La tiendica de Bizkarreta-Gerendiain se erige elegante a la entrada del pueblo. Una casa-tienda familiar que abastece a los cerca de 100 habitantes del municipio, pero también a los peregrinos del Camino de Santiago y a muchos habitantes de las localidades aledañas. Un local con más de cien años de historia y que da vida al pueblo gracias al esfuerzo de varias generaciones

A sus 88 años, Carmentxu Fernández lleva más de 70 en una tienda en la que ya trabajaron su abuelo y su padre Julián. Su hijo Miguel se casó con Ruth Ordóñez, que vino de Colombia hace 28 años, y la pareja ha heredado ahora el negocio. Junto a ellos se encuentra Susana Cenoz, que también lleva más de 20 años en este trabajo. Tres vidas ligadas a la única tienda de Bizkarreta-Gerendiain.

“Mi abuelo y mi padre Julián ya andaban vendiendo en esta tienda hace más de cien años”, recuerda Carmentxu mientras señala el cuadro de su padre, situado detrás del mostrador. “Yo, en cuanto cumplí 18 años, me saqué el carnet de conducir y fui una de las primeras mujeres de la montaña en tenerlo. Me enseñó un vecino muy bueno del pueblo, José Etxamendi, y me examiné en Aoiz. Luego, empecé a ir por los pueblos como mi padre. Éramos los únicos que lo hacíamos y había tanta gente que nos iba muy bien. Íbamos por todo el valle de Erro, Burguete, Aezkoa, Esteribar, valle de Arce y hasta el Quinto Real”.

Como explica Carmentxu, en aquella época se vendía de todo. “Ultramarinos, ropa, sábanas, pantalones para los trabajadores, camisas, calzado, vasijas... Además, siempre hemos hecho patxaran y patxaca y se sigue vendiendo mucho. Creo que tener esta tienda es clave para el pueblo. La mayoría de la gente ya se escapa a Pamplona a comprar, pero siempre hay algo que te falta en casa”, remarca.

Carmentxu estuvo atendiendo en la tienda hasta los 84 años, cuando prefirieron que se quedara dentro de la casa a causa de la pandemia. “Estoy tan a gusto que no me quería ir. Yo estoy encantada con todo el mundo y la gente también está contenta con nosotros. Siempre hemos dejado las puertas abiertas y nunca hemos tenido ningún problema. Esa es la mayor satisfacción que me queda”.

“Yo pensaba que Carmentxu no iba a dejar la tienda nunca”, bromea Ruth Ordóñez. “Cuando yo vine aquí, hace 28 años, la tienda estaba al otro lado y era mucho más pequeña. Cuando nos casamos Miguel y yo, ampliamos toda la parte que antes era almacén. La cosa ha cambiado mucho porque ahora la gente se mueve más y cada vez van faltando más personas mayores en los pueblos, que eran los más fieles a la tienda. Es verdad que también vivimos mucho del Camino de Santiago y de la gente que viene a veranear a las diez casas rurales que hay en el pueblo”, explica.

Mientras tanto, entra una peregrina y le pide tabaco. “El inglés lo he ido recordando poco a poco de la escuela. Aquí no queda otra y no es fácil, pero siempre nos entendemos”, asegura Ruth. “Yo no sé nada de nada de inglés. Mi única universidad ha sido la vida”, añade Carmentxu.

Reparto mucho antes que Amazon

Otra fuente de ingresos es el reparto a domicilio, tan necesario en estas zonas rurales. “Mi marido tiene un pequeño camión en el que puso: 90 años antes que Amazon ya te llevábamos la compra a casa”, dice Ruth entre risas. “Como tenemos que ir sí o sí a repartir el pan y el diario a todos los pueblos de la zona, la gente nos pide de paso otras cosicas también”.

El reparto lo realizan todos los días excepto en Navidad y año nuevo, cuando no hay ni pan ni periódico, “Nosotros solo cerramos dos días al año. Luego, si la gente viene cuando estamos cerrados también les atendemos, claro. Hay mucha confianza con los vecinos y es habitual”.

A la hora de repartir, a veces se encuentran con problemas inesperados, como ocurre con las nevadas. “Pasa el quitanieves continuamente, pero el acceso a los pueblos es muy difícil. Recuerdo muchos patinazos y algún coche también hemos roto. El verano es lo nuestro y, ahora que se acaba, tenemos que empezar a pensar en cómo afrontar el invierno. En noviembre prepararemos lo del turrón, aunque cada vez se vende menos. Antes era una barbaridad”.

De cara al futuro, ven que no es el mejor negocio. “Tenemos ayudas y de momento la tienda se mantiene bien con lo que hacemos. El día de mañana, ya veremos. Tengo tres hijos y cada uno está a lo suyo, como tiene que ser. No sé si querrán seguir. Los tres son muy de pueblo, pero todavía son muy jóvenes (19, 21 y 23 años). En esta casa antes éramos cuatro generaciones y ahora tres. Cuando yo conocí a Carmentxu hace 28 años ya me decía que esto no era futuro para nosotros. Y ahora yo se lo digo a mis hijos también. La gente mayor, que era la que más venía, ya va faltando”.