Con una salud envidiable, Carmen Arbizu Cadreita, ha cumplido 108 años. Y es que nació en Ziordia un 23 de octubre de 1915, en plena primera guerra mundial. Desde hace seis décadas vive en el convento de las Mercenarias Misioneras, junto al Colegio de Nuestra Señora la Merced de Zaragoza, hasta donde acudieron sus sobrinos y una delegación del Ayuntamiento de Ziordia con un ramo de flores y un pañuelo con el escudo bordado, obsequios que no pudieron entregarle en fiestas, cuando la Corporación reconoce a las personas de más edad del pueblo. 

“Se emocionó mucho y estaba muy agradecida”, recuerda su sobrina Amparo Arbizu, que acudió junto a su hermano Javier y sus primos Pello y Juan Carlos Gastaminza además de su marido, Pablo Ruiz de Alegria. Por parte del Ayuntamiento fueron la alcaldesa, Olatz Irizar y los concejales Rosa Mendoza y Oskar Otsoa

“Está de cine y tiene una cabeza… Hasta ahora se ayudaba de un bastón pero hace poco le han puesto un andador porque ha perdido estabilidad, pero se levanta y se viste sola. Para ducharse le echan un ojo pero está muy bien”, cuenta su sobrina. En esta familia pueden presumir de longevidad. “Su madre, la abuela Saturnina, vivió hasta los 100 años. Era adoptada y siempre nos hemos preguntado de donde le vendría semejante fortaleza. Mi padre murió con 97 años, una tía con 94 y otra con 93. La que menos vivió fue la pequeña, que también era monja, que falleció con 80 años”, recuerda.

Carmen era la mayor de los cinco y desde pequeña le tocó trabajar duro. También cuando se metió a monja, con 27 años. Tras realizar el noviciado en Corella, fue a Sant Feliu de Guíxols y de allí a la capital maña. “Como no tenía estudios, no podía dar clases en el colegio. Mi tía hacía trabajos de limpieza como lavar la ropa y cepillar los suelos. Tenía las rodillas con postillas de tanto fregar, hasta que la superiora le llevó un cepillo con un palo, el mejor regalo que le podían hacer según suele contar”, apunta Amparo Arbizu, la única sobrina y la persona que sigue con un contacto más estrecho con esta centenaria aunque como destaca, el resto de la familia también está siempre ahí. “Cuando vivían sus hermanos le llamaban todas los domingos a las doce. Desde que ellos no están me encargo yo. Tampoco tenemos mucho de qué hablar pero nunca fallo y ella espera la llamada”, observa. Además, van a visitarle en diferentes ocasiones a lo largo del año.  

Carmen Arbizu sopla las velas de su tarta de cumpleaños.

Carmen Arbizu sopla las velas de su tarta de cumpleaños. Cedida

Aunque lleva más de ocho décadas fuera de Ziordia, Carmen Arbizu, la hermana Mª Aurora en el convento, siempre ha mantenido contacto estrecho con su pueblo. Y así continúa, estos últimos años de forma virtual. “Una trabajadora le suele poner Google Maps porque le gusta pasear por el pueblo, reconocer las casas y ponerles nombre. Tiene una memoria envidiable. Siempre me recuerda los cumpleaños de la familia y pregunta por personas. También es una persona muy abierta”, comenta su sobrina. 

Lo cierto es que esta religiosa siempre ha estado muy unida a Ziordia, a donde acudía todos los veranos hasta no hace mucho años para estar con su familia. Así, siempre ha sido una figura cercana en la vida de sus sobrinos. “Cuando tenía 10 años fue al monte a por hoja para los cerdos y una rama le arrancó un ojo. Le llevaron a Bilbao, al mejor médico que había, como suele decir. Le pusieron un ojo de cristal y le curaron tan bien que ni se le nota. Cuando éramos pequeños andábamos detrás a ver si le veíamos quitarse el ojo”, recuerda Amparo Arbizu, que le solía tomar el pelo diciéndole que se hizo monja tarde por algún desengaño amoroso. “No decía nada y se reía”, rememora.