Una vez más, todo apunta a que un rayo latente ha devorado un roble centenario en Altsasu, después de que en mayo de 2020 ardiera otro, el de los txistularis, en San Pedro. En esta ocasión ha sido cerca, en la zona de Zezenaga, junto a un puesto de caza. Lo cierto es que el pasado 17 de octubre, desde las 15.49 horas y las 16.06 horas, la Agencia Estatal de Meteorología registró 48 impactos en la zona. La mayoría descargaron entre nubes, 44 en total pero cuatro fueron a suelo.

Al igual que entonces, la descarga eléctrica no produjo llama en el mismo momento, sobre todo por la humedad. Y es que en un verano y lo que va de otoño especialmente secos, el día anterior se registraron 4 litros por metro cuadrado, las precipitaciones más importantes en todo el mes de octubre.

No en vano, hay ocasiones en las que pasan horas e incluso días hasta que aparezcan las llamas, una vez el rayo latente impacta en un árbol y entra por el interior del tronco hasta las raíces, generando un proceso de lenta pero progresiva combustión, a modo de carbonera. El cambio en las condiciones atmosféricas, con un ambiente más seco y caluroso, con fuertes ráfagas de viento sur, pudo provocar que el oxígeno entrase por cualquier ranura y comenzase a alimentar las brasas internas, avivándose el fuego. Se tuvo conocimiento del incendio seis días después, al igual que en el roble de San Pedro.

“Los rayos latentes no son demasiado habituales. Se dan sobre todo en árboles de gran porte, con gran diámetro de tronco donde la descarga pueda circular por dentro para iniciar una combustión latente”, observa Peio Oria, delegado de Aemet en Navarra. “La mayoría de descargas son intranube, sólo algunas, aproximadamente el 10%, son nube-tierra. Que impacten en un árbol de estas características, que sea tormenta seca, que no permita apagar el fuego en los primeros momentos y que después se den las condiciones para avivar el fuego no es frecuente”, incide, al tiempo que destaca que, afortunadamente, pese a que se daban las condiciones ideales para que el fuego se propagase, es decir, fuerte viento y sequedad; no fue así.