que el propio escultor Carlos Buzzi se ofreció en noviembre a restaurarlo. Un año después, en mayo de 1972, el Ayuntamiento decidió adecentar el entorno, por lo que pagó a Liberto Barral 50.820 pesetas, por la instalación de los pilares, y a Rafael Gil unas 20.000 pesetas, por la valla de hierro que los une.

Casi 15 años después, el 19 de junio de 1986, Tudela se conmocionó cuando otra tormenta decapitó la figura y se debatió si se hacía una cabeza nueva o se restauraba la existente. Finalmente se arregló y se pagó por ello a la empresa Coteisa 1,6 millones de pesetas que, además, colocó un pararrayos que costó un millón más. El coste se asumió entre el Ayuntamiento y una nueva suscripción entre los vecinos que pudieron asistir a su reinauguración el 26 de junio de 1987.

El último suceso data del 13 de septiembre de 1999 cuando un rayo seccionó su mano derecha con la que bendice Tudela. El escultor Pedro Jordán fue el encargado de crear una nueva mano para la efigie que costó 1,2 millones de pesetas y que se colocó ya en el año 2000.

En 2001, bajo los pies de la efigie, en el interior y aprovechando los restos del castillo, se adecentó una capilla que en 2013 se advirtió que requería una reparación urgente por el mal estado en que se encuentra por su “nulo mantenimiento”.

El monumento, que fue costeado peseta a peseta por los tudelanos y tudelanas, pasó el 26 de enero 1944 a propiedad del Apostolado de la Oración gracias a una cesión que realizó el Ayuntamiento de Tudela, tanto de la imagen como de “los terrenos sobre los que se asienta el monumento” que cifran en 362 metros cuadrados (“3 áreas y 62 centiáreas”) y el “recinto edificado sobre la misma, erigida por suscripción popular”. Sin embargo, visto que no se podía ceder, se vendió por la cantidad de 3.000 pesetas (había costado más de 64.000, sin contar el precio del terreno). De hecho en esa época se realizó una tasación de todo el monte sobre el que se asienta y se estimó que las 808 hectáreas y 20 áreas tenían un precio de 270.000 pesetas.

Pese a que todos los gastos, costes, y mantenimiento los ha asumido siempre el Ayuntamiento de Tudela, la propiedad de todo el recinto es de la Diócesis de Pamplona, aunque no aparece en el registro de bienes que presentó el Gobierno de Navarra en el Parlamento.

Tudela lo vendió por 3.000 pesetas

Un elemento que resulta, cuando menos curioso, es el de la propiedad del Corazón de Jesús. Durante dos años (1940-1942), se estuvo pidiendo la colaboración de los tudelanos que, peseta a peseta, consiguieron llegar a la cifra de 64.000 pesetas para poder pagar el proyecto de Víctor Eusa y la mano de Carlos Buzzi, y pese a ello, y que el terreno sobre el que se asentó era propiedad del Ayuntamiento, desde el 27 de marzo de 1947 es propiedad de la Diócesis, tanto la imagen, como la base o el terreno sobre el que se asienta.

Fue el propio Consistorio, que entonces presidía Rufino Zuazu, quien decidió la venta de todo, en un primer momento en 1944, al Apostolado de la Oración (una entidad religiosa pero civil), si bien dos años después el sujeto comprador cambió y pasó a aparecer la figura de la Diócesis, directamente relacionado con la Iglesia. 

Un informe municipal valoró todo el cerro de Santa Bárbara, 362 m2, en 2.900 pesetas en el año 1944

El Ayuntamiento, según recoge el secretario Manuel Abascal Pujadas, solicitó un informe del ingeniero y aparejador municipales el 1 de marzo de 1944 para saber qué superficie iban a vender y cómo poder tasarla. Estos técnicos establecieron la medida en 362 metros cuadrados y calcularon que “teniendo en cuenta el precio unitario del terreno en el lugar indicado, puede calcularse el total de la superficie ocupada en la cantidad de cien pesetas”, a lo que añadieron que “la parte edificada que sirvió de base para el emplazamiento del monumento (los restos del castillo) y teniendo en cuenta el estado de las obras de fábrica valoramos en la cantidad de 2.900 pesetas”; sin explicar a qué conceptos respondía esta valoración de unos restos que son, en sí, el origen de Tudela. “Por lo tanto, la total valoración del terreno y obra de fábrica, la calculamos en 3.000 pesetas”, concluyeron.

Así pues, se tomó la decisión de vender pero, por si acaso la situación se torciera en algún momento, o a la iglesia se le ocurriera cobrar entrada, el Consistorio acordó al mismo tiempo que “dicha cesión se entienda sin que en ningún caso pueda impedirse el libre acceso de los vecinos de Tudela a la explanada, derecho de acceso que, a perpetuidad, se reconoce al vecindario tudelanos”.

Tras este informe, el Ayuntamiento de Tudela aprobó, el 27 de enero de 1945, la venta al Apostolado de la Oración del “recinto edificado sobre el que se asienta el Monumento al Sagrado Corazón de Jesús, cuya superficie servía de base al monumento”. Por supuesto, en esta valoración no entraba la imagen que se había inaugurado casi tres años antes y que habían costeado los tudelanos y tudelanas y el propio Ayuntamiento.

Lo más curioso es que esta venta y el acuerdo municipal se produjo a instancias de la petición del presidente del propio Apostolado de la Oración, Francisco Doussinague, registrada el 26 de enero de 1944, en el que reconocía los esfuerzos del Ayuntamiento y de los tudelanos para su construcción y solicitaba que “se ceda el Monumento al Apostolado de la Oración en plena propiedad, dando al caso el giro legal que corresponda para que el monumento pueda ser inscrito en el Registro de la Propiedad”. 

Sin embargo, una vez solicitada y aprobada la venta al Apostolado el 15 de enero de 1946, la Diputación aprobó “autorizar al Ayuntamiento para que pueda vender a la Diócesis el recinto edificado sobre el que se asienta la imagen, así como los 362 metros cuadrados de terreno en el que se halla enclavado el citado monumento por 3.000 pesetas, bien entendido que la cesión será a la Diócesis de Tudela y no a la de Tarazona”, que por entonces estaban unidas. 

Como se explicaba en este mismo documento, se había producido “un cambio en el sujeto de la cesión”, eliminado al Apostolado y colocando a la Diócesis como propietario final del mismo.

Apenas un mes después, el Apostolado de la Oración cedió el camino de acceso al monumento al Ayuntamiento para que se hiciera cargo del mantenimiento, al que pretendía cobrarle 2.300 pesetas que había pagado por su reparación. Sin embargo, el Consistorio tudelano no lo aceptó y señaló que ya “contribuyó en su tiempo en la suscripción pública”, donde, cabe recordar, abrió la cuenta popular con 10.000 pesetas de las 64.000 que costó finalmente. Todo el esfuerzo económico de los fieles quedó en manos de la iglesia.