Los negocios familiares suponen una tradición tan hermosa como dura. Este es el caso de Pilar Latasa y sus hermanos, que llevan desde siempre acompañando el comercio de sus padres y, ahora que ya no viven, trabajan para que que no se olvide la tradición familiar que comenzaron. Actualmente, la tienda de pimientos se encuentra junto al silo de Puente la Reina.

“Mis padres vendían una barbaridad en el pueblo”, asegura Juana. Con unos inicios muy rústicos, la familia Latasa vendía el pimiento crudo: “antes no había máquinas, por lo que se dedicaban a vender un pimiento najerano y crudo. La gente lo llevaba a su casa para asarlos o hacerlos a la parrilla y los conservaban todo lo que podían. Así se hacía antes, ahora es algo distinto”, explica.

Sus hermanos son quienes llevan actualmente el negocio, aunque Juana desde siempre les ha echado una mano como podía. Su día a día pasa por “trabajar 12 horas durante la campaña, dos meses y medio, y después yo tengo mi trabajo aparte”, cuenta. Se trata de una labor que, por lo general, se mantiene hasta noviembre. Sin embargo, resulta un trabajo muy cansado: “Son unos meses muy duros. Físicamente me canso mucho porque tenemos que estar de pie atendiendo. Al final uno debe estar en buena condición física. Aunque sobre todo es un trabajo muy duro mentalmente”. 

Confiesa que en más de una ocasión “tengo que estar muy pendiente de los pedidos. La gente viene de muy lejos a por nuestros productos, por lo que si se me pasa algo es comprensible que se enfaden. Yo tengo que evitar eso. Y, ante todo, darles a los compradores el servicio que se merecen. Además, no todos los días te encuentras igual de bien anímicamente y, a pesar de eso, hay que seguir adelante con el trabajo. Es lo que nos toca”.

La globalización y los grandes supermercados han dinamitado muchos de los pequeños negocios. Sin embargo, este no es el caso: “Tenemos un público que se mantiene muy probablemente por el boca a boca. En la zona de Navarra nos conocen, tenemos un producto que es de aquí, pero también es muy curioso porque viene gente que es del País Vasco”. Juana considera que la razón de este interés se encuentra relacionada con su modo de vida: “Nuestro producto es de mucha calidad y la gente lo sabe porque vienen muchas personas. En País Vasco gusta mucho comer bien y su nivel de vida es bastante más elevado que aquí; no les importa gastar cuando saben que están apostando por algo que es bueno”.

Por lo general, se aprovecha la visita para comprar grandes cantidades y que haya reservas suficientes: “Se compra mucho cuando la gente viene aquí porque es un producto de temporada. Se congela y se conserva, y muchas veces les dura todo el año. Lo común es que se lleven varios kilos”. 20, 30, 50, 100 o hasta 200 son los pesos que la gente se lleva: “Una familia que quiere tener para bastante tiempo como mínimo se lleva 50 kilos, y no siempre les duran todo el año porque se los acaban antes”, añade.

“El pimiento se puede vender en distintas variedades: crudo, asado, asado sin corazón, limpio de fábrica o limpio al vacío”, explica Juana. Además de eso, también hay distintas modalidades de pimiento: “El que más vendemos siempre es, por supuesto, el piquillo. Es el de siempre, el que conoce todo el mundo. Sin embargo, también se venden mucho el najerano o el cristal, que tiene una textura fina y alargada; es el que se usa en los restaurantes”.

En cuanto a la conservación, lo más común es que quienes compran el producto lo congelen. La familia Latasa construyó una conservera para garantizar la continuación del negocio familiar que sus padres iniciaron. “Nosotros hacemos conservas al baño María o al vacío, en tarros de cristal. Además, en la conservera empezamos a hacer otros productos en lata, en conserva y envasados, como el espárrago, los cardos o las verduras de esta zona”. Una nueva labor que para Juana es un “avance. Cada año tratamos de hacer que las cosas sean de una calidad mayor, por lo que todo esfuerzo es finalmente una recompensa".

El precio del pimiento oscila entre 1,25 y 2,10 € el kilo; depende del tipo: el pimiento calpisa y pico najerano, 1,25 €; piquillo crudo, 1,30 €; cristal, 1,75€, pimiento asado, 2,10€. Los hermanos Latasa se han convertido en los herederos de una gran tradición familiar.